Críticos de música lo elogian; está bajo la tutela académica del primer chelista de la Filarmónica de Nueva York; el chelista Yo-Yo-Ma lo invita a tocar a su lado, pero, lejos de ser deslumbrado por todas esas oportunidades, el chelista tico-estadounidense Gabriel Cabezas, sin aires de grandeza, asegura que lo único que quiere para ser feliz es tocar para otras personas por muchos años.
Este joven de 17 años está de visita en el país –ya que reside en los Estados Unidos con sus padres– para ofrecer cuatro conciertos: dos con la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) y dos junto al pianista Manuel Matarrita.
Para él, tocar junto a una orquesta de gran nivel es cada vez algo más usual; esta es la segunda ocasión en que actúa junto a la OSN; además, en el pasado lo hizo junto a la Orquesta Sinfónica de Chicago, entre otras.
También dedica tiempo para realizar conciertos de música de cámara con piano y en solitario.
Pero, ¿cómo comenzó esta pasión de Gabriel Cabezas por la música y el violonchelo?
Cuando entró en contacto con un chelo, agregó, existió una conexión inmediata; en ese momento tenía cerca de cuatro años.
El paso de los meses, sumado a verlo en su primer recital estudiando bajo el método Suzuki, les confirmó a los padres que lo de su hijo no era una ocurrencia, sino el comienzo de un intenso amor con el violonchelo.
Los años transcurrieron y el niño mantuvo su entusiasmo; sin embargo, fue a sus 13 años cuando reafirmó que la música era lo que deseaba hacer para el resto de su vida, cuando ganó con honores el primer lugar del concurso de la organización Sphinx, en febrero del 2006.
Tras ganar el concurso de la fundación, dedicada a impulsar a jóvenes hijos de inmigrantes latinos con talento, obtuvo un premio muy atractivo: un contrato para realizar presentaciones con orquestas y en solitario, además de grabar el disco
“Es difícil decir el momento exacto en que decidí hacer esto como modo de vida; simplemente, nunca he pensado hacer otra cosa”, afirmó Cabezas.
De igual forma tuvo oportunidad de ofrecer dos recitales en la reconocida sala Carnegie Hall, de la ciudad de Nueva York.
A pesar de toda esa pomposidad, sus padres se preocuparon porque él tuviera los pies muy bien puestos sobre la tierra. Por eso, se aseguran de que su hijo creciera como un niño normal, con una parte de su día dedicado a estudiar música y la otra dedicada a las actividades cotidianas de alguien en la secundaria.
“Gabriel vivió una vida (niñez) bastante normal, fue a un colegio público con 4.000 estudiantes y fue casi al final (de la secundaria) que sus compañeros se dieron cuenta de su interés en la música, cuando le pidieron que diera un recital escolar”, recordó el padre.
Para el músico tico-estadounidense, en este momento su meta a corto plazo es finalizar sus estudios superiores en el Instituto de Música Curtis; ahí estudia bajo la tutela de Carter Brey, primer chelo de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, poseedora de gran prestigio a escala mundial.
Sin embargo, al pedirle hacer un recuento de sus logros en busca del que más valora, sin titubear respondió que es tocar con el mundialmente famoso chelista Yo-Yo Ma.
A la fecha, son tres las ocasiones en que tocaron juntos; la más reciente fue en mayo, durante un homenaje que le hicieron al músico chino-estadounidense en la ciudad de Chicago, Estados Unidos.
Gabriel Cabezas aseguró que, lejos de la fama, el renombre y la prensa que rodea a Yo-Yo Ma, lo que admira es su sencillez y su deseo de compartir con la gente.
Como anécdota, Emmanuel Cabezas recordó que en uno de los encuentros entre su hijo y el músico de 55 años, tocaron una obra a dos manos (uno tocaba el arco y el otro digitaba las cuerdas) en el instrumento de Yo-Yo Ma, valorado en varios millones de dólares.
“Él es un músico famoso, pero no es perfecto; sin embargo, se conecta con la gente y después de eso toca (...). Creo que eso (los encuentros con el chelista) fueron impactantes, educacionales, algo increíble”, afirmó el joven.
Además, tiene una idea que le revolotea desde hace un tiempo: organizar un festival de música de cámara en Costa Rica.
“Recién participé en un festival por varias semanas, y pienso en cómo podría hacer algo parecido aquí; lograr atraer grupos de música de cámara, porque hay campo para desarrollar algo así y porque la música de cámara es un espacio ideal para atraer a más gente a la música clásica”, recalcó.
A título más personal, desea incorporar más música costarricense a su repertorio; es una idea que le agrada; no obstante, insiste en que no se conocen muchas composiciones nacionales para chelo.
Adicionalmente, continuará compartiendo su experiencia con otros músicos que dan sus primeros pasos. Por eso, es usual verlo en academias y escuelas de Filadelfia, Estados Unidos, ofreciendo conferencias o charlas con niños y adolescentes.
Incluso, en Costa Rica ofrecerá, en esta visita, una clase maestra con estudiantes de violonchelo, del Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem).
Además, por su propia iniciativa solicitó la nacionalidad costarricense hace varios años. Su padre explicó que hay detalles que le sorprenden de su hijo y sus raíces, a pesar de lo insignificantes que puedan ser. Uno es el gusto por comidas ticas, como la lengua de res en salsa de tomate, o una pasión por el futbol del país.
Mucho camino le espera a este tico-estadounidense; sin embargo, está muy seguro de algo: desea pasar el resto de su vida tocando y compartiendo su música con las personas y que sus ejecuciones las escuchen el mayor número de público posible. Eso, simplemente, lo hará feliz.