En la foto que acompaña esta nota, Sonny Liston yace en un sueño profundo, de cara a las lámparas. De pie, un enojado Muhammad Ali le exige que se levante y pelee...
Sonny Liston no lo hará (o no querrá hacerlo); de este modo, su carrera se quedará en la lona. La de Ali tomará el carril rápido en la ruta a convertirse en el más grande del boxeo.
El problema es que, incluso en el ring side , no se aprecia un golpe de magnitud tal para poner a dormir a un hombre que parecía hecho de piedra y que pesaba 215 libras.
Con sarcástica certeza, un comentarista apuntó que ese fue el triunfo de la Nación del Islam sobre la mafia. Después de ese combate, Ali ya nunca más volvió a llamarse Cassius Clay.
Derrotado dos veces por el mismo hombre –en febrero de 1964, le había cedido el título mundial de los completos; en mayo de 1965, fue incapaz de recuperarlo–, Liston nunca más volvió a ser el mismo: después de ese combate, solo peleó contra peleles.
Ambos encuentros siempre estuvieron bajo sospecha de amaño, ya que una caída del campeón le daría mucho dinero a mucha gente: si había que sacrificar a un peón para que los reyes hicieran hacer plata con las apuestas, pues ni modo. Ali nunca estuvo “pringado” en esas dudas.
Liston no sabía leer ni escribir y era controlado por la mafia. Antes de boxear, quebraba huesos a nombre de Joe Vitale, una gánster de St. Louis.
Su carrera en el cuadrilátero fue dirigida por Frank Blinky Palermo, quien estuvo asociado con Frankie Carbo , otro notable mafioso, en cuya hoja de servicios de Carbo destaca la organización del asesinato de Bugsy Siegel, en 1947.
Con el pasar del tiempo, los dos fueron condenados por extorsión y conspiración por sus actividades relacionadas con el boxeo.
Liston moriría en Las Vegas, en 1970, en circunstancias que nunca fueron aclaradas. Dicen que una vez Mike Tyson le llevó flores. Dicen que fue el último homenaje que recibió. 1