La última línea de su currículo habría dicho que estuvo en Siria, dando cuenta del conflicto contra el régimen del presidente Balshar al Asad. Y la anterior mencionaría que pasó la mayor parte del 2011 en Libia, informando sobre una revolución que comenzó de modo pacífico y terminó en guerra.
Sin embargo, Marie Colvin no tuvo tiempo de actualizar su hoja de vida. Tras su muerte en Homs, Siria –este miércoles 22 de febrero, junto al fotoperiodista francés Rémi Ochlik, de 29 años– quedan atrás sus casi tres décadas de experiencia en la corresponsalía de conflictos armados.
La reportera estadounidense de 56 años cumplidos en enero, conocía en carne propia los riesgos de su oficio y todo sugiere que, pese a ellos, lo amaba.
La razón de su parche “como de corsaria”, se remonta al 2001, cuando, en Sri Lanka, perdió el ojo izquierdo tras ser herida con metralla durante una emboscada. Mas eso no pareció amedrentarla, como tampoco lo hizo la sangre derramada en Kosovo o en Chechenia.
Por cierto, Colvin solía decir que, para ella, Chechenia fue peor que Kosovo: justo cuando se preparaba para salir de la otrora república soviética, el único camino seguro fue tomado por los rusos y no le quedó de otra que subir una montaña de 3.840 metros de altura, nevada y llena de secuestradores al acecho.
“Me dieron una pistola con nueve balas y me dijeron que no le disparara a animales salvajes, pero que apretara el gatillo tan pronto apareciera un hombre. Fue una prueba de la que valía la pena escribir”, relató la estadounidense en el año 2000 al
Situaciones tan extremas como la descrita fueron recurrentes a lo largo de sus años como corresponsal de guerra en el periódico británico
Como nadie es inmune en el campo de batalla, el epílogo de su vida se escribió hace cuatro días, cuando un bombardeo alcanzó el edificio donde estaba el centro de prensa improvisado. La última vez que el mundo escuchó su voz fue por teléfono, un día antes de fallecer, en una entrevista para CNN .
Aunque acostumbrada a los paisajes desolados, ese día describió con cierta indignación la escena que tenía frente a sus ojos: “Cohetes, proyectiles, tanques y antiaéreos están siendo disparados a una población civil con frío y hambre”.
Originaria de Nueva York, su pasión por escribir se remonta a los años cuando estudiaba literatura inglesa en la Universidad de Yale. Ahí conoció el trabajo de John Hersey, ganador del Pulitzer y autor de emotivos reportajes sobre algunos de los sobrevivientes de Hiroshima. Motivada por él, Colvin terminó siendo reportera de la agencia
A pesar del riesgo y los peligros que enfrentaba, “ella sentía la necesidad de salir a la calle a reportear, odiaba estar en la oficina”, narra Richard Beeston, editor de Internacionales del
Su hambre por la noticia en los lugares más devastados también la llevó a cubrir conflictos en Sierra Leona, Timor Oriental, Zimbabue y Oriente Medio, donde fue testigo de primera fila del desarrollo de la Primavera Árabe.
“Estuve en trincheras y primeras líneas con Marie en diversas guerras de las últimas dos décadas. Ella humanizaba las historias”, afirma Christiane Amanpour , reconocida periodista de guerra de CNN y ABC.
De acuerdo con el diario español
Ella, por el contrario, intentó, con su labor, que este fuera un mejor lugar para los que sufren. Así se desprende de la forma en que describió su trabajo en el : “Cubrir una guerra significa ir a lugares destrozados por caos, destrucción y muerte, y tratar de encontrar la verdad en una tormenta de arena. La gente tiene derecho a saber qué están haciendo los gobiernos en nuestro nombre. Por eso es que vale la pena tomar el riesgo”.