Anochece en San Pedro. En el parqueo de la facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica (UCR), un grupo de covers de Red Hot Chili Peppers llamado Suck My Kiss toca el tema By the Way. La mayoría de unas 400 personas alzan su voz en coro durante los primeros versos del tema, y Eduardo Quesada –líder de Dtour, otro grupo de covers, pero de los Beatles– le echa ojo a la concurrencia y dice:
—Toda esta cantidad de gente que está escuchando un cover aquí lo está disfrutando, porque los que escuchan radio no van a escuchar música nacional, lamentablemente, sino que escuchan estos grupos. Acá no existe inversión en la música; solo se invierte en lo que llena.
Desde 2008, Eduardo y Dtour se sumaron a la amplia oferta de grupos tributo en el país. Eduardo tenía sus canciones, también; todavía las tiene, pero antes las presentaba en público. Ahora, se dedica por completo a tocar éxitos de los Beatles de la mejor forma posible. Es su trabajo, de eso vive: con su banda podría tocar la discografía completa del cuarteto de Liverpool sin problema alguno.
Su padre, Roberto Quesada, obtuvo su apodo “Martina” cantando un cover del tema popular latino 15 años tenía Martina con el grupo tico de música tropical Los Hicsos. En la casa de los Quesada, la música –sea como sea– era un trabajo honesto.
Gran parte del público ni se llega a dar cuenta, pero lo que Eduardo hace y lo que su padre hizo y lo que Suck My Kiss está haciendo en el escenario –interpretar en directo canciones prestadas– es harto criticado por un sector del gremio musical que defiende, por sobre todas las cosas, la composición original.
No es que ese grupo de artistas no quiere que existan bandas de covers ni tributos, sino que consideran que el público haría bien en apreciar más la música contemporánea creada por compositores costarricenses, que los hay muchos en todo el país.
No es sorprendente, entonces, que a ese sector del gremio le enojara profundamente que durante una tarde de la Semana Universitaria, el martes 26 de abril, cinco bandas de covers se presentaron en el campus de la UCR.
Una fan de Foo Fighters se desgalilla en el tributo a ese grupo estadounidense, por parte de The Wheels. / Fotografía: Gabriela Téllez.Menos de una semana antes del concierto –intitulado Campus Rock– un colorido afiche empezó a circular en redes sociales. En grande, resaltaban los nombres de las leyendas: Bob Marley, Red Hot Chili Peppers, Foo Fighters, The Beatles y Pink Floyd. Un concierto que no pudo haber existido tratándose de los músicos originales de esos actos, dado que entre sí ni siquiera convivieron al mismo tiempo.
Al lado de los grandes nombres, en letra menuda, cinco bandas tributo –Killer Diller, Suck My Kiss, The Wheels, Dtour y The Surrogate Band, respectivamente– figuraban como responsables de traer a la vida los temas de las luminarias. El “festival tributo”, como le apodaron en Facebook, levantó roncha en redes sociales y a la Federación de Estudiantes de la UCR (FEUCR, ente organizador de Semana U) le llovieron críticas.
Acostumbrados a ver desfilar talento original en las tarimas de la UCR durante los últimos años, muchos músicos le reprocharon a la FEUCR que se gastase recursos y le diera espacio a intérpretes de música prestada, cuando se ha estilado que artistas utilicen Semana U como plataforma para atraer nuevo público o consolidar su audiencia existente.
Esas cinco horas en las que sonaron clásicos del rock y del reggae se convirtieron en el epicentro del descontento, y provocaron el renacimiento de una conversación que en el gremio parece eterna: la guerra de los covers contra la música original.
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Antes de que la humanidad encontrara métodos para registrar obras musicales, las canciones eran piedras preciosas que –mediante la tradición oral– se pasaban de generación en generación. Por eso, mucha de la música tradicional de todas las culturas del mundo fue hecha por compositores anónimos; las canciones eran legados y privilegios tribales, esenciales para las distintas prácticas de los grupos sociales a través de la historia.
Algo similar sucede desde que se empieza a grabar música: algunas canciones se hacen universales, al punto de que empiezan a considerarse patrimonios de la humanidad. Sin importar si se distribuyeron a oído o por medio de acetato, la música trascendental se siente –ineludiblemente– como propiedad de todos.
A mediados del siglo XX, cuando echa a andar la música popular y estallan numerosos fenómenos culturales ligados a la música pop, algunos artistas se popularizan tanto que surgen los tributos, homenajes o ejecuciones de terceros. Estaban, por ejemplo, los imitadores de Elvis Presley. También saltó a la fama The Buggs, un grupo de músicos estadounidenses que se montó en el tren de la Beatlemanía de mediados de los 60 para interpretar en vivo, vestidos iguales a los Beatles, las canciones de la banda más grande del planeta.
Quienes no podían ver en vivo a Elvis o a los Beatles, disfrutaban de igual manera de verlos a ellos. Era, en esencia, un método sincero y asequible de entretenimiento.
Aquellos no serían casos aislados, sino que terminarían en tradición. Banda o artista masivamente popular que surgiera recibía, sin duda alguna, el tratamiento del tributo, un negocio divertido para los imitadores y un problema para algunos artistas. Conflictos legales entre artistas e imitadores han sido comunes durante las últimas cinco décadas; este año, por ejemplo, un abogado de Metallica envió un cese y desista a un grupo de covers canadiense. La banda luego se retractó y pidió disculpas.
Australia, un país solo y recóndito, cultivó una cultura de tributos que incluso hizo exageradamente célebres a algunos de los imitadores, laureados en una isla a la que pocos artistas famosos solían llegar. La actitud era que si alguna estrella no viajaba hasta Australia, algún australiano podía tocar su música, porque al final de cuentas importan más las canciones.
Grueso del público de la tarima principal durante el espectáculo de un acto menos conocido. / Fotografía: Gabriela Téllez.Costa Rica vio surgir algo similar, pero se trató de bandas que desde finales de los 60 tenían repertorios llenos de covers de los grupos populares del momento. Luego llegaron, claro, conjuntos como Los Hicsos, que se enfocaban en canciones latinas; pero también casi todas las bandas de rock de la época tocaban piezas que venían de Estados Unidos e Inglaterra, las mecas de la cultura pop.
Durante la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de grupos costarricenses de rock no presentaba música original en directo. Claro que había bandas de puro material propio, y hubo años en los que las composiciones propias se abrieron paso, pero lo original no fue la norma sino hasta la década de 1990.
Justamente por medio de conciertos en espacios como Semana U (donde comúnmente tocaban grupos de covers como Las Tortugas) fue que se dieron a conocer bandas que tenían el coraje de solo tocar sus canciones, como El Parque y Gandhi.
En un medio acostumbrado a la poca creatividad, el advenimiento de ese tipo de conjuntos fue un marcador en la historia de la música local, y atrajo a un público gordo al que aquello de los covers no le satisfacía tanto como ver a Luis Arenas cantar con El Parque la canción Juana Escobar (Juanita) antes de que fuera famosa.
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Como lo evidencian el cartel del “festival de tributos” de esta Semana U y los calendarios de los recintos para conciertos en el país, las bandas tributo siguen teniendo relieve en el mapa del rock nacional. Todos los meses hay homenajes a distintas bandas extranjeras y todas las semanas hay grupos tocando todos los éxitos del mundo en bares a lo largo de las siete provincias.
Así reaccionó parte del público al repertorio de Fuerza Dread, cuyo cantante principal enfermó antes del show. / Fotografía: Gabriela Téllez.Incluso músicos que se dieron a conocer por su música original, como Kurt Dyer con el grupo Nada, han dejado de lado sus composiciones para dedicarse a tocar covers, siendo esa su principal fuente de ingreso. El ya mencionado Luis Arenas, curiosamente, divide su tiempo en el escenario entre sus proyectos originales y su proyecto Máquina del Tiempo, en el que actúa como una suerte de rocola humana.
Los datos no existen en duro, pero basta con acercarse un poco a la escena local para darse cuenta de que no hay tantos músicos viviendo solo de su música original como los hay ganándose los cincos tocando covers. Más allá de si eso es negativo o positivo, loable o criticable, es un espejo de la pequeña industria musical de un país en el que el ejercicio artístico parece ir siempre a contracorriente.
Eduardo Quesada es uno de los que vive de la música, en su caso de interpretar canciones de los Beatles de una forma que al público parece fascinarle. En su concierto en Semana U, Dtour tocó frente a más de 600 fans emocionados con cada una de las canciones.
“Hay una percepción de que las bandas tributo nada más llegamos, conectamos y tocamos la canción, que no la estudiamos”, manifiesta Quesada, y asegura que ha dedicado miles de horas a estudiar la música que incluye en su show.
“Si el día de mañana yo logro hacer que la gente coree una canción mía... ¡ese es el sueño de todo músico! Pero para hacer eso hay que ponerle muchos años y hay que ver qué tanta plata hay”, dijo el cantante y guitarrista.
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El festival Campus Rock en Semana U, en el que sonó desde Bob Marley hasta Pink Floyd, fue una iniciativa de los grupos de estudiantes de la facultad de Ciencias Económicas. Andrés Villalobos, presidente de la Asociación de Estudiantes de Economía, manifestó que la intención con el concierto era darle "un toque diferente a la tarima de Ciencias Económicas”.
“En parte fue para poder competir; como había varias bandas a la misma hora en la tarima principal (en el parqueo de Ingeniería), pensamos en cómo competirle para atraer a un cierto público, a un mercado, y se nos ocurrió la idea de los tributos de artistas que a mucha gente le gustan y que bandas nacionales tocan”, agregó.
Dtour se dedica a interpretar la música de los Beatles. Eduardo Quesada, líder, viste camiseta blanca. / Fotografía: Gabriela Téllez.Luis Siles, presidente de la FEUCR, aclaró que la Federación solo organizó los conciertos de la tarima principal y que colaboró con algunos detalles de la tarima de Económicas. (Villalobos apuntó que el aporte de la Federación se utilizó para pagarle a las bandas de covers.)
Siles fue enfático en que había una “voluntad de un grupo de estudiantes importante de que no ha habido un tributo a artistas importantes”. “La idea es tener un espacio y una oportunidad para escuchar esa música en vivo, porque muchos quizá no van a poder hacerlo”, dijo.
La Federación le apostó a un público estudiantil y externo que asiste a conciertos de covers, y funcionó: al final de la noche, cuando The Surrogate Band tocaba temas de Pink Floyd, unas 700 personas disfrutaban del concierto en Económicas. Al mismo tiempo, en la tarima principal (a escasos 300 metros de distancia), la banda de reggae Ojo de Buey animaba a unas 500 personas.
La tónica fue similar durante todo el día: Zakate tocó música original frente a 40 personas, Avanti Luz atrajo a unas 100, y Fuerza Dread tocó para 400. Fuerza Dread se presentó al mismo tiempo que The Wheels (tributo a Foo Fighters) y contó con más público que el grupo de covers, a pesar de que su cantante enfermó y tuvieron que resolver con coros y varios vocalistas invitados.
Killer Diller, un grupo de música original que a veces toca covers y que meses atrás presentó un homenaje instrumental a Bob Marley, fue contratado para tocar temas del ícono del reggae en Económicas. Con integrantes de bandas como Cocofunka, Un Rojo y Passiflora, el grupo presenta la música del Bob a su manera, con arreglos originales y voces femeninas.
Nacho Páez, guitarrista de Un Rojo y Cocofunka, entre otros grupos, fue parte de los tributos. Junto a la banda Killer Diller, tocó temas arreglados de Bob Marley. / Fotografía: Gabriela Téllez.“En realidad no estoy de acuerdo (con los covers en Semana U)”, dijo Nacho Páez luego de bajarse tarima. Páez toca con Cocofunka, Un Rojo, Mentados y Killer Diller, y es uno de tantos músicos con grupos de material original que tocaron covers esa tarde en la sede Rodrigo Facio. Cuando sonaron piezas de Red Hot Chili Peppers, por ejemplo, más de la mitad de integrantes actuales de Akasha estaban en el escenario.
“La ‘U’ fue siempre un lugar para la música original, pero aquí los estudiantes mandan, y ellos querían esto”, comentó Páez. “Alguien que trabaja en música viene aquí cuando le dicen ‘toque música’ y lo hace bien. Para mí, los músicos y los artistas son adictos al drama, hay que trabajar y dejarse de tanto drama. Yo vivo de esto. Yo no toco tributos, pero la ‘U’ quiso que alguien tocara lo del Bob. No le copiamos; aprendimos de él”, agregó.
Emmanuel Sotela, guitarrista de Akasha e intérprete de los covers de Red Hot Chili Peppers esta tarde, considera que es un error satanizar los tributos. “En Semana U hay un espacio para ambas cosas; por ejemplo, yo estoy súper emocionado por el concierto del jueves (un festival de bandas ticas de los 90)”, argumentó el músico, quien tres días antes llegó al país proveniente de Europa, donde tuvo gira con Akasha.
Más a veces que nunca, la dicotomía entre covers y música original está edificada a través de músicos que tocan ambas cosas, y que ingresan al mundo de los tributos para ganar dinero extra, para matar fiebre de fans o para resolver las dos situaciones.
“Es un brete honesto, pero no hay mejor sentimiento en el mundo que ver a gente corear algo que creaste. Quienes tocan covers no tienen videos, no tienen discos... Es más fácil para hacer harina, pero nunca vas a disfrutar de entrar a un estudio; de ser un artista y no un ejecutante”, manifestó Sotela.
“Este tipo de reacción (que el público se emocione tanto con covers de Foo Fighters) yo la he visto con nuestra música original acá mismo en Semana U”, concluyó.
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Así se veía la audiencia durante la noche en el “festival de tributos” de la Semana U. / Fotografía: Gabriela Téllez.Las diferencias entre el concierto de música original y los tributos eran obvias: todos los presentes se sabían las canciones de los artistas extranjeros, y brincaban y bailaban emocionados, al mismo tiempo que frente al escenario de bandas locales el público no cantaba tanto, sino que ponía atención y contemplaba en quietud.
Rodolfo Fo León, productor y gestor de proyectos musicales independientes en el país (entre ellos la promotora Perra Pop.), explica: “La música original, más que una manifestación de la cultura y voz de una generación, es un ejercicio de creatividad pura y Semana U es el lugar donde los proyectos artísticos finalmente amarran un público que los sostiene por años”.
Naturalmente, es más fácil relacionarse con canciones que uno ya conoce y estima, que darse la oportunidad de enamorarse de un tema nuevo que todavía no le ha dado vueltas al mundo. Lo cierto es que en la Semana U –y en el circuito de conciertos nacionales a nivel macro– hay cama para todos, para bien o para mal. Lo que no hay es dinero para todos.
Sobre lo que representó Campus Rock a largo plazo, León lamenta la posibilidad de que se pierda un espacio vital para la escena independiente (en un país en el que todos los músicos son independientes). “Se sobreentiende que el entretenimiento puro es válido y que las asociaciones estudiantiles de la UCR pueden apoyar lo que encuentren más satisfactorio, pero sí es una ventana menos para el arte original y las ideas nuevas”, argumentó.