El dictador yace moribundo. Entre sus estertores finales se escucha una duda lacerante: quién sabía qué y desde cuándo. Nadie puede alegar ignorancia. ¿O sí? ¿Cómo puede la nieta de un monstruo seguir queriéndolo?
El reconocido dramaturgo español David Desola explora una perspectiva inusual de los regímenes autoritarios en La nieta del dictador , un monólogo protagonizado por Natalia Arias y dirigido por José Pablo Umaña, en el Teatro 1887.
“Ha sido un reto bastante importante porque es el primer monólogo que hago en mi carrera profesional como actriz”, reconoce Arias, ganadora dos veces del Premio Nacional de Teatro como actriz de reparto y protagonista del filme Presos (2015).
El montaje tico de La nieta del dictador fue ganador del concurso Producciones Concertadas 2017 de la Compañía Nacional de Teatro y estará en escena hasta el 7 de octubre.
Crisis. Desde la mirada de la nieta que regresa a casa del opresor, las verdades a medias y las mentiras bienintencionadas empiezan a mezclarse y a revelar lo que hay detrás: nadie puede alegar ignorancia.
Para Umaña, el texto de Desola resultó interesante porque aborda un tema ya tratado (la dictadura y sus consecuencias), pero “no a través del victimario ni la víctima, sino a través de un familiar que no está enterado y que a su regreso al país se da cuenta, a través de esa mirada desde el amor que ella tiene desde niña y el horror cuando se da cuenta de lo que realmente pasó”, dice Umaña.
La protagonista es una joven de 26 años a quien sacan desde niña del país para que no esté en contacto con todo lo que ocurre en torno al dictador que es su abuelo. “La educan primero en un internado de monjas españolas en Madrid y luego se la llevan a Nueva York. Ha vivido en una burbuja”, describe el director.
Ella no tiene todas las capacidades para comprender todo lo que ocurre. Su familia la ha querido niña e inocente para siempre, pero al llegar a casa, mujeres que exigen justicia se agolpan fuera del palacio. “Hay un montón de metáforas y de cosas no dichas porque hay tanto amor a su abuelo a la vez que siente la impotencia de no poder reclamarle”, dice Arias.
Como ha explicado Desola en entrevistas, la obra nació al ver a la nieta de Augusto Pinochet defendiendo públicamente al déspota chileno en 1998, aunque para entonces ya era difícil ocultar lo que había sucedido en su país. “¿Creía realmente en lo que decía? ¿No albergaba dudas? ¿Era por vergüenza por lo que estaba instalada en una burbuja?”, se preguntaba el dramaturgo, como contó a El País .
Conforme avanza la obra, la nieta va atando cabos. “Ella le reclama al abuelo: ‘Seguro lo hiciste para mantenerme lejos de estas viejas gritonas aquí afuera’, de las mentiras… ella está al principio en un estado de negación: por qué ellas vienen a gritarle tanto a su abuelo, que ha hecho tanto por el país”, describe la actriz.
“Ella va investigando y haciéndose su propia historia y es entonces cuando derriba esa figura que por su añoranza es difícil dejar ir”, explica Arias. “Siente esa culpa y vergüenza que lleva en las venas. Lo que ella se reclama es que también es culpable porque lleva su sangre en las venas, lleva la vergüenza que mi abuelo nunca tuvo”.
Que en Costa Rica no se hayan dado las brutales dictaduras latinas de los 70 y 80 no aleja la obra. “Nosotros no estamos exentos de que este tipo de mentalidades y personalidades se adhieran a la estructura mental y política del país. Hay que mantener el recuerdo vivo. Hay que saber lo que estaba pasando para que podamos no repetirlo”, considera Umaña.
Y hay resonancias en todas las familias, de todos modos, “ese desbordamiento de fractura familiar que lo que se lleva en la sangre, ese vínculo que se arrastra como familia”, como dice Arias. “Todos esos dolores y tristezas que a calladito escondemos todas las familias”.
Desafiante. La nieta del dictador , como primer monólogo de Arias, ha implicado para la intérprete un aprendizaje singular. “El día de estreno estaba tan nerviosa que me sentía como si nunca me hubiera subido a un escenario”, confiesa.
En otros montajes de la obra se ha dispuesto a un actor para que interprete al opresor en silencio, pero en el Teatro 1887, Natalia está sola durante hora y veinte minutos.
“En esta obra aprendí a conocerme muchísimo más como actriz, a escuchar mi propio ritmo y a nivelar ese músculo que es el corazón, a trabajar con este instrumento que es el cuerpo”, explica Arias. “Aprendí a trabajar más con la intuición, a darme el tiempo y construir esos momentos”, sus tiempos, sus transiciones y matices. A darnos una vida entera, sola y en escena.
La obra se presenta de jueves a domingo, a las 8 p. m., en el Teatro 1887 en el Centro Nacional de Cultura (antigua Fanal). La entrada vale ¢5.000 en general y ¢2.500 estudiantes y ciudadanos de oro con carné. Para reservar puede llamar o escribir por WhatsApp al 8840-5857 o consultar en la página de Facebook “La Nieta del Dictador Costa Rica”.