Cuando nos referimos a un ciclo de actividades culturales presuponemos la existencia de un vínculo temático o formal de las partes que constituyen el todo. Si no es así, entonces hablamos de una muestra. El Ciclo Suiza 12 en 20 terminó siendo una muestra o, para ser más claro, una sumatoria de materiales tan heterogéneos que se hace difícil conectarlos entre sí.
Los elementos comunes a las doce piezas (tres por fin de semana) fueron la extensión (20 minutos), un par de sillas y una línea de bulbos eléctricos. La organización del evento impuso estas condiciones –por igual– a todos los directores. Dejando al margen la variable del tiempo, las bombillas fueron simple decorado en la mayoría de los casos. La humilde guirnalda lumínica generó poco resplandor durante la temporada.
Los asientos sí funcionaron como objetos significativos o disparadores de acciones en Qué bajonazo de azúcar de Ricardo Tames, De lugares y otras casualidades de Akelarre Impro y Un mordisco mon amour de Natalia Mariño.
En la primera, las sillas se vuelven soporte de las partituras corporales de los actores. En la segunda, refuerzan la idea de altura y riesgo para una chica que desea ponerle fin a sus días y otra que procura disuadirla. En la última, evocan la ausencia de una mujer en un fallido encuentro romántico. Aparte de estas excepciones, los objetos y su diálogo con el espacio no fueron sólidos motores de las propuestas.
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Sin este amarre de elementos en común, el ciclo se desarrolló por donde cada director quiso o pudo. A modo de inventario, observamos fragmentos de un espectáculo del año pasado; dos ejercicios de Impro; una coreografía de danza contemporánea; el avance de un documental; unas cuantas obras de corte realista y un par de experimentos al nivel de un show de variedades.
Podría pensarse que la diversidad de estilos, géneros y temas fue una fortaleza del evento, pero sucedió lo contrario. Nada se vinculaba entre sí. No había el menor trazo de un conjunto armado con criterios de unidad. El ciclo prometido no apareció por ninguna parte. Y lo peor de todo es que la mayoría de los trabajos evidenciaron escaso rigor en sus puestas, actuaciones y resoluciones formales.
Debo decir, muy a mi pesar, que he apreciado más seriedad en algunos exámenes de las escuelas universitarias de teatro. Eso no es aceptable si la actividad se promociona como una síntesis representativa del quehacer escénico local o como un formato innovador. Al respecto, si se le quiere dar continuidad al proyecto, se vuelve indispensable proponer pautas curatoriales para fortalecer su perfil, objetivos y metas.
Sin una base conceptual que articule esfuerzos, el ciclo estará destinado a ser un cúmulo de retazos escénicos puestos en fila hasta alcanzar la cuota de doce obras exigidas por su título. Subrayo que mis apreciaciones no abarcan a Ycosedron (la danza no es ámbito de mi competencia) y a Comencemos con lo primero porque sentarse frente a un auditorio a mostrar un video no es –ni por asomo– una expresión de teatralidad.
Ficha artística
Espectáculo (Dirección): Pecado (Andy Gamboa), Qué bajonazo de azúcar (Ricardo Tames), Poesía a la carta (Gastón Ferrer), De lugares y otras causalidades (Akelarre Impro),Una caja con huesos (Daniel Ross), Un mordisco, mon amour (Natalia Mariño), Al mismotiempo (Impromptu Teatro), Historia en un vagón (Marcia Saborío), Comencemos con loprimero (Cristóbal Serrá), Marzo (Alex Catona), What's my name? (David Korish), Ycosedron (Gustavo Vargas).
Gráfica: Esteban Moscoso, Mariela Richmond.
Videos: Adriana Montealegre.
Fotografía: Iván Rojas, José Pablo Porras.
Producción: Carolina Lett, Óscar González, Esteban Moscoso, Jennifer Monge.
Espacio: La Casona iluminada.
Fecha: 3, 10, 18 y 26 de junio deL 2016.
Nota del editor: este artículo se publicó originalmente en la edición impresa del 3 de julio.