Fue lo que se esperaba... y mucho más. No podía ser de otra forma, con semejante trío de titanes de la salsa y el merengue actuando juntos por primera vez.
Olga Tañón y Luis Enrique inyectaron de ritmo, sabor y euforia a la frenética concurrencia; al cierre de esta edición, era el salsero nicaraguense quien provocaba el delirio de los fanáticos; según lo programado, Gilberto Santa Rosa cerraría con broche dorado esa sabrosa noche sabatina.
De fuego. El espectáculo se inició con la explosiva actuación de la puertorriqueña Olga Tañón, quien cosechó los primeros gritos al salir al escenario a las 7:40 p. m., calmando los ánimos de quienes la esperban desde las siete en punto.
Su mera aparición fue motivo para que la gente se despegara de sus sillas como señal de emoción de tenerla en suelo tico acompañada por su banda de siete músicos, tres coristas y cuatro bailarines.
Como un torbellino, la artista salió del extremo derecho del escenario mientras sonaba uno de sus grandes éxitos, Cómo olvidar , que de inmediato puso a bailar a todo mundo.
Fue tanta la energía que el público no se contuvo y se desbordó literlamente de sus asientos cuando algunas parejas empezaron a bailar en los pasillos, dando muestras de su sabor.
La acción no se detuvo en el Saprissa y el segundo tema no se hizo esperar con Bandolero , los aplausos, gritos y manos en el aire eran señal de que la gente la estaba pasando genial pese al frío que corría en Tibás.
Tañón hizo gala de su buen ritmo y humor cuando se puso a seguir los pasos de sus bailarines y luego se agarró la espalda como si le doliera, con lo que provocó hilaridad entre los ya cautivados asistentes al bailongo.
Por supuesto que era una broma, ya que durante el resto de la noche hizo y deshizo con intrépidos pasos de baile; saltó, corrió y dio vueltas con la energía de una veinteañera.
Tras el tercer tema, Todo lo que sube , llegaron las primeras palabras de la mujer de fuego. “Buenas noches”, saludó. “Nos sentimos contentos de estar en San José, Costa Rica”, agregó.
Su fuerza quedó manifiesta cuando dijo: “Pobrecitos los hombres que vengan después de mí porque yo soy la única mujer acá esta noche”, lo que despertó calurosos aplausos.
Eso sí reconoció que luego las mujeres se andan derritiendo por los hombres y que por ese motivo les iba a dedicar unas canciones divinas a ellos.
Aunque algunas personas empezaron a sentarse, la intensidad de la noche no bajó con temas como Contigo o sin ti o Así es la vida , e incluso Tañón recordó a la gente para qué estaban allí esa noche.
“Aquí se vino a bailar”, mientras invitaba a la gente a ponerse de pie y moverse sin cesar. “Esta noche se vino a celebrar que estamos vivos”.
El frío hizo mella en la cantante que pidió un abrigo más cerrado e incluso lo modeló para el público y, claro, muchísimos piropos se llevó.
También se metió, en el mejor sentido, con su público. A uno de sus fans, que estaba en primera fila, le preguntó por la “doña” y como el otro contestó que no la había llevado, ella le dedicó Muchacho malo , mientras seguía contoneándose en el escenario.
Mientras saludaba a las graderías, el recorrido de sus éxitos siguió con Sola antes de hablar de una gran mujer que le enseñó muchas cosas, pero una en especial.
“Mientras más grande, más humilde tienes que ser”, fue lo que aprendió de Celia Cruz, según contó, y se dedicó a cantar algunas de las canciones más emblemáticas de la desparecida intérprete, lo que desató la locura entre la gente.
La pequeña Victoria también fue protagonista. Esta niña se encontraba en las primeras filas y llamó la atención de la boricua que incluso le cantó un tema y como respuesta la niña le tiró un beso que se mostró en las pantallas y provocó un sonoro y unísono “ahhhh” en todo el estadio.
Flaca o gordita , Mi eterno amor secreto y Basta ya fueron de los momentos más pausados de su presentación, pero no menos disfrutados y tarareados por la gente.
A las 9:55 p.m., y precedido de un ensordecedor aplauso, apareció por fin el Príncipe de la Salsa. Luis Enrique arrancó con Traigo mi música , Locos los dos y Cómo volver a ser feliz.
Al cierre de edición, el intérprete de Yo no sé mañana auguraba un segundo acto que prometía más y más sabor. Ni qué decir de las expectativas con las que se esperaba, ya al filo de la medianoche, nada más y nada menos, que al Caballero de la Salsa. La noche pintaba a un cierre titulado “Mejor imposible”.