Lázaro Mwangi vivía con los chicos en las calles en su natal Kenya.
Su familia, integrada por 10 hermanos, no tenía dinero para mantenerlo ni para pagar sus estudios.
Con los chicos de la calle, como él los llama, aprendió lo que sabe de circo; con ellos fue que descubrió que su cuerpo es elástico y se contorsiona de formas que podrían parecer no humanas.
“Aprendí por mí mismo. En las calles veía a los chicos y trataba de estirar en mi cuerpo”, acotó.
Esa habilidad para poner sus pies en la cabeza y tocar con las palmas de sus manos sus talones con solo irse de espalda, hicieron que a sus 20 años un agente artístico pusiera los ojos en él.
Desde entonces, se abrió una puerta a un mundo que él no imaginó jamás.
Hizo giras por Europa y, posteriormente, se unió al elenco del circo Mother Africa, con el que ha recorrido el mundo de un extremo a otro.
Alcanzó cosas que no imaginó, ahora incluso tiene una casa propia.
“Mi vida cambió, construí una casa en Tanzania y todo ha ido mejor. Esto es algo que nunca me imaginé que iba a alcanzar”, acotó.
Actualmente, tiene un trabajo envidiable, pero aún tiene un sueño: ayudar a otros como una vez lo hicieron con él.
“Quiero convertirme en un promotor de artistas, para buscar trabajo a más personas en mi país”, concluyó el contorsionista.