Revista Dominical

Puras vidas

¡Solo tenemos una vida!, nos repitieron siempre para cargar de dramatismo lo que podría ser ligero

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Siempre tuve la seguridad de que iba a morir joven. Pero este fin de semana cumplo 33 años, “la edad de Cristo”, y empiezo a pensar que tal vez ya no me dio tiempo. Ni siquiera puedo intentar explicarlo. Era un zumbido en mi cabeza desde la adolescencia; una sensación recurrente de que no iba a tener una vida larga. Ese presentimiento ha sido uno de los combustibles en mi vida. Una premura por alcanzar metas y concretar objetivos rápido, pronto, joven. Aprender joven, trabajar joven, viajar joven, amar joven, probar joven. Live fast, die young, ¿alguien? Si hilamos fino, podríamos decir que es vivir en función del final; y que el final no llegue. Fallido el pálpito fatalista, solo me quedan los indicadores demográficos.








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