Tiene que quedar claro de una buena vez, que usted y yo tenemos el derecho inalienable a tomarnos fotos chingos. O con poquita ropa, en baby-doll , en medias, añejos, tirando besos, haciendo trompas, abrazando la almohada, en el espejo del baño pringado de pasta de dientes, bronceándonos en el patio entre la ropa tendida, envueltos en el paño, enseñando la cara, sin enseñar la cara, por delante, por detrás, por debajo, topless , en boxers, sin boxers, ¡o como nos dé la gana!
Nos asiste el derecho de producir e incluso compartir ese material en el marco de las comunicaciones privadas consensuales, entre adultos, de la forma que decidamos.
Disponer de ese material para un fin distinto al de esa comunicación original, robarlo, o reproducirlo, son delitos y deben perseguirse.
También tenemos el derecho de ligar por Internet si se nos hace necesario, nos gusta, o se nos antoja. Podemos hacernos los majes, pero el ligue online o por medio de a pps móviles es una tendencia en crecimiento que no hará más que masificarse.
Hacerse pasar por otra persona, suplantar una identidad ajena, para acceder a fotos o videos y luego publicarlos de forma espuria es un delito y debe perseguirse.
También tenemos derecho a insultar, blasfemar, maldecir, burlarnos de quien queramos y expresarnos con absoluta libertad en todos sus extremos, cuando mantenemos una conversación privada con nuestra gente cercana, por cualquier medio. Hacer público material que estaba destinado a ser privado, reproducirlo o compartirlo son delitos y deben perseguirse.
Está clarísimo: los nuevos tiempos y nuestros nuevos hábitos de comunicación por medio de móviles y redes sociales implican riesgos que no existían en el mundo desconectado. Piénselo: hoy por hoy, gran parte de nuestra interacción social queda registrada… ¡en alguna parte! Conversamos por chat, Whatsapp, hablamos por teléfono, SMS, publicamos en redes, hacemos check-ins , tomamos fotos de casi todo. ¡De casi todo queda evidencia! Mientras en el pasado decíamos que muchos se pasan la vida en busca de sus 15 minutos de fama, hoy no es falso afirmar que nos pasaríamos la vida buscando nuestros 15 minutos de privacidad. Estamos tremendamente expuestos; pero no podemos asumir que estamos desamparados.
Si bien aún insuficientes, el país ha dado pasos importantes para legislar en materia de “delitos informáticos”. Falta ver la ley en acción, pero sobre todo, en manos de la gente. Ya es hora de que, como sujetos de derechos, los ciudadanos aprendamos a ejercerlos.
Uno no renuncia a sus derechos legítimos ante quien los amenaza de forma vil.
Uno se levanta y los defiende. No hay nada más digno.