La pequeña iglesia de Chamorro de Cutris está cerrada con candado. Son las 3:30 p. m. de un miércoles y el templo ya lleva casi una semana sin que el inclemente sol siquiera se asome tras sus puertas de madera.
Los rayos del astro rey solo atraviesan esas puertas los jueves por la mañana, cuando se abre el templo desde temprano, y se cierra cuando la oscuridad llega al pueblo.
Cada jueves, Yenory Villegas Rojas cruza la calle que separa su casa de la iglesia y así rompe el silencio que lo envuelve todo, desde el portón de entrada hasta el altar.
Dice ser la vecina que vive más cerca de este templo, y es quien se encarga de limpiarlo, de desempolvar las ocho bancas de color verde agua, de encerar el piso y de revisar el estado de las imágenes que le dan vida a la solitaria capilla.
Una pequeña figura de san Juan Bautista, patrono de la zona; un Divino Niño y una esbelta Virgen resguardan algunas de las esquinas.
Sin embargo, es otro quien más orgullo genera entre los locales: “Nos dicen que somos privilegiados por tener al Santísimo. Los jueves, yo abro para que la gente entre a orarle, pero a veces no viene nadie a visitarlo y durante todo el día voy solamente yo”.
Algunos de los vecinos pertenecen “a esas otras religiones”, como dice Villegas, quien precisa que en este templo católico solo se celebra misa los segundos viernes de mes a las 3 de la tarde, cuando los visita el sacerdote de Santa Rosa, quien lleva las celebraciones eucarísticas y sacramentos a varias parroquias de San Carlos.
“Antes teníamos dos misas, pero él tiene que ir a muchas comunidades”, explica la vecina.
Cuando hay bautizos, se acomodan al itinerario de visitas del presbítero, quien confiesa a los asistentes en esas mismas ocasiones. Cuando él llega, los fieles se confiesan y se bautiza a los niños, que no son tantos debido a que Chamorro es una comunidad pequeña, con cerca de 30 habitantes en total.
En los 28 años que tiene de habitar aquí, Villegas recuerda que solo ha habido dos bodas en esta iglesia.
¿Y los funerales? Como casi nunca se pueden hacer coincidir con el día de las misas, los oficios fúnebres se realizan “más afuera”, generalmente en Coopevega.
En Chamorro, el vecindario intercala las casas con potreros o matorrales que se resisten a secarse pese al infame calor de la zona. Las viviendas se acomodan a ambos lados de una extensa calle cuyos surcos no se detienen hasta llegar a Crucitas.
A la redonda, funciona una cantina, una pulpería y este pequeño templo que siempre permanece callado... hasta que suenan las llaves de doña Yenory.