El semáforo está en rojo, el mismo color de los pañuelos “típicos” que vende este tipo cachetón que se protege del sol con un chonete. “Llévelos a ¢1.000”, aúlla el señor sin recibir mucha atención de los choferes que en este momento no quieren rojo, sino el verde en esta encrucijada de San Pedro de Montes de Oca.
Por esta ocasión, los souvenirs de la patria quedan para otros que sí los quieran y que, según una reciente encuesta de Unimer para La Nación , no serían pocos. Casi cuatro de cinco ticos (78%) reportan adornar sus casas o sus vehículos con banderas y materiales alusivos a la independencia de Costa Rica. No sabemos si los consultados decoran con una explosión tricolor de guirnaldas, o si solo lo hacen con una banderita en la antena de su Hyundai. Lo cierto es que –si bien el fervor patriótico se queda pálido al lado de otra fiesta más exhibicionista, como la Navidad– los consultados sí reportan cantar al mundo su amor a la soberanía del país.
Hay muchos sabores de patriotismo pero, en un sentido estrictamente oficial, nuestra forma de expresarlo va de la mano con la celebración de las fiestas patrias.
La encuesta de Unimer se hizo telefónicamente a nivel nacional entre el 23 y el 30 de agosto del 2013. El tamaño de la muestra fue de 600 personas, con un error muestral máximo de 4,0 puntos porcentuales, y un nivel de confianza del 95%.
La Revista Dominical quiso saber cuál es la vigencia de las manifestaciones patrióticas; cuál lugar ocupa el venado cola blanca, por ejemplo, en el ránquin de símbolos patrios; cuál es la experiencia de la gente al fabricar un farol y, en un sentido más delicado, cuántos dicen que trocarían en arma la tosca herramienta en el país verde y sin Ejército. El resultado: somos “apuntados” a las fiestas, pero la ignorancia histórica nos gana.
Emoción nacional
El historiador Víctor Hugo Acuña mantiene que una nación es una comunidad política que se autoasigna ciertos rasgos culturales. Desde esta perspectiva, símbolos como el escudo o la bandera vendrían a funcionar con una lógica próxima a la publicidad, promovida desde las élites políticas.
“Construir una nación es esencialmente aplicar una estrategia de marketing político que puede ser exitosa o no”, nos dice Acuña.
Desde esta perspectiva, el hecho de que en el Restaurante y Marisquería Leda, en la costa de Caldera, Puntarenas, haya 16 adornos con sello costarricense colgando del techo y una bandera gigante en la cocina, se puede ver como una manifestación del éxito de esta “campaña”.
Acuña dice que uno de los viejos rasgos distintivos nacionales –o diacríticos de nación– de Costa Rica es la percepción de democracia. Este viejo sello de identidad permanece vigente. El 84% de los ticos considera que vive en un país democrático; mas no necesariamente tantos costarricenses creen que viven en un país independiente. Siete de cada 20 ticos (44%) creen que dependemos de otros países.
¿Cuáles otros pueden ser indicadores de éxito de esta campaña de marketing con la que nos ilustra Acuña?
Nueve de cada diez costarricenses (91%) sabe la fecha de celebración de la independencia, y casi la misma cantidad (87%) conoce la letra completa del Himno Nacional de Costa Rica ( ver nota aparte ).
Asimismo, una impresionante cifra de siete de cada diez costarricenses (72%) dice que acostumbra a ir a desfiles celebratorios de las fechas patrias; y ocho de cada diez padres de familia (82%) habría confeccionado un farol con uno de sus hijos.
En Liberia, Guanacaste, por ejemplo, se reporta que el fervor por el 15 de setiembre se mantiene, aunque algo venido a menos por los rigores del sol y del calor. Sin embargo, la actividad más representativa en la comunidad en el mes de la patria es la de acompañar el tránsito de la Antorcha de la Independencia, que llega el 13 de setiembre proveniente de Nicaragua. En años anteriores, se ha calculado que hasta mil ciclistas y motociclistas viajan desde Liberia y La Cruz hasta la frontera para recibir la antorcha. Por lo demás, esta es una actividad que levanta un interés moderado en el país. Un poco más de la mitad de los ticos (55%) siguen el suceso con mucho o con algo de interés.
Desconocimientos
La voluntad de los ticos por participar en las fiestas de independencia viene acompañada por un bajo conocimiento. Siguiendo con el caso de la antorcha, cuatro de cada diez ticos (41%) no saben que su recorrido parte desde Guatemala.
Incluso hay cifras que revelan un desconocimiento histórico más profundo. Por ejemplo, nueve de cada 20 ticos (46%) no saben de cuál país se independizó Costa Rica (un 14% afirmó que lo hizo de Guatemala). Además, solo un tercio (32%) conoce que la emancipación se firmó en el año 1821, y una ínfima parte (2,2%) sabe que el Acta de Independencia llegó al país el 13 de octubre de aquel año.
Por otra parte, las estrellas entre nuestros símbolos patrios son la bandera, el escudo, el yigüirro y la guaria morada, que fueron mencionados por más del 60% de los encuestados. Otros símbolos, como el venado cola blanca solo es recordado por un tercio (30,7%) y la Antorcha de la Independencia, solo por un 2,1%.
Signos de identidad
El Estadio Nacional retumbó. Durante un par de minutos, los futboleros se sintieron parte del coro más grande del país. La Sele se enfrentó a los Estados Unidos el 6 de setiembre, y una plegaria de revancha –muy parecida a la sed de venganza– explotó en forma de canción, durante los instantes previos al encuentro, y entre las notas del Himno Nacional de Costa Rica .
¿En dónde se puede encontrar hoy más emoción comunitaria que alrededor de la Selección de Futbol? La emoción es el combustible de los patriotismos, explica el filósofo Alexánder Jiménez. Él es director del doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura en la Universidad de Costa Rica y estudioso del tema de las identidades nacionales.
“La patria es el territorio habitado sentimentalmente”, prosigue Jiménez.
La imagen de un papá que levanta a su hijo pequeño de la butaca y le estampa un beso en la mejilla cuando la escuadra costarricense anota el segundo gol, habla menos de una emoción deportiva y más de una emoción nacional: “Sí se pudo, sí se pudo”.
Para el historiador Víctor Hugo Acuña, la Sele se ha convertido en un signo de identificación para una nación que desconfía de los signos distintivos de su pasado: un país eficaz en bajar la pobreza, en reducir la brecha entre ricos y pobres, y que ya no puede prometer la movilidad social que experimentaron generaciones pasadas.
Una encuesta de Unimer de julio reveló que el desempleo es el principal problema nacional (23%) percibido por los ticos de menores recursos económicos, seguido por la inseguridad ciudadana (21%) que es la principal preocupación para los más acaudalados.
En una nota más lúgubre, la inmensa mayoría de los costarricenses se inclina por pensar que el futuro será igual o peor.
“Hay una dificultad para seguir creyéndonos lo que éramos, y esa falta de eficacia trata de ser compensada por la cuestión de la Selección”, razona Acuña.
El desencanto político también se suma a esta crisis en la confianza de “la excepcionalidad costarricense”. Solo tres de cada cien ticos consideran que el país camina en la dirección correcta.
‘En arma trocar’
Al margen de este descrédito, llama la atención la confianza que los ticos siguen teniendo en la democracia del país, una percepción que es muy antigua. Acuña nos la explica: “Después de la independencia, y a lo largo del siglo XIX, Costa Rica se fue constituyendo como un país relativamente estable; nunca estuvo ausente la confrontación política violenta, pero fue limitada. Esto ayudó a construir una idea de nación costarricense como una comunidad de excepción”.
Llama la atención que en la reciente encuesta de Unimer, seis de cada diez ticos (63%) dijeron que estarían dispuestos a tomar las armas para defender la democracia del país. Los varones contestaron afirmativamente en una mayor medida (71%). En oposición, dos de cada diez costarricenses piensan que hay otras maneras de solucionar los conflictos.
Las relaciones de una nación con los extranjeros que viven en el país, o con las naciones vecinas, sin duda representan un reto para atemperar los nacionalismos. Siempre habrá quien defina su nivel de patriotismo por los decibeles de su indignación ante las expresiones del presidente nicaragüense Daniel Ortega, por ejemplo, o mediante sus opiniones hostiles hacia los extranjeros que viven en el país.
“Aunque no tenga la expresión de hostilidad manifiesta en otros lugares, sí hay mucha gente que no ha resuelto el hecho de que somos un país migratorio, no solo porque recibimos a miles de inmigrantes, sino porque tenemos muchos miles de emigrantes que salen del país”, comenta Jiménez.
El filósofo resalta que el gran problema del nacionalismo es que suele nutrirse de irracionalidad –es pobre filosóficamente–; aunque destaca que en caso de Costa Rica hay alguna vertiente que tiene un trasfondo político valioso, y que se expresa en un sano orgullo por sus instituciones y por la ausencia constitucional del Ejército. “Por supuesto que también tenemos elementos delirantes llenos de fantasías, pero todos los nacionalismos son así”, agrega.
Más allá de cantar el himno o el gol, una vez comido el gallo pinto y reventadas las bombetas del 15 de setiembre, ¿qué nos une como nación? Jiménez y Acuña coinciden que debemos trabajar en el respeto a la diversidad, en los derechos más que en los escudos, en las personas por encima de los héroes.
Nota aclaratoria: Una versión anterior de esta nota afirmaba erróneamente que el Acta de Independencia llegó a Costa Rica el 29 de octubre de 1821, cuando la fecha correcta es el 13 de octubre de aquel año.