Siempre se dice que no hay nadie mejor que una madre para apagar los incendios de la vida. Ana Mayela Ortiz Obando es de esos casos en que la expresión no necesita sentido figurado.
A sus 27 años, la tiene muy clara. Ella, por elección propia, es una de las cuatro bomberas forestales que exponen su vida con cierta frecuencia en la reserva indígena de Cabagra, en Buenos Aires de Puntarenas.
Aquí viven los suyos, los bribris, la comunidad indígena más numerosa del país, con 12.950 habitantes asentados a ambos lados de la cordillera de Talamanca.
Precisamente allí, donde hay tanta biodiversidad, Ana Mayela se ha enfrentado a tres incendios en solo dos años.
Desgraciadamente, añade, los fuegos en bosques son más frecuentes e intensos y, en apariencia, inmunes a las campañas de prevención.
Según el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), en Costa Rica el 99% de los incendios forestales son producto de la actividad humana, y de estos el 43% se debe a descuidos al momento de realizar una quema agrícola.
En el 2014 hubo 139 incendios forestales, para una afectación total de 30.440 hectáreas. Pero para Ana Mayela uno de esos fuegos fue el que más contó... y el que más dolió.
Perdido en el fuego
En el último incendio que combatió, esta joven perdió mucho más que unas hectáreas, narra con voz segura y mirada húmeda.
“Solo las mamás saben”, y se explica. Entonces, esta bombera tenía dos meses de embarazo y, aun consciente de eso, subió montaña arriba para proteger el bosque.
Producto del esfuerzo sufrió un aborto.
Aquel habría sido su cuarto hijo. Ha tenido tres hijos más, dos de ellos están vivos, pero su hijo mayor también murió. Falleció a los dos meses de nacido, pero no da detalles del porqué.
“Yo sí sabía que estaba embarazada cuando avisaron de este último incendio en el cerro Pelado”, recuerda. ¡Claro que lo recuerda!
“Pero se sabe que para este trabajo hay que ser más rápido. El fuego ya estaba avanzando cuando nos dijeron. Lo hacía muy rápido y teníamos que trabajar muy duro en el cerro Pelado”.
Había mucho que perder, por ello reaccionaron rápido.
Primero se fueron en un carro del Minae, luego caminaron cerca de una hora llevando buena carga: los machetes y palas que se emplean para arrancar la vegetación y ‘cortarle camino al fuego’, que no tenga de dónde más alimentarse.
Más tarde, Mayela y su equipo tuvieron que caminar unas cuatro horas más por un sendero pequeño.
Su rostro demuestra lo frescas que tiene las imágenes en la cabeza: el fuego, el bosque ardiendo, el cansancio, el calor... el esfuerzo.
Hace una pausa y prosigue: “Los expertos que me vieron después me dijeron que el calor intenso, la caminada y el esfuerzo de horas de trabajar ahí habrían sido la causa de la pérdida de mi bebé”.
“Lo que me pasó a mí fue muy grave porque yo no esperaba que me pasara nunca algo como eso pero, diay, uno tiene que entender que las cosas no llegan a como uno lo quiera, porque uno hace una cosa y Dios dispone de otra parte”, expresa.
“Hoy yo me siento feliz y me siento bien. Sí, es verdad que me sucedió eso, pero hay que salir adelante siempre. Uno siempre tiene con qué hacerlo si quiere”, añade la indígena.
Ser bombera
“La verdad a mí me gusta ser bombera forestal. Me gusta esto. Mucho. Yo me siento realizada por lo que hago”.
Suspira profundamente y agrega, siempre pausadamente –como si estuviera traduciendo cada una de sus palabras–: “Yo llevo dos años en esto y me ha tocado apoyar en tres grandes incendios. Son muchas laboradas y de alto riesgo para uno, pero es lo que a mí me gusta”, recalca portando su reluciente y chillante capa amarilla y también su casco de protección.
Ana Mayela Ortís Obando se considera a sí misma fuerte y valiente.
“Se supone que uno en estas debe serlo, ¿sabe? Yo ya creo que lo soy, que aprendí a serlo”.
Ana Mayela no se siente menos femenina ni ‘mujer’ por ser bombera y asegura que nunca ha sentido que alguien cercano le haya sugerido siquiera esa diferencia.
“Los hombres bomberos y brigadistas siempre me han tratado muy, muy bien. Quizá la ventaja es que siempre han sido personas cercanas, de aquí mismo. Entonces nos conocemos bien, de siempre. Son mis amigos”, reconoce.
“Eso sí, recuerde que yo no soy la única. Aparte de mí hay más, cuatro mujeres más. Tampoco fui la primera, cuando llegué había otras. Ahora yo soy la veterana”, dijo.
Al despedirse, ella pide retomar la palabra y apuntala. “El mensaje que yo les quiero dar a los jóvenes que van creciendo y que podrían leer esto es que siempre, pese a todo, hay que salir adelante y luchar contra el fuego que a veces nos toca en la vida”.
“Y bueno, que ojalá alguno más adelante sean lo que soy yo: bombera. El país necesita más y es un honor hacerlo”, sonrió ,esperanzada.
Colaboró la periodista Alejandra Vargas Morera.