"No soy animador, ni locutor, ni mucho menos humorista", gritaba Gorgojo en su casete Gorgojeando. Lo más gracioso es que Adolfo Montero –su nombre de cuna– no solo era animador, locutor y humorista, sino que era extraordinario en lo que involucrara tener un micrófono y una audiencia en frente. Las risas se amplificaban siempre que estaba en tarima.
Gorgojo se reía sin jotas. Sus carcajadas eran una consecución de A-A-A, cada una manifestada como un tosido pletórico e implacable. Gorgojo daba tanta pero tanta risa que solo escucharlo reír era suficiente para que el público le hiciera segunda.
Con su trompeta y su banda Llamarada ("el único grupo descompositor nacional", en palabras del ídolo), Gorgojo recorrió todo Costa Rica y visitó otros países (como Panamá y Estados Unidos) al mando de un estilo inigualable de comedia, el cual al día de hoy no encuentra pares en la escena humorística local.
Adolfo Montero inventó un estilo de comedia criolla y, por más que muchos lo intentaron, nunca logró ser calcado. Sus frases están en el inconsciente colectivo (como "¡jueputa yo!") y su creatividad revolucionó el alcance de nuestra expresión popular.
En 71 años de vida y más de cuatro décadas en la comedia, Gorgojo sembró sendos recuerdos en la memoria nacional, desde sus grabaciones de espectáculos de comedia (Gorgojo caliente, Gorgojeando, Cárguese de risa, entre otros) hasta su infame participación en el programa de Extra TV Caliente caliente.
Risa incomparable. Adolfo Montero nació en octubre de 1943. Proveniente de Sagrada Familia, comenzó a trabajar desde joven. Su interés por las letras (era considerado uno de los grandes conocedores del léxico tico) vino después de trabajar en imprentas y periódicos.
Era mandadero en un periódico cuando lo apodaron Gorgojo, cuenta la leyenda que por ser pequeño e inquieto. Fue como linotipista en un diario que alguien descubrió su talento para animar a los compañeros a punta de risas, y le ofreció un espacio en un programa de televisión.
Si bien su carrera profesional como comediante comenzó luego de sus 30 años, su estilo lo construyó desde joven, pues cuentan sus amigos que lo invitaban a fiestas y era el centro de atención. De repente, en el jolgorio, sacaba una olla para hacer ruido en medio de los chistes, de forma similar a cómo usaba la trompeta y a Llamarada en sus espectáculos: como herramienta del caos para encaminar las carcajadas.
Consultado años después sobre si sabía de antemano que iba a tener éxito, respondió: "Eso no se puede vaticinar debido a que es difícil saber si le voy a caer bien al público. Lo que sí tenía muy seguro es que yo soy el mejor animador del mundo, según yo, porque me gustaba tanto que lo hacía hasta gratis".
El estilo de vida lo acercó al alcohol, y aquello le trajo problemas por todo lado. De hecho, su muerte se dio debido a problemas en el hígado, por su adicción al licor. Había superado la enfermedad, pero a mediados de año lo volvieron a internar. 11 días después murió.
Anhelaba regresar a los escenarios. Ofreció un par de presentaciones, además de aparecer en las transmisiones de las corridas de toros. No obstante, a pesar de su padecimiento nunca se dio la oportunidad para que comediantes le rindieran en vida el homenaje que se merecía por hacer comedia sin ser complaciente ni mediocre (su lema era "canción tocada, canción quemada").
No importa. De todas formas, Gorgojo no tenía en la mejor estima a sus colegas actuales. Como dijo a La Nación en 2013, "ya no hay humorismo; lo que hay son cuentachistes y a veces como que obligan a la gente a reírse. ¡Solo falta que les vayan a hacer cosquillas!".
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