Lo que comenzará como una aparente entrevista normal de trabajo, se transformará en una pesadilla con tintes de farsa para Fernando (Arnoldo Ramos), quien se deberá someter a extrañas pruebas. No obstante, él hará lo que sea con tal de obtener un preciado puesto de ejecutivo en una multinacional.
Ese es el panorama que encontrará el espectador en la obra
La puesta en escena es dirigida por Remberto Chaves; el elenco se completa con los actores Sergio Masís, como Carlos; Tatiana Chaves, como Mercedes y Fernando Egea, como el joven Enrique.
La obra es una de las tres ganadoras del concurso Escalante Teatral, del Taller Nacional de Teatro y el Centro Cultural de España, con el objetivo de promover la producción teatral local.
Insensible como una piedra y sin mucha preocupación, así es como Fernando (Ramos) llega a la esperada entrevista.
En una sala sencilla, únicamente amueblada con cuatro sillas, el protagonista aguarda a que lleguen sus entrevistadores; si logra convencerlos de ser el mejor candidato, logrará un puesto que le dará grandes beneficios.
Reunidos, todos son informados, mediante un documento dejado en la sala, que serán sometidos a una técnica distinta de evaluación, desarrollada por un psicólogo europeo de apellido Grönholm.
De paso, les advierten que lo convencional no tiene cabida en la evaluación y que deben optar entre dos caminos: aceptar las pruebas que les pedirán o abandonar la sala y aspiraciones.
Hasta ese momento, y durante parte de la obra, los representantes de la multinacional serán como una especie de ser omnipresente; sabrán y verán todo de los candidatos, más no se dejarán ver.
El comienzo no parece nada descabellado: evaluar contrarreloj si entre ellos hay un candidato falso, lo que comienza a generar los primeros roces entre los cuatro.
Conforme transcurre la prueba, llegarán nuevas peticiones: desde seleccionar y usar accesorios de vestir algo disparatados, pasando por revelar detalles personales de sus vidas, para que entre todos tomen decisiones hipotéticas sobre su futuro profesional, hasta actuar en contra del oponente.
Estas solicitudes, las que aparecen sorpresivamente de distintas formas, hacen que los candidatos lleguen a actuar aún en contra de sus principios. Se impone la meta final antes que el interés por la familia, también saca de ellos su falta de respeto por el prójimo.
Para el espectador, la situación planteada será como una oferta a usar su capacidad de análisis y, en complicidad con los protagonistas, descubrir al farsante.
También será inevitable para el público reírse de ciertas situaciones, no porque se trate de algo divertido, sino por el humor negro que muchas circunstancias ofrecen o bien por el comportamiento insospechado de alguien como Fernando, calculador y muy cínico.
Pero no le será tan sencillo, ni al público o a los protagonistas, porque con cada nueva prueba todo indica que están jugando con ellos y que no les dicen toda la verdad.
Algunos no soportan y se alejan, transformando la sala en un campo para un duelo final entre quienes soportaron todas las humillaciones a las que los someten.
“Se ha vuelto algo tan competitivo, que hace que se llegue a hacer lo que sea por un puesto; además, existe (en las empresas) una búsqueda tan mal concebida de la excelencia (...), muestra que si hay que aceptar cortar una cabeza, entonces lo hago”, afirmó Masís.
Además, ese nivel de frivolidad reflejada en la obra, para el actor Masís, se aplican en otros campos de la vida. Con todos esos elementos es que el grupo confía en que el público tenga material suficiente para reflexionar al final de la obra.
Para crear su historia, Galcerán se inspiró en la noticia del hallazgo de las notas de un encargado de reclutamiento de una cadena de supermercados, donde se leían palabras ofensivas contra un grupo de aspirantes.
Si bien
Masís agregó que la obra le viene bien al contexto del país, por estar a las puertas de la implementación de distintos tratados de libre comercio y el establecimiento de varias transnacionales.
En resumen, el espectador verá una propuesta mínima de recursos de utilería y escenografía: solo las cuatro sillas, sobres y una pintura, eso con el objetivo de centrar todo en las actuaciones, una apuesta arriesgada pero que sienten que convencerá a los asistentes.