(ADRIAN ARIAS ADRIAN ARIAS)
Aunque el tema en discusión es sin duda dulce, el debate ha sido bastante ácido. Hace algunas semanas, la Organización Internacional del Azúcar, con sede en Londres, Inglaterra, salió al paso de una investigación según la cual el azúcar, más allá de provocar gordura, podría tener consecuencias nefastas en la salud humana.
Fue un estudio hecho en la Universidad de California, San Francisco (UCSF), y participaron en él médicos en endocrinología, neurología y nutrición de Estados Unidos. Los resultados se publicaron en febrero en la revista
En pocas palabras, los especialistas concluyeron que la ingesta de azúcar refinado y el hecho de que se añada a gran cantidad de productos, puede favorecer la aparición de diabetes, problemas cardíacos e incluso algunos tipos de cáncer.
Entre los panelistas convocados por CBS, se encontraba el endocrinólogo y pediatra Robert Lustig, quien dijo abogar porque sus pacientes disminuyan al máximo o eliminen por completo el azúcar refinado, al que considera “tóxico”, un término que algunos consideran “amarillista” y “carente de sustento científico”.
Mas Lusting se explica: al principio, los seres humanos obtenían la fructosa a través de pequeñas cantidades de fruta, pero, poco a poco, cuando los procesos para refinar el azúcar se popularizaron, la gente comenzó a “engolosinarse” con alimentos azucarados. Y el problema –continúa– no es solo añadir kilos a la balanza.
Los estudios hechos en la UCSF explican que cuando una persona consume muchos productos dulces, el hígado colapsa.
De acuerdo con la bióloga y nutricionista Kimber Stanhope, este órgano se sobrecarga con fructosa y comienza a transformarla en grasa. Un porcentaje de esa grasa llega al torrente sanguíneo y, poco a poco, se van formando placas que obstaculizan el flujo de la sangre y podrían causar un infarto.
Lewis Cantley, profesor de la Universidad de Harvard y jefe de un centro de cáncer llamado Beth Israel Deaconess Cancer Center, advirtió que cuando se ingiere azúcar en exceso, se provoca un súbito aumento en la insulina y esta reacción podría transformarse en alimento para algunos tumores.
“Casi un tercio de las células malignas de los cánceres más comunes, en cuenta el de mama y el de colon, tienen en su superficie los llamados ‘receptores de insulina’. La insulina se une a estos receptores y da la señal al tumor de que comience a consumir glucosa, la cual es usada por las células cancerosas para crecer”, explicó el médico.
En el cerebro, el azúcar también podría dejar sus marcas. Eric Stice, neurocientífico del Oregon Research Instituto, contó en
Lo que ha visto hasta ahora, dice, es que el azúcar es una sustancia más mucho más adictiva de lo que se creía.
Desde esta perspectiva, sacarlo de la dieta por completo puede resultar un reto muy difícil. Pero, en todo caso, ¿es realmente necesario sacarlo de la dieta?
Se equivocan quienes crean
que este es un debate nuevo. La discusión sobre las mieles y las hieles del azúcar se remonta a la década de 1960 y todo parece indicar que aún no se llega a consenso alguno. De hecho, existen investigaciones muy serias de otras universidades e institutos que desmienten que el azúcar sea perjudicial.
Un comunicado de la Organización Internacional del Azúcar insiste en que no se ha podido demostrar que una reducción en el consumo de este producto, lleve a mejoras en la salud pública o disminuya la mortalidad.
Su posición riñe con la de especialistas en el área de la salud que insisten en que se ha demostrado que un consumo excesivo de azúcar (en repostería, postres, golosinas y bebidas azucaradas) eleva los niveles de triglicéridos, de grasa y de sobrepeso, y lleva a una sobreproducción de insulina en el páncreas (debido a las alteraciones en los niveles sanguíneos), lo cual puede generar resistencia a esa insulina, síndrome metabólico y diabetes.
Así lo explica el médico endocrinólogo costarricense Luis Jiménez Briceño.
Cuando las personas presentan un exceso de insulina en sangre (complicación llamada hiperinsulinemia), pueden mostrar un oscurecimiento en la piel llamado
La solución, advierte Jiméménez, no es eliminar el azúcar del todo, sino aprender a ser moderados y evitar las fuentes sobrecargadas de este ingrediente.
Para eso, lo mejor es leer con cuidado las etiquetas de los productos (incluyendo las bebidas) y así determinar sus cantidades de azúcar.
El experto no está de acuerdo en calificar de tóxico al azúcar: le parece una posición exagerada, más si se toma en cuenta que otros productos como la sal, las carnes o las harinas podrían ser igualmente nocivas para el organismo si los consumidores no limitan su ingesta.
“Hasta el abuso del agua o el oxígeno en demasía, pueden acarrear problemas”, se lee también en el comunicado difundido por la Organización Internacional del Azúcar.
La nutricionista Consuelo Pardo piensa parecido. Según ella, el cuerpo necesita azúcar porque es una fuente de energía, de modo que no debe desterrarse de la dieta sino manejarse dentro de los límites adecuados.
Pardo asegura que el azúcar común, así como las variedades de azúcares agregados (azúcar moreno, jarabe de maíz de alta fructosa y miel, entre otros), figuran en la lista de “alimentos seguros para el consumo” elaborada por la Administración de Drogas y Alimentos (Food and Drug Administration, FDA) de Estados Unidos.
En lo que no logran ponerse de acuerdo los conocedores es en cuál es la ración idónea por día, pues esta depende de múltiples factores como condición física, edad, sexo, talla y cantidad de actividad física.
Según explica, en una dieta de 2.000 calorías la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria acepta un consumo de 90 gramos diarios (45 gramos de azúcares naturales y 45 gramos de azúcares agregados), equivalente a unas 22 cucharaditas a lo largo del día, en distintos alimentos.
Claro, no todas las fuentes de azúcar son igualmente sanas. Para explicarlo, empecemos recordando que los carbohidratos o azúcares se dividen en simples o complejos, lo cual depende de la estructura química de cada alimento y de la rapidez con que se digiere y se absorbe.
Los azúcares simples están compuestos por una unidad de azúcar (como la fructosa o glucosa) o por dos unidades de azúcar (como la lactosa o sacarosa).
Estos son una buena fuente de energía y se hallan en forma natural en las frutas, la leche y sus derivados, y en los azúcares procesados y refinados como los dulces, el azúcar común y los almíbares.
Algunos azúcares simples son la fructosa (el dulce de las frutas), la maltosa (azúcar de la malta, que se encuentra en la cerveza y en el pan) y la sacarosa (el azúcar común o de mesa, que se halla en la caña de azúcar, la remolacha y la miel).
Menos recomendables para la salud son los azúcares complejos, que se encuentran en algunos panes, ciertos cereales y vegetales ricos en almidón.
Estos tienen tres o más unidades de azúcar y, a diferencia de los simples, se descomponen de manera más lenta en el cuerpo, por lo que permiten que el azúcar en la sangre aumente de manera gradual.