Revista Dominical

No hay corazones iguales

Se aprende mucho siendo patólogo, especialmente sobre la vanidad humana

EscucharEscuchar

Recuerdo a un francés condenado a muerte que pidió ser guillotinado boca arriba y sin venda en los ojos, para observar la guillotina cayendo sobre su garganta...Frente a la muerte habría que plantarse con similar indiferencia, partiendo de que es lo más democrático y mediocre que existe. Si morirse fuera algo glamoroso, todos tendríamos entre nuestras amistades a enterradores, embalsamadores, imaginativos empresarios de pompas fúnebres (como una vez lo fue el Deportivo Saprissa), y patólogos.








En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.