No sé cuantas veces me salvó la vida una canción. De verdad, no lo sé. Lo que sí sé es que la frase, así al vuelo, podría sonar más dramática de la cuenta. Y no es esa la intención; pero es que no está lejos de la verdad. El cine, el teatro, la música, la danza, la literatura… ¿quién no ha encontrado refugio de las penas de la vida en el arte?
Entendido así, como una creación libre a la cual cada uno de nosotros llega por su propio camino, el arte se convierte en el equilibrio natural de la rutina y la ordinariedad propia de la vida adulta. Es nuestra ventana particular y personalizada de escape… ese necesario punto de caos y liberación. Es también, punto vital de encuentro: el arte nos acerca.
¿Cuántos buenos amigos hemos hecho a partir de una película, una banda o una novela? No hay nada como compartir pasiones para consolidar un vínculo humano, para sobrevivir juntos. ¡Para aprender juntos, carajo! Porque el arte educa, enseña y edifica.
Una de las más recientes enseñanzas que me dejó el arte vino de la mano de Amanda Palmer, cantante y música cuya charla en TED tituló (disculpen la reiteración, el nombre es de ella y es muy en serio): “El arte de pedir”.
Resulta que el más reciente disco de Palmer, Theatre is Evil (2012), se financió con dinero donado por más de 25.000 seguidores, que recaudaron cerca de $1.200.000 (para entonces el más exitoso Kickstarter de cualquier músico). ¿Cómo logró esta mujer tanto respaldo? Atreviéndose a pedir y confiando en los demás.
“Pedirle a los demás te vulnerabiliza”, dice Palmer, quien antes de conocer el éxito pasó cinco años en la calle disfrazada de estatua, repartiendo flores y sonrisas a cambio de solo monedas. “Si confías en que los demás te ayudarán, a menudo lo hacen”, agrega.
Tras el anuncio de que el concierto de cierre del Festival Internacional de las Artes no sería de entrada libre, un grupo de periodistas, comunicadores y ciudadanos nos atrevimos a pedir. Golpeamos la mesa. Alzamos la voz. Defendimos lo que desde nuestro punto de vista era un atropello al espíritu inclusivo y solidario del Festival en el más icónico de sus eventos. Y las autoridades nos escucharon. Le encontraron la comba al contratiempo y resolvieron por y para el pueblo.
Que celebra.
Porque el arte es refugio, escape, encuentro, cultura, educación.
Y gracias al FIA, una vez más, el arte es por y para todos.
¡Enhorabuena!