Una pequeña celda sin ventanas, de apenas cinco metros cuadrados, ha engullido la mayor parte de la vida del prisionero Albert Woodfox desde 1972.
Mientras la mayoría de reos esperan por el día de su liberación, este líder del extinto movimiento afroamericano Black Panthers ha esperado 43 años por la noche en que finalmente pudiera dormir en el camarote de una celda compartida. Woodfox es el hombre que más tiempo ha pasado en confinamiento solitario en la historia del sistema penitenciario estadounidense.
Sus esperanzas terminaron por diluirse –como mecanismo de autodefensa– frente a un castigo de aislamiento que nunca tuvo fecha de cese. Tampoco hay una sentencia que le diga si algún día podrá volver a ser un hombre libre. Sin embargo, esta semana, la posibilidad de que se abran los barrotes dejó de ser una mera ilusión.
El lunes, el juez federal James Brady ordenó la liberación “inmediata e incondicional” de Woodfox, motivado por el mal estado de salud que afronta este prisionero de 68 años y los daños que se le han ocasionado al mantenerlo en aislamiento durante más de cuatro décadas.
A Woodfox se le acusó, junto con Robert Hillary King y Herman Wallace, de haber dado muerte a puñaladas al guardia carcelario Brent Miller durante un motín organizado por los Black panthers para exigir un cambio en las lamentables condiciones de la Penitenciaría Estatal de Lousiana, mejor conocida como Angola, pues antes fue una plantación que utilizaba esclavos embarcados desde África. En ese momento, Woodfox cumplía una condena por robo armado.
El prisionero fue enjuiciado en dos ocasiones por el homicidio, pero ambas declaraciones de culpabilidad se anularon –la última de ellas en el 2013– por prejuicios raciales y falta de pruebas. Según Amnistía Internacional, las pruebas incriminatorias del estado se basaban, principalmente en el testimonio dudoso de otro recluso, quien luego recibió un trato favorable.
No obstante, Woodfox tuvo que seguir contando sus días tras las rejas.
Este martes, el fiscal general de Louisiana, Buddy Caldwell, bloqueó la decisión del juez Brady, bajo el argumento de que el ex Pantera Negra se ha encontrado culpable de asesinato en dos ocasiones y que, por tanto, debe permanecer en prisión. La apelación obligaba a que Woodfox se mantenga en la penitenciaría, como mínimo, hasta este viernes (un día después del cierre de esta edición).
En su orden de liberación, Brady dejó entrever la falta de confianza en el sistema judicial estadounidense, al poner en duda que el estado sea capaz de realizar un “tercer juicio justo ”. La mayoría de los testigos clave del estado de Louisiana y de Woodfox ya fallecieron.
Durante todos estos años, Woodfox ha defendido su inocencia, argumentando que fue acusado falsamente como represalia por haber instaurado dentro del correccional de alta seguridad una célula de los Black Phanters. De hecho, una prueba de polígrafo confirmó la veracidad de sus palabras.
Desde 1971, los llamados Los Tres de Angola destacaron como activistas en huelgas de hambre y paros de labores dentro de la cárcel para protestar contra contra la segregación racial, las condiciones de trabajo inhumanas y las violaciones sistemáticas que padecían muchos de los reclusos.
Parnell Herbert, un amigo de la infancia de Woodfox, dijo a la cadena CBS que, en una ocasión, Los Tres de Angola se negaron a someterse a una deshumanizante revisión de cavidades en busca de contrabando, por lo que fueron llevados a una habitación aparte y aporreados con palos y bates de béisbol.
La perenne zozobra
Woodfox es hoy el último preso de los Tres de Angola. Robert Hillary King fue liberado en el 2001 y Herman Wallace, en octubre del 2013. Este último apenas logró disfrutar de unos instantes fuera de la celda de aislamiento en la que permaneció durante casi 42 años, pues fue reprocesado un día después de su excarcelación y murió dos días después, a causa de un cáncer de hígado y antes de que pudieran encerrarlo de nuevo.
En el 2008, Woodfox también vio brillar su oportunidad. Estuvo tan cerca de la libertad, que incluso había planeado mudarse a Nueva Orleans, a casa de una sobrina. “Un abogado del estado, sin embargo, se puso en contacto con la asociación de propietarios y los alertó sobre la posible presencia de un hombre condenado por “asesinar a un guardia de la prisión”, lo que habría enfadado al Juzgado Federal. Los vecinos protestaron y el plan se vino abajo. En cualquier caso, el Sr. Woodfox no fue liberado”, reseña The New York Times .
En varias ocasiones, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y Amnistía Internacional han calificado el encarcelamiento de este hombre como “inhumano”, y los defensores de los derechos humanos insisten en que el aislamiento por períodos prolongados constituye una forma de tortura.
Amnistía Internacional sostiene que, durante estos 43 años, Woodfox ha permanecido recluido en su celda durante 23 horas cada día, sin un acceso significativo a interacciones sociales, pese a que el fiscal Caldwell declaró que Woodfox y Wallace nunca estuvieron aislados por completo. “Ellos siempre han podido comunicarse libremente con otros reclusos y con el personal penitenciario. Tienen televisores que pueden ver a través de sus puertas de las celdas”, manifestó el jerarca.
Para Woodfox, una espesa capa de incertidumbre recubre los años que le resten de vida. Su libertad implicaría salir a un mundo que hoy le resultaría totalmente desconocido; mientras que una orden para realizar un tercer juicio podría no concretarse antes del fin de sus días en aquella celda que lo apresa cual felino exótico en cautiverio. Como bien dijo el abogado George Kendall a The New York Times : “Si él tuviese acceso a champaña, que no lo tiene, no estaría abriendo la botella aún”.