Costa Rica había sido nominada al Premio Nobel de la Paz cuatro años antes de que el comité noruego se lo entregara a Óscar Arias Sánchez por su plan para poner fin a la guerra en Centroamérica, en 1987. La eliminación del ejército, dar prioridad a la inversión en educación y salud y la proclama de neutralidad fueron las primeras razones para postular al país dos veces.
Este fue uno de los ‘descubrimientos’ durante el proceso de elaboración de este especial, con el que se pretende rendir un homenaje a los ticos más universales que ha engendrado este país.
La revisión de decenas de documentos sobre los costarricenses que han sobresalido en el mundo en los últimos setenta años, nos permitirá conocer que Andrey Amador –sí, nuestro Andrey, el de la maglia rosa del Giro de Italia 2016– fue vencido por el cerro de la Muerte durante la vuelta ciclística del 2005.
Y admirar y conocer también a Julita Cortés, voz de Los Machucambos, quien fue descubierta en lo que podría considerarse el predecesor de los karaokes actuales: un salón de música en el barrio Latino de París, donde ella cantaba con un grupo de amigos. De ahí saltó a la gloria de la fama.
Repasar la vida de ticos sobresalientes nos permite valorar aún más el esfuerzo magnífico de un artista que hoy se encuentra posicionado entre los grandes de la humanidad: Jorge Jiménez Deredia. Antes de colocar sus estatuas en el Vaticano o en el Foro Romano, este Maestro pasó hambre y frío con su familia en los rudos inviernos italianos.
En cada historia de estos hombres y mujeres encontrará elementos comunes: sueños de niños convertidos en realidad con esfuerzo, disciplina y compromiso. Porque no hay ruta rápida para las grandes obras.
Como se lo anunció la mamá a la científica de la NASA, Sandra Cauffman, cuando le confesó que soñaba con ir a la Luna: “Nada más esfuércese y estudie porque uno no sabe las vueltas que da el mundo”.