Revista Dominical

Tijeras sofisticadas: arando el jardín capilar

Para alguien que toda su vida ha estado acostumbrado a cortarse el pelo en la peluquería del barrio –ojalá gastando menos de ¢4.000– o pasándose la 1 con su propia máquina, la idea de visitar un establecimiento como El Barbero me parecía absurda

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