Kenneth Simmons fue un hombre rebelde. Ni siquiera durante la década de 1930, cuando fue el alcalde de la ciudad de Milton –en el estado de Washington, Estados Unidos– se abstuvo de mostrar su desidia por la política o de desafiar tanto al sistema electoral como a sus electores.
Como alcalde, Simmons apadrinó a un sucesor a su puesto y fungió como el testigo cuando lo anotó en la papeleta de las elecciones. Su protegido se llamaba Boston Curtis y ganó las elecciones de ese año por 51 votos, nada sorprendente si se toma en cuenta que no había ningún otro contrincante.
Boston Curtis no hizo campaña electoral ni ofreció un plan político para mejorar los problemas de la ciudad. No tenía cómo. De eso se vinieron dando cuenta los residentes de Milton cuando ya era muy tarde y habían caído en cuenta de que la nueva alcalde era una mula . Mula como la conocemos: una mezcla entre yegua y burro.
La mula ganó y ocupó el puesto, e incluso se pasó al otro lado; ingresó a la carrera bajo el Partido Demócrata y terminó trabajando en la oficina del Partido Republicano. La anécdota se convirtió en un chiste a lo largo del país y eventualmente se incluyó en el programa de radio Ripley, ¡aunque usted no lo crea! , como una de esas historias que, en serio, a la gente le costaba creer.
Cuando fue consultado, Kenneth Simmons ofreció dos razones por las que se había burlado así del sistema. Primero, quería mofarse del Partido Republicano, al decir que los Republicanos habían votado por un primo del burro con el que se simboliza a los Demócratas; y segundo, quería probar cuán obstruido por la ignorancia estaba el sistema electoral, pues tenía la teoría de que los votantes normalmente no sabían nada de los candidatos.
Sería fácil pensar que este tipo de anécdotas son casos aislados; anomalías. No obstante, Boston Curtis no ha sido el único candidato no humano en una papeleta electoral, ni mucho menos el único que ha ganado las elecciones. Tal fenómeno tampoco es exclusivo de los Estados Unidos; ejemplos similares los encontramos a lo largo de la historia y de todo el continente americano.
El rinoceronte de la discordia.
Pocas veces las elecciones para el concejo municipal de São Paulo –la mayor ciudad de Brasil– han obtenido tantos votos como los obtenidos el 7 de octubre de 1959, cuando más de 100.000 ciudadanos eligieron a la rinoceronte de cinco años llamada Cacareco como concejal de la ciudad.
Con el 15% del total de votos, Cacareco fue celebrada como la nueva líder política de la ciudad, pero el sueño no duró mucho: los oficiales electorales anularon todas las papeletas y anunciaron una nueva elección para la siguiente semana. Cacareco murió en 1962 sin poner un pie en la oficina y sin recibir un solo pago por su puesto.
La broma fue ideada por un grupo de estudiantes universitarios que imprimieron más de 200.000 papeletas con el nombre de la rinoceronte entre los postulantes, a modo de desaire ciudadano para la política electoral tradicional. Uno de los votantes incluso dijo que era mejor votar por una rinoceronte que por un idiota.
¿Las razones? El costo de la vida, la corrupción y la escasez de comida tenían al pueblo en vilo y con el corazón enojado. De hecho, estas razones también provocaron que los electores depositaran granos de frijol en lugar de papeletas en las urnas.
No obstante, el detalle de esas elecciones que quedó mejor plasmado con los años fue el del triunfo de Cacareco, que se convirtió en un ícono de las protestas políticas en Brasil e incluso inspiró la creación del Partido de los Rinocerontes de Canadá.
¿Objetos inanimados? No se dude.
A veces ni siquiera los animales no humanos en puestos públicos son suficientes para demostrar lo desagradable que parece la esfera política de algunos lugares. Que lo diga el pueblo de Picoaza, en Ecuador, que en 1967 escogió como alcalde a un polvo para pies .
Naturalmente parece como que le estamos tomando el pelo a usted, querido lector, pero la historia nos dice lo contrario: el producto Pulvapies (tremendo para mitigar el pie de atleta) se alzó con la mayoría de votos para el puesto de alcalde en la segunda mitad de la década de 1960, lo que sin duda atizó una larga controversia.
Un periódico de entonces lee: “Una marca de desodorantes para pies decidió usar este eslogan durante la reciente campaña para la elección municipal: ‘Vote por cualquier candidato, pero si quiere salud e higiene, vote por Pulvapies’”. Y bueno, a veces la publicidad todo lo puede, hasta lo inverosímil.
El pueblo de 4.000 personas ardió entre las risas y el llanto, y los candidatos perdedores (los que sí eran humanos, pues) incluso amenazaron con demandar a la farmacéutica si el fraude no se solucionaba. Pulvapies, por su parte, sigue vendiendo talcos para pies, pero fuera de la estructura política.
Brasil tiene una fijación animal.
A los brasileños no les bastó con dejar huella en la historia de los políticos más improbables con la polémica del rinoceronte Cacareco, porque poco menos de tres décadas después de esa historia llegó el chimpancé Macaco Tião , quien pasó de ser una celebridad a obtener más votos que los humanos en las elecciones para alcalde de Río de Janeiro, en 1988.
Nacido en 1963, Macaco Tião ganó notoriedad en Brasil durante la década de 1980, pues los visitantes del Zoológico de Río de Janeiro lo recordaban bien dado su pésimo humor y su hábito de tirarle lodo y caca a las personas que se le acercaban. De político tenía mucho, la verdad; ¿quién lo iba a pensar?
La revista Casseta Popular capitalizó sobre la popularidad del chimpancé en 1988, cuando lo utilizó para promover el voto nulo en las elecciones para alcalde y creó una papeleta falsa en la que Macaco Tião era uno de los candidatos al puesto.
Como en ese entonces los votos se hacían a mano y no por medio de dispositivos electrónicos, a los oficiales de las elecciones les dio migraña cuando vieron que había unas 400.000 papeletas en favor del malhumorado primate. No ganó, pero ocupó el tercer puesto en unas elecciones en las que estaban participando 12 candidatos.
Todos sus votos se consideraron nulos y el chimpancé murió en diciembre de ese mismo año. Su nombre quedó registrado en el libro de récords Guinness, como el mono con mayor apoyo electoral en la historia.
Nunca faltan los animales universales.
Claro, los chimpancés, las mulas y los rinocerontes como candidatos a puestos públicos son parte de la historia de la humanidad, pero cuando los animales llegan a las papeletas no son excluyentes; no todos son exóticos.
Las mascotas favoritas del continente –los perros y los gatos, por supuesto– también han pulsado en la política, y al igual que sus otros pares algunos han tenido suerte y otros no tanta.
En la comunidad de Sunol, en California, Estados Unidos, el perro Bosco fue elegido como alcalde honorable en las elecciones de 1981, cuando le ganó a dos seres humanos en la contienda. El perro –mitad Rottweiler y mitad Labrador– ocupó el puesto durante 13 años, hasta su muerte, en 1994.
Si bien su tarjeta profesional lo colocaba como alcalde honorario, para la prensa extranjera aquello fue un claro ejemplo de lo mal diseñado que es el sistema electoral estadounidense, aunque todo fuera en realidad una broma. Actualmente, Bosco puede ser visitado en forma de estatua en las afueras de la oficina postal de Sunol.
En 2012 se celebraron las elecciones para el Senado estadounidense, y Virginia aportó un candidato singular. El gato Hank no se postuló para alcalde o concejal, sino para senador, y no le fue nada mal, aunque no ganó.
Hank alcanzó el tercer lugar en las votaciones, lo que quiere decir que por poco un gato ocupó un puesto en el Senado. “Un candidato refrescante, enérgico, inspirador y real” leía su biografía en su sitio web oficial.
Matthew O’Leary y Anthony Roberts, los dueños del felino, lo postularon primero al Senado estatal pero luego decidieron llevar el chiste más allá con la elección del Senado nacional. Su motivo era similar al de los demás humanos que han puesto a animales en las papeletas: burlarse de la política y de otros candidatos.
Otro gato acaparó los titulares hace unos años, en México. “¿Cansado de votar por ratas? Vote por un gato”, manifestaba la campaña del gato Morris para la alcaldía de la ciudad de Xalapa, capital del estado de Veracruz.
Nuevamente, detrás de Morris estaba un grupo de amigos que se mostraron hartos de la política mexicana. Lo que un día empezó como un chiste terminó siendo algo muy serio cuando se contaron los votos y el gato había obtenido la aprobación de unas 12.000 personas. Ocupó el cuarto puesto durante ese periodo de elecciones.
“Morris se convirtió en una expresión de cuán cansada está la gente con todos los partidos políticos y el sistema político que no nos representa”, explicó el dueño del gato. Es una idea descabellada, pero como demuestra la historia, no imposible.