Luisa y Matt viven la intensidad del amor adolescente. Sus respectivos padres aprueban la relación y desean llevarla hasta el matrimonio. Para esconder sus intenciones y acelerar el fervor juvenil, los progenitores buscan el consejo de un bandido apodado El Gallo. Entre todos, urden un plan para simular un rapto y hacer quedar a Matt como un héroe ante Luisa.
Este desencadenante detona la trama de The Fantasticks – clásico del teatro musical neoyorkino –. Las peripecias derivadas de la puesta en marcha del plan constituyen un catálogo de hechos triviales. No los referiré aquí porque, si bien es cierto que el espectáculo cumple con las exigencias formales e interpretativas del género, no ofrece nada más allá de eso.
El dispositivo escenográfico mimetiza la pista de un circo con sus mástiles y luminarias. Allí se sobreponen otros espacios como los patios colindantes de Matt y Luisa o el bosque en el cual ambos caen embrujados por el amor.
Los acabados de varios elementos de utilería son intencionalmente acartonados: simbolizan el carácter ilusorio de las pasiones afectivas.
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En el plano literario, la obra se nutre de una tradición en la cual destaca –de manera principal– Les romanesques de Edmond Rostand. También aparecen referencias directas al mito de Píramo y Tisbe asimilado por obras de la talla de Sueño de una noche de verano y Romeo y Julieta , las dos de William Shakespeare.
A pesar de semejante linaje y de las pertinentes resoluciones en todos los apartados de la plástica escénica, esta obra es argumental e ideológicamente indefendible. Los cambios en el rumbo de las situaciones son arbitrarios. No surgen de la necesidad dramática de los personajes, sino de la imposición de un dramaturgo que inventó a El Gallo para imponer su voluntad en ese universo ficcional.
Esto hace que los personajes sean caricaturas incapaces de generar empatía. Además, los empalagosos diálogos de la joven pareja terminan siendo letra muerta o –peor aún– un compendio de clichés sobre el amor romántico. La conducta absurda de los adultos, el tratamiento edulcorado de los conflictos asociados al crecimiento y el retrato de los actores como charlatanes se suman para ofrecernos una visión de mundo desfasada e ingenua.
Reconozco y aplaudo el esfuerzo del elenco y del ensamble de ejecutantes musicales por defender –con calidad– su trabajo. Hay que tener una sólida ética laboral para salir a escena a poner la cara por un argumento amparado a un éxito medible en años de permanencia en carteleras foráneas. En todo caso, tal y como lo señala el libreto: “siempre habrá un público, en alguna parte”.
Al final de la función, mientras veo caer una lluvia de escarcha, mascullo la profética frase que El Gallo usa al presentar a uno de los personajes: “les advierto, puede resultar monótono”. En un país en el que no sobran los espectáculos teatrales de contenido relevante, invertir recursos y talento para importar un cuento de hadas con happy ending resulta incomprensible.
The Fantasticks
Dirección: Richard Clodfelter
Libreto: Tom Jones y Harvey Schmidt
Elenco: Susana Velasco, Fabián Arroyo, Erick Córdoba, Jonnie Obando, Winston Washington, Fernando Montero, Carlos Alvarado, Alonso Saavedra, Gina Hidalgo, Daniela Valenciano
Arreglo musical: Carlos Escalante
Vestuario: Francisco Alpízar
Coreografía: Humberto Canessa
Escenografía e iluminación: Emilio Aguilar
Espacio: Teatro Espressivo
Función: 4 de setiembre del 2015