Salimos a San José con un hombre de túnica blanca y un manto rojo cruzado; de pelo largo y barba poblada. Además, le pusimos sandalias porque era lo que calzaba mejor.
El personaje, en su cotidianidad, es un músico, pero esto no viene al caso. Ese día parecía ser otro.
En aquella mañana, su papel era el de Jesús, o eso se suponía, aunque no tenía nada que ver con recreaciones de Semana Santa ni con algún encuentro religioso.
Se lo escogió para las fotos porque se requería un hombre parecido al de las imágenes que hemos visto durante tanto tiempo. Bastó con aprovechar su apariencia y sumarle la vestimenta.
También coincidía como anillo al dedo con las características citadas por la mayoría de nuestros consultados en la calle ante la pregunta (hecha de forma independiente a la sesión fotográfica): ¿cómo se vería Jesús si llegara este año?
La interrogante venía por mera curiosidad y todas sus respuestas se derivaron de diferentes creencias, posturas o meras especulaciones.
En el pequeño experimento encontramos a personas que lo imaginan con cualidades difíciles de comprender, como una piel multicolor, o incluso como un aparato tecnológico gigante que sale de las profundidades del océano.
Sin embargo, en general, la idea que prima sobre cómo se vería Jesús en una “segunda venida” es la del barbudo, pelilargo, en túnica y sandalias (como el músico de la foto).
El cine nos ha presentado ese retrato con pocas variaciones: el Jeffrey Hunter de Rey de reyes (1961), el Robert Powell de Jesús de Nazareth (1977), el Jeremy Sisto de Jesús (1999) o incluso el Jim Caviezel de La pasión de Cristo (2004).
En varias de las películas citadas, la imagen de Jesús es plenamente occidental, a veces de rubias cabelleras, ojos claros e incluso con una apariencia similar a la de un surfista en una playa caribeña. Sin embargo no siempre se lo ha caracterizado así.
Cambios históricos
En un inicio, los judíos tenían la prohibición de usar la imagen antropomorfa, por lo que la figura de Cristo estaba representada por símbolos, como el pez.
Después del periodo paleocristiano empezó a representarse por metáforas, por ejemplo “el buen pastor”, en el que carga con un cordero a su espalda. Esta imagen, a su vez, tomaba un referente de la antigüedad: El moscóforo , esculpida en la antigua Grecia cerca de 500 años a. C.
Mercedes González, profesora de la Cátedra de Historia del Arte de la Universidad de Costa Rica, explica que, cuando la Iglesia acepta el uso de imágenes humanas para representar a Jesús, el primer referente fue una divinidad de la mitología grecoromana, Apolo, de apariencia joven, sin barba.
Posteriormente, en los siglos IV y V, se adoptó la efigie de los filósofos griegos, agregándosele la toga a su imagen y sumándole la barba, que lo hacía verse más respetable, al presentarlo como más sabio y más adulto.
Sin embargo, la imagen que muchos tienen en su cabeza, y en la que pensamos como principal referente, proviene específicamente del romanticismo alemán, a principios del siglo XIX.
“Los nazarenos, como movimiento de pintores, desarrollan una imagen del Cristo que hoy vemos en las postalitas: ese Cristo con el pelo castaño claro y barba. Esa iconografía de las postales es lo que la gente tiene metido en la cabeza, que además se reproduce en vitrales provenientes de Alemania o Francia”, asegura González.
Los rasgos de cada representación, además, tienden a ajustarse a las características de los pobladores de donde surge la imagen, como la contextura y, color de la piel.
Luis Diego Cascante, profesor de filosofía en lenguas latina y griega en la Universidad de Costa Rica, autor del libro El otro Jesús y del blog Quodlibetales sobre el Jesús histórico, asevera que en el Nuevo Testamento no hay referencia al aspecto físico de Jesús.
“Imaginar a Jesús como una estampilla, a saber, de cabello rubio, ojos claros, alto y de piel blanca es una ‘europeización’ del personaje, acercándolo a un modelo que ronda lo anglosajón.
”El Jesús del siglo I, si nos atenemos a los documentos que poseemos, sería más bien un hombre mediamente bajo, piel oscura, ojos oscuros, no rubio, como se vería cualquier palestino de su tiempo en un clima exigente que, claro está, tiende a la morenez”, comenta.
Perspectivas
Desde las diferentes religiones hay perspectivas divergentes sobre una segunda venida de la figura mesiánica. Sobre su apariencia, las pistas son escasas, si no es que nulas.
En la religión católica, de hecho, hablar en términos de una segunda llegada de Jesús puede ser impreciso.
En dicha fe se habla de una venida en tres momentos: “Jesús viene en la carne, permanece con nosotros y estamos a la expectativa de su manifestación gloriosa al final de los tiempos, en lo que sería el tercer momento”, explica Jafet Peytrequín, profesor de escatología de la Universidad Católica y coordinador de la Sección de Nueva Evangelización y Kerigma del Centro Nacional de Catequesis.
Entre los cristianos, la parusía (llegada gloriosa) marcaría el final de los tiempos. En el Nuevo Testamento, el uso del término tiene un significado escatológico (creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba) en referencia a Cristo.
Peytrequín asegura que pretender dar una apariencia para Jesús en el momento de la parusía sería entrar en el plano de la curiosidad pero, basado en los textos bíblicos, sí se sabe que su venida no se asemejaría a como ocurrió la primera vez.
“Por el hecho de que Jesús tomó la condición humana o histórica se abrió así el riesgo de que surjan interpretaciones, pero, esta vez, Jesús no va a venir como un niño pequeño a desarrollarse, sino que lo hará para manifestar su gloria. Desde la Iglesia buscamos recordar que no basta Jesús, sino que es necesaria la fe”, comenta.
El presbítero se refiere así a la llegada de Jesús que, en el año 525, fue calculada en el tiempo por el monje Dionisio (que establece que ocurrió hace 2014 años). Es el mismo acontecimiento que desde el año 336 se fechó para el 25 de diciembre en un documento eclesial.
Sobre el evento que marcaría el final de los tiempos, en cambio, no hay textos que den una fecha certera.
Conforme pasó el tiempo y no ocurría la parusía, los escritores de los textos bíblicos en el Nuevo Testamento empezaron a referenciar a una figura que llegaría a darle al mundo una nueva era. Así lo explica Violeta Rocha Areas, profesora de Nuevo Testamento de la Universidad Bíblica Latinoamericana.
“La expectativa de que el Señor vuelva es dura. La gente está esperando que él venga y no ocurre. Todo gira alrededor de darle una respuesta para el futuro, pero también para el presente.
”Si bien esta venida se puede representar como algo terrible, prima en el sentido de esperanza, y el que tiene fe no necesita saber cómo va a verse él”, dice.
Entre los judíos, los mesiánicos son creyentes en Yeshúa (Jesús) como el Mesías, aunque no creen que hubiera venido a fundar una nueva religión. Además creen en una segunda venida del Mashíaj (el ungido del pueblo de Israel), pero no pretenden conocer detalles físicos en relación con su regreso.
“Mi acción generosa ( tikún olam ) va a permitir que ese día se acerque y que la luz de Dios brille. Entre más se genere ese espíritu de ser buenos con los demás, estaremos más preparados para recibir al Mesías”, explica Armando Solís, quien es rabino mesiánico.
“Va a ocurrir de forma inesperada y eso puede ser en cualquier momento, con las descripciones brindadas por los profetas y del mismo Yeshúa escrito en los evangelios”, agrega.
En el 2010, el History Channel presentó un documental en el que profesionales israelíes e ingleses en anatomía, ciencia forense, historiadores y arqueólogos buscaron modelar el rostro de Jesús.
El resultado fue una cara de piel y ojos oscuros , nariz ancha y ceño grueso, mas el trabajo generó poca atención y los científicos concluyeron que, de todas formas lo obtenido era una interpretación.
Sobre el tema, la New Catholic Encyclopedia dice: “cada época creó el tipo de Cristo que deseaba”. El que fotografiamos en medio de San José, sobre la avenida Segunda, es apenas uno de esos que ya alguien describió.