Uno de los letreros que reciben a los visitantes, lo dice todo: “Tu vida es valiosa y te ha sido otorgada por tus padres. Por favor, piensa en ellos, en tus hermanos, en tus hijos. Busca ayuda y no atravieses este lugar solo”.
Adentro, ya en la espesura del bosque, las escenas turban el espíritu. Ropas y zapatos desperdigados entre la hierba, tarjetas de crédito y billeteras revueltas entre las hojas secas, empaques de medicamentos a la vera del camino, cintas amarillas que indican precaución y... ¡cuerpos colgando de los árboles!
Aunque la descripción pareciera ser parte de un thriller , este lugar existe. Está en Japón, al pie del monte Fuji y se llama el bosque Aokigahara –también se le llama Jyukai (Mar de árboles) o Bosque de los suicidas–. Sin duda, es un lugar preferido de la muerte pues cada año, en ese sitio, decenas de personas deciden poner punto final a sus vidas con la naturaleza como único testigo.
En Internet abundan las imágenes y crudas descripciones de este paraje, así como los blogs y artículos periodísticos que cuentan lo que se vive en este terreno de 35 kilómetros cuadrados. Parte de lo que se afirma es que aquí se descontrolan las brújulas y dejan de funcionar los dispositivos satelitales de posicionamiento (GPS), razón por la cual son muchos los que se extravían.
Un reportaje producido en el 2009 por 20minutos.tv y dirigido por el director Santiago Stelley, sigue al geólogo Azusa Hayano mientras se interna en la espesura y muestra macabros hallazgos como calaveras ocultas en tiendas de campaña y restos humanos en proceso de descomposición.
Con 30 años de trabajar en esa región boscosa, el especialista asegura que ha topado con más de cien cadáveres, sobre todo de personas que se ahorcan o que fallecen tras ingerir barbitúricos.
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Pareciera que a algunos les cuesta más tomar la decisión y pasan días en el sitio, tratando de poner en orden sus pensamientos. Por el contrario, hay individuos que llegan y terminan su misión en minutos, agotados de rendir cuentas a una sociedad cada vez más demandante.
Según Hayano, en el parqueo es normal encontrar vehículos abandonados, señal inequívoca de que sus dueños nunca salieron del bosque. También conoce casos de sujetos que se arrepienten y salen huyendo de los senderos mientras prometen que jamás regresarán a ese lugar. Otros más son rescatados por paramédicos antes de dar su último suspiro.
¿Idóneo para partir?
Aokigahara ocupa el segundo lugar mundial en el índice de suicidios, solo superado por el puente Golden Gate de San Francisco , en Estados Unidos.
Según las estadísticas, fue en el 2002 cuando se contabilizó el mayor número de cadáveres. Actualmente, la cifra de muertos supera los 100 por año.
Las leyendas relacionadas con el bosque son también abundantes. Muchas remiten a las costumbres de los japoneses en el siglo XIX, cuando las hambrunas y las epidemias azotaban a la población y las familias se veían obligadas a abandonar en ese lugar a aquellos ancianos y niños que no podían mantener. Supuestamente, las almas de todas estas personas siguen rondando por allí en busca de la paz eterna.
La fama del paraje, sin embargo, creció en los años 60, al publicarse la novela Nami no Tou, de Seicho Matsumoto ; en esta, dos amantes se suicidan en el misterioso bosque. Luego, en 1993, el sitio volvió a la palestra, tras la publicación de El completo manual de suicidio , en que el escritor Wataru Tsurumi plantea que Jyukai es un lugar idóneo para morir, sobre todo porque no implica ningún tipo de gasto.
El hecho de que Japón sea uno de los diez países con los mayores tasas de suicidio (hay uno cada 15 minutos, para poco más de 30.000 al año) y la cercanía de Tokio con el Aokigahara, han convertido a este bosque en la meca de la muerte.
De acuerdo con la Agencia Nacional de Policía nipona, cerca del 72% de los suicidios en esa nación son cometidos por hombres, y las principales razones son la depresión y los problemas financieros.
La edad también es una causa de peso, así como algunas enfermedades y las continuas exigencias académicas y laborales a las que se enfrenta la población más joven.
Prevenir esta situación ha sido un asunto prioritario para el gobierno de Japón; no obstante, los resultados no se concretan.
Por ejemplo, de poco parece servir el rótulo colocado a la entrada del bosque, en el que se advierte a los visitantes a pensar muy bien lo que se disponen a hacer.