Crecieron entre los mostradores de una farmacia. De chiquillos, su papá los adiestró de forma magistral en las preparaciones de medicamentos, y cuando llegaban a la casa, veían a su madre haciendo crema de tortuga, lociones faciales y para el cuerpo, y remedios contra el acné.
Hoy, Carlos, Javier y Víctor Manuel, tres de los hermanos Lizano Barquero, siguen los pasos de su abuelo Alberto Lizano Hernández, quien fundó la botica Lizano en mayo de 1923.
En aquellos tiempos, un negocio así resultaba algo novedoso en toda la zona norte. El farmacéutico se iba haciendo al camino a punta de empirismo y pasión por su oficio. Don Alberto viajaba a caballo a revisar pacientes y a repartir medicamentos, al tiempo que le enseñaba a sus retoños los gajes del boticario.
Así logró que, años después, su hijo Víctor Manuel Lizano Barahona tomara las riendas del negocio. Los hijos recuerdan que su progenitor tenía un ojo clínico para medicar.
“La gente le tenía mucha fe porque él ejercía la odontología, la microbiología, la farmacia y la medicina. Antes venían a curarse a las farmacias; eran como mini- centros de atención”, recuerda Carlos.
El padre de estos avezados hermanos en el negocio farmacéutico preparaba medicinas a punta de mortero y pistilo.
Algunos remedios que hoy se ofrecen empacados y al instante, antes debían hacerse por encargo y se tardaba hasta cuatro días en prepararlos.
Con tal de atender a todos los que estuvieran en complicaciones de salud, don Víctor Manuel recibía alimentos en forma de pago. “A veces, en la casa, no teníamos plata, pero sí qué comer: le pagaban con plátanos o papas y mi papá no le negaba el servicio a nadie. Para él, lo importante era curar a la gente”, recuerda Javier.
Incólume
En Ciudad Quesada, las farmacias se han multiplicado y se han concentrado cerca del hospital y sobre la calle del comercio, también conocida como la calle central.
Ahí se mantiene pujante la Farmacia Lizano #1, mientras que a pocos metros se encuentra la Farmacia Lizano #2, apenas cruzando la calle y caminando 75 metros.
El tercer local está fuera de esta vía pero no lejos de Ciudad Quesada, mientras que un cuarto establecimiento ya viene de camino.“Aquí la gente es muy regionalista y por eso prefiere comprar en el comercio criollo antes de ir a una farmacia de cadena”, dice Carlos.
Su misión sigue intacta, aunque la dinámica del negocio es muy diferente a la que estrenó su padre cuando viajaba en caballo y fundó la botica hace casi 90 años.
Una cuarta generación de la familia promete continuar con el legado del bisabuelo: Ana Lorena Castro y Carla Lizano eligieron también las sendas de la farmacia.