Honduras, Guatemala y República Dominicana mostraron sus raíces

Una parte del mundo se abrió ayer en Siquirres. A través de las danzas, tradicionales, tribales y ceremoniales, el IX Festival Nacional de las Artes dio un espacio valioso, cual gema, al mostrar tres vertientes de raíces culturales: la indígena maya, la garífuna y las de República Dominicana.

Cuando ya la carpa del bulevar estaba bien ocupada por adultos, jóvenes y niños, empezó, a las 3 p. m., la entrega de danzas de Los Guloyas, de República Dominicana.

Cuatro bailarines, de 23 que conforman la agrupación, tomaron el escenario con sus tocados de plumas y coloridos trajes con faldones y capas llenas de espejitos.

En formato reducido entonces Julián Aranes, Javielito Aranes, Irene Margarita Castro y Fidel Norberto López, fueron mostrando historias de paz, de guerra, de despecho y de competencia.

Con Danza Coodri, tocaron el tema de la paz y con La danza del Momic bar contaron la historia de esos hombres que se van por meses a la tala de madera y, al regresar, se encuentran a su mujer con otro hombre como pareja.

La mezcla de Will Indiana y Piccofti le sirvió a este grupo de República Dominicana como cierre. Fue una danza en que los hombres compiten primero uno a uno; luego dos a dos, y, finalmente, entre todos, para ver quién se desempeña mejor y luce las mejores plumas.

En una de sus danzas, invitaron a quien quisiera subir al escenario; entonces, la tarima se llenó de niños en una clara evidencia de que la gente de Siquirres participa, a su manera, del arte.

Entrega garífuna. La danza tenía más representantes en la carpa del bulevar. Tras la dosis dominicana llegó, a las 4:05 p. m., el grupo Así son ellas Hanichigu Garinagu, proyecto de música y danza garífuna desde Honduras.

Acompañadas por dos percusionistas, tres bailarinas salieron a es cena rotundamente gruesas y, “orgullosamente negras”, como dijo Rosalba Batiz, una de ellas.

Procedentes de la comunidad garífuna de Santa Fe, en el departamento de Colón, Honduras, estas mujeres empezaron su entrega con El padre nuestro y el Himno Nacional de Honduras en su lengua originaria, la garífuna.

Entre cantos profundos, intensos movimientos de caderas y hasta sonidos de caracoles, el grupo fue dando cátedra de sus tradiciones como pueblo originario.

Mostraron los utensilios de tradiciones ancestrales que aún emplean en sus vidas cotidianas: la fanía (canastos) para llevar yuca, mandioca y otros tubérculos y vegetales; maracas, tambores, guacal, canalete y hasta el cangre (un atado de “palitos” que siembran para que den yuca).

Se fueron también los hondureños entre aplausos.

A las 5:20 p. m. el arte se pasó al zacate y al cielo abierto. En un espacio preparado meticulosamente con un círculo de hierbas y velas, Oxlajul B’aqtun, de Guatemala, hizo sus danzas prehispánicas.

Fueron intensas y convocaron un generoso círculo de espectadores sorprendidos por sus bien elaborados trajes a Q’uq’umatz, la autoridad y la sabiduría; Rejqulem, el carga el tiempo; Wuqu’ Kaqix,la siete guacamayas; Jun Ajpu, el sol y la luna; Yaxbalamkej, el caminante ser humano-jaguar; Keme’, el inframundo y Tukur, el búho mensajero del inframundo.