Dicen que un estadístico es aquel que si mete la cabeza en un horno y los pies en agua fría, dirá: “En promedio, estoy bien”. Si Rodrigo Gerardo de Jesús Arias Sánchez, nacido en Heredia, fuese un estadístico, debería decir lo mismo.
El año 2012 lo inició con una buena noticia: en enero, la Fiscalía desestimó la investigación por fraude de ley , reconocimiento ilegal de beneficios laborales y peculado, relacionado con el manejo de $2 millones que el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) donó al gobierno (2006-2010) de su hermano, Óscar.
La mala nueva llegó en noviembre: una encuesta de la empresa Unimer lo colocó en franca desventaja en la carrera por la candidatura presidencial por el Partido Liberación Nacional (PLN) : cayó a siete puntos de distancia de su principal contendor, el alcalde de San José, Johnny Araya Monge, quien además es sobrino del expresidente Luis Alberto Monge Álvarez, el encarnizado enemigo político de su hermano, Óscar.
El problema es que Rodrigo Arias no es estadístico; es político. Y en política, un segundo lugar sirve de muy poco; sobre todo en una elección. Ejemplos sobran.
Recordemos, por citar uno, al desaparecido Carlos Manuel Castillo: en la misma noche de su derrota en las elecciones nacionales de 1990, se declaró jefe de la oposición; sin embargo, al doctorcito lo frenaron casi esa misma noche y, para 1994, se escribió una historia diferente..., sin él.
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Volviendo a don Rodrigo, las noticias acerca de su desventaja deben haberle fruncido el ceño a quienes se encargan de su campaña: en sentido estricto, el menor de los Arias empezó su campaña por la silla presidencial luego del mediodía del 8 de mayo del 2010.
Entonces –si uno se atiene a las encuestas–, al parecer, algo no termina de hacer clic.
Hablando de Arias
Oscar Wilde fue un genio de la literatura. Como suelen hacer las mentes notables, en sus ratos libres dejó agudas máximas acerca del comportamiento humano y su naturaleza.
“Que hablen mal o bien de uno..., pero que hablen”, sentenció el dandi inglés.
Don Rodrigo estuvo en la palestra a lo largo de este 2012; entre aquellas dos noticias, el hermano menor del expresidente Óscar Arias tuvo su exposición mediática (el paraíso de todo político).
Entre el make over de su imagen y el arranque de su campaña, el Ministro de la Presidencia del gobierno de su hermano Óscar, finalmente puso sus cartas en la mesa y dio el pistoletazo de salida (oficial) en la carrera hacia Zapote.
Detalles como el cambio de su estilo de lentes (una necesidad, aún sin campaña), la compañía de ciertas figuras de la vida nacional y del partido, pusieron al más joven de los Arias (66 años de edad, cumplidos en julio pasado) en la pole position para la candidatura presidencial.
O, al menos, eso parecía...
Amparado en la fortaleza de su apellido –herencia invaluable de su hermano Óscar– y en el hábil muñequeo de la Asamblea de su partido, consiguió adelantar la convención liberacionista de junio a abril.
Lo que pareció una hábil jugada –nunca admitida– para minar a sus rivales (sobre todo al alcalde josefino), hoy no lo parece tanto.
Con las encuestas en su contra, los cuatro meses restantes para la elección verdiblanca se antojan insuficientes para torcer el destino, máxime que al Arias precandidato lo doblan en la intención de voto.
El problema se le agrava este mes: con las fiestas propias de la época, el alcalde Araya estará, literalmente, bajo los reflectores (algo, que por cierto, le cae bien a la vena farandulera del mandamás josefino, quien lleva 20 años en ese cargo).
De ahí se explica su demanda para que Araya se apartara del cargo desde ahora y hasta el día de la convención. La respuesta fue un no rotundo.
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Si de negativas se trata, don Rodrigo también tuvo que lidiar con otra mucho más incómoda.
La Procuraduría General de la República se negó –en abril– a aceptar que la Fiscalía cerrara el caso de las consultorías del BCIE, debido a que existían, en criterio de aquel ente, “cabos sueltos” y “dudas razonables” .
De hecho, el procurador Rónald Víquez declaró, entonces, su extrañeza acerca de la petición del Ministerio Público.
Buscando a Arias
El “caso del BCIE” persiguió a Rodrigo Arias como lo hizo el fantasma de Marley con Ebenezer Scrooge en la inmortal obra de Charles Dickens, Canción de Navidad.
Finalmente, en agosto pasado , el Juzgado Penal del II Circuito Judicial dictó un sobreseimiento definitivo contra el menor de los hermanos Arias, quien figuraba como imputado con el expediente 08-000101-602 PE.
El Juzgado ordenó, además, archivar la causa contra el dos veces ministro de la Presidencia y otras personas.
“Se ejecutaron $1,6 millones al margen de los controles del dinero público y con errores administrativos, ‘pero nada ilegal’”, publicó este medio el 24 de agosto.
Huelga decir que el precandidato Arias celebró la decisión judicial y no dudó en calificarla como una ayuda para su campaña.
Entonces, vino la encuesta de Unimer y le puso las cosas cuesta arriba.
Llamando a Arias
Irónicamente, Rodrigo Arias mira hacia la izquierda en esta foto del 2011. Corresponde a esa edición de los Personajes del año de La Nación.
Se echó mano a este recurso debido a que fue imposible entrevistar al precandidato liberacionista para el artículo que tiene en sus manos.
No se logró, a pesar de que su encargado de prensa, Pablo Guerén, contestó la primera llamada –la única que respondió– y aceptó buscar un espacio en la agenda de su patrón.
Luego, el contacto con Guerén, simplemente, se desvaneció: las llamadas nunca se contestaron y tampoco hubo la posibilidad de dejar un mensaje.
Justo en el momento cuando las encuestas lo ponen en desventaja, el hermano menor del expresidente Óscar Arias no concedió una entrevista de recuento de un año revuelto, no agitado.
Nadie está obligado a dar una entrevista, pero no deja de llamar la atención este detalle.
Finalmente, el encargado de prensa Guerén llamó el lunes pasado para decir que la cita estaba para el día siguiente; sin embargo, la edición estaba cerrada, solo abierta para detalles como este: explicar el porqué de la ausencia de declaraciones de Rodrigo Gerardo de Jesús Arias Sánchez en esta nota de recuento.
En política llegar de segundo es una pena. Llegar tarde, tampoco es bueno.