San José
Los integrantes del Grupo Ubuntu son ambiciosos. En su debut, asumieron la dura tarea de montar Decime que tenemos tiempo ("Dime", en el original), del peruano César de María. Este libreto es un desafío por donde se le mire: complejo en su estructura temporal; sorpresivo en los giros de su narrativa y exigente para cualquier dupla de intérpretes que asuma los roles protagónicos.
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La línea argumental es, en apariencia, simple. Las veteranas comediantes Valentina y Mariví se reúnen después de veinticinco años de separación profesional. A cambio de un jugoso salario, deberán presentar el exitoso show televisivo de Cachavacha y Pachuca. El espectáculo no tiene ningún mérito artístico, pero es del gusto masivo por lo que las mujeres parecen estar a punto de aceptar.
En realidad, esta historia es apenas un pretexto para encubrir los secretos, desaires y sueños truncados de la pareja. Las revelaciones que van emergiendo a lo largo de la trama nos ubican en el registro de la tragedia mixta (suma de atmósferas trágicas y elementos cómicos). A la vez, la obra reflexiona sobre la actuación ejercida como arte o, en el peor de los casos, como negocio puro y duro.
En el primer acto, el director Armando Solano acertó al sintetizar en un solo espacio las dos locaciones –distantes entre sí– donde Valentina y Mariví sobrellevan sus pesadas existencias. El tratamiento de la escena nos engaña con elegancia al hacernos creer que las mujeres están reunidas en un mismo lugar mientras dialogan. Luego entenderemos que algo diferente está sucediendo.
En el segundo acto, la puesta comenzó a exhibir sus limitaciones. A pesar de los veinticinco años entre el primer y segundo acto, no se apreciaron modificaciones en el diseño de personajes. No hubo esfuerzos para variar la caracterización, por ejemplo, a partir de recursos vocales o corporales. Y aunque el tango de Gardel proclame que "veinte años no es nada", el verso no debería tomarse tan al pie de la letra.
En los pasajes más álgidos del conflicto las actrices "arrastraron" las acciones. En otras palabras, no construyeron matices específicos para cada momento de la situación dramática. El desempeño actoral estuvo planteado en una misma tonalidad por lo que la obra se percibió plana y monocorde. No se alcanzó esa progresión de intensidades necesarias para llegar al clímax con el público al filo de la butaca.
Esto fue una lástima porque el libreto se ideó para torcer las fibras emocionales de la audiencia. Las actrices y su director no lograron sacarle el mejor partido al texto por falta de experiencia. Eso es comprensible, pero no puede ser excusa si tomamos en cuenta que también se evidenciaron tropiezos a la hora de enunciar los diálogos.
En el futuro, Ubuntu podrá reflexionar sobre la viabilidad de materializar un libreto, en términos de las propias fortalezas y debilidades artísticas, a fin de abordar dicha tarea con rigor. En este caso, la ambición de enfrentar una dramaturgia compleja dejó la imagen de un trabajo todavía en proceso. De cualquier forma, el grupo tendrá tiempo para solventar pendientes y perseverar en sus metas, hasta alcanzarlas.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Armando Solano
Asistencia: Ilse Faith
Libreto: César de María (Perú)
Elenco: Vanessa Vargas, Jazmín Nájera, Randy Gutiérrez
Producción, vestuario, luces: Grupo Ubuntu
Escenografía: Erick Faith, Armando Solano
Música: Gerson Arias
Espacio: La Casona iluminada
Fecha: 10 de julio de 2016