Nuestros niños son mucho más alérgicos de lo que fueron los abuelos. Las alergias, y entre ellas las alimentarias, son solo uno de muchos males que han aumentado por este tiempo asombroso y caótico al que llamamos vida moderna.
La ciencia ha superado algunos viejos conceptos que los médicos tenían sobre estas sensibilidades, nos dice el alergólogo Olman Riggioni. Él es el presidente de la Asociación Costarricense de Alergología e Inmunología , y afirma que hace diez años habría dicho que una alergia alimentaria era una sentencia perpetua; pero ya no es así.
“Si hay algo que cambia es el sistema inmunoalérgico: así como se pierde la tolerancia a algún alimento, se puede recuperar; es muy raro un paciente que se quede estacionado en su problema”, explica.
Así, no estamos sentenciados al látigo de los estornudos, de la hinchazón, de los ojos en carne viva. Pero hay una clave: entre más temprano lo atendamos, mejor; por eso volvamos la mirada a los más pequeños.
Por la boca
El aumento de las alergias es un fenómeno común en naciones desarrolladas, y aunque Costa Rica no tiene los índices de estos países, también es más alérgica hoy que ayer. Las principales reacciones alimentarias en el país las provocan el huevo y la leche.
Riggioni dice que de la mano de la alergia alimentaria, también ha aumentado su manifestación más peligrosa: la anafilaxia. Esta es una reacción violenta del organismo que podría incluso poner en peligro la vida.
Un dato iluminador que nos dice el médico es que las alergias, como las penas, nunca vienen solas.
El alergólogo llama la atención sobre un fenómeno conocido como la “marcha alérgica”. Este concepto se refiere a que un infante que presente problemas digestivos por alergia alimentaria será más propenso a desarrollar afecciones respiratorias cuando crezca.
“Cuando esos niños lleguen a los tres o cuatro años, es probable que empiecen a sufrir de rinitis, y que después presenten asma. Por ello, uno debe prevenir, y cuanto antes, mejor”, sostiene.
Un estudio publicado este año en Estados Unidos determinó que entre un 65% y un 75% de las personas asmáticas también son alérgicas.
Por ello la acción debe ser inmediata. Riggioni desalienta la costumbre de padres y pediatras de esperar a que el niño tenga entre 4 y 6 años para tratar sus alergias, con la esperanza de que desaparezcan por sí solas.
“El paciente alérgico se debe estudiar en el momento en que tiene síntomas, porque la marcha alérgica va in crescendo conforme el tiempo pase”, recalca.
No es para siempre
¿Cuáles son algunas de las banderas rojas a las que deberían estar atentos los padres para saber si sus hijos sufrirán de alergias?
Los antecedentes de este tipo de reacciones en familiares es la primera alerta. La segunda son los cólicos severos del infante durante los meses de lactancia materna, o cuando se le da el primer biberón de leche no materna.
Existen prácticas pediátricas que recomiendan la incorporación gradual de alimentos con potencial alérgico en los niños. No obstante, Riggioni afirma que los alergólogos no proponen una dieta para cuando el niño empieza a ingerir alimentos. “Si no existen indicios previos, no se ordena evitar ningún alimento; esto se hace solo si se presenta un síntoma o si la familia directa tiene una sensibilidad ”, explica, y agrega que la mejor defensa contra las alergias es la lactancia materna y el ingreso paulatino de los alimentos durante este período.
Asimismo, los especialistas tampoco proponen un régimen especial para la madre durante el embarazo.
Recuerde que una alergia alimentaria en la infancia no necesariamente debe ser un mal que acompañará a la persona por siempre.
Riggioni explica que hay manifestaciones como la gastritis, la dermatitis atópica, la gastroenterocolitis, la falla de un niño para progresar nutricionalmente o incluso el asma, que pueden verse como manifestaciones de un cuadro alérgico. En el fondo, estos males podrían revelar la pérdida de la tolerancia que tiene el intestino para procesar los alimentos.
Los alergólogos ofrecen un tratamiento que consiste en una dieta especial para volver a producir esta tolerancia y, si esto no funcionara, el paciente puede empezar un tratamiento de desensibilización, en el cual, –anota Riggioni– los japoneses son los pioneros.
Las alergias son un signo de nuestros tiempos, no una sentencia. Nuestros hijos pueden estar perfectamente adaptados al hoy.