MEXICO-CHAVELA VARGAS (ARCHIVO) Acompaa nota: Semana personaje. La cantante de musica popular mexicana Chavela Vargas interpreta un tema durante su presentacin en el zocalo de la Ciudad de Mxico la noche del 09 de abril de 2000. AFP PHOTO/Jorge SILVA (JORGE SILVA)
A los 93 años murió Chavela Vargas. Se le apagó la carne, pero su nombre, que ya de por sí era tan fuerte como ella, quedará vivo y ahí sí, sin tener freno del tiempo. Bien podría su fama ser eterna. Eso suele pasar con quienes los demás inmortalizan.
Hoy, el mundo de las letras, el cine y la música llora la partida de esa artista nacida, muy a pesar según ella, en Costa Rica, pero hija adoptiva, por decisión propia, de México.
Partió entonces la musa de Joaquín Sabina, la amiga cercanísima de Pedro Almodóvar y Miguel Bosé; la mujer a la que le atribuyeron y se adjudicó grandes romances con algunas de las mujeres más famosas de las artes –Chavela dijo que Frida Khalo alguna vez la amó–.
¿Verdad o mentira los cuentos e historias a su alrededor? Chavela construyó de sí misma un gran personaje dentro y fuera de la música; se hizo un mito y como buen mito la realidad que la cobijó en vida quedará como un misterio.
De aquel personaje seguirá siempre rondando por ahí que se ganó fama por cantar con todo el sentimiento rancheras, boleros y música tradicional latinoamericana. Quedará rondando por ahí que fue una alcohólica terrible, que no le pesaba la mano para disparar un arma, que contó que huyo de Costa Rica porque su vida aquí era un infierno y que fue chamana; que lucía siempre los ponchos, que se cortó su larga trenza en una época de dolor y que, hasta ayer, su retrato fue siempre el de la mujer de pelo corto. Mujer de correrías, mujer de hablar fuerte, mujer de mover particularmente las manos en el escenario, mujer de jorongos, guaraches, cigarro y copa en la mano.
Ira contra la tierra. Chavela Vargas nació en San Joaquín de Flores (Heredia), un 17 de abril de 1919. A la mujer que gustaba del trago, las mujeres, los cigarros, los pantalones, la juerga y la cantada a lo macho, le tocó vivir en una Costa Rica ultraconversadora.
Se fue entonces cuando tenía 17 años. Y aunque durante la década del 2000 vino con mayor frecuencia al país que la vio nacer, su relación con esta tierra fue tirante como lo suelen ser las relaciones de amor que se rompen por las malas.
Durante su vida artística de más de 50 años, no perdió oportunidad en gritar a los cuatro vientos que sí, había nacido en Costa Rica, pero que, para ella, esta no era su casa.
“Nací en el fin del mundo, en Centroamérica, en Costa Rica”, así lo declaró en un documental comandado por la periodista Macarena Rey. Una videografía .
Esa historia suya, de que huyó de su tierra natal a los 17 años como quien escapa de un infiernillo, ha sido una piedra angular en la construcción del personaje que fue y ha generado debates de fondo que calientan los ánimos, ya sea para defenderla o para empalarla por un resentimiento ya rancio.
Ayer, a la noticia de su muerte se sumaron comentarios de amor pero también palabras lapidantes de costarricenses contra ella. Le cobraron su rencor; es que el dolor, a veces dolor genera.
“La señora Isabel Vargas Lizano tiene la voz raspada, las ideas peligrosas y los odios viejos. Vargas se ha retirado del canto, mas no de la filosofía; y, cuando un ingenuo le pide sus opiniones sobre Costa Rica, ella sale con una clase de ética racista: asalto criollo a la razón”, escribió el periodista y editor Víctor Hurtado, en el suplemento cultural Áncora . El texto fue una reflexión de fondo a partir de una entrevista que Vargas le dio al diario español El País con severas declaraciones en contra de Costa Rica.
“¿Cómo es posible aborrecer a un pueblo? ¿De qué mente obtusa puede brotar el odio contra todos los seres humanos que habitan una tierra, que muestran un color de piel o que descienden de unos mismos padres?”, va concluyendo el artículo de Hurtado, que fue titulado como El fascismo posalcohólico de Chabela V .
Mujer y mito. Chavela Vargas es la mujer de mil historias –entre reales, fantásticas y fantasiosas–; se desdibujó a sí misma como una niña crecida en el desamor y en el abandono.
“Mis padres se divorciaron. Me tocó ir a vivir con unos tíos. Bajaba fruta de un árbol, bajé cinco mil o seis mil naranjas. Vivía en una finca, no veía nunca a mi mamá; no sabía dónde estaba”, se retrató Chavela Vargas en el documental.
“Fui agarrando, no furia ni odio, pero fui agarrando un coraje que llenó las venas, las arterias (...) tengo que irme. Quiero ir a buscar la paz; un nombre; tener una carrera”, confesó la cantante. Que cerró aquella frase diciendo: “Yo, la niña nacida la más pobre”.
Y coraje es lo que sentía Vargas por Costa Rica. “No vuelvo nunca a Costa Rica. Ese es un país que no me ha dado nada, que aún ahora me niega todo. ¿Por qué crees que amo a México? Mi padre, que fue el que me educó me dijo: ‘¿Quieres esto? ¿Quieres ser cantante? ¡Aguanta!’”.
Y aguante fue lo que tuvo Chavela Vargas. Por su resistencia dejó un testamento para artistas.
“Su gran aporte fue en el estilo que puso en el escenario en una época en que eso no existía. Logró un lugar destacadísimo en México dentro de la canción ranchera y construyó un mito. Fue un símbolo de fuerza; superó su cáncer en la garganta, su alcoholismo; fue un símbolo de que se podía levantar a muchas cosas (tuvo importantes impases en su carrera). Ella fue muchas cosas, y fue única; irrepetible”, dijo Ana Castro, voz del grupo musical femenino Claroscuro. Conoció la música de Chavela a los 19 años y recién pasados sus 20 fue, cuando la Vargas venía a Costa Rica, parte del lote de artista y cercanas que la acompañaban en sus cantadas y muchas correrías.
Su forma de hablar sin pelos en la lengua le trajo lo mismo admiradores que enemigos, y su carne sufrió de enfermedades, desde niña.
Superado aquel episodio, tuvo poliomielitis. “Venía predestinada a una vida con mucho dolor”, retrató la Vargas en su biografía visual.
‘Gracias, a mí’. Chavela Vargas aseguró en vida que nadie la apadrinó. “¿Y cómo conoces a José Alfredo (Jiménez) y a Agustín (Lara)?”, le preguntó en una entrevista Joaquín Sabina a la mujer que fue su musa para el tema Por el boulevar de los sueños rotos –del disco Esta boca es mía –.
“¿Quién te apadrina? ¿Quién les dice ‘esta señora canta como Dios’?”, le insiste Sabina. “Nadie, nadie me apadrina. Por eso nunca digo ‘gracias a fulano o gracias a doña fulana’. He hecho una carrera gracias a mí. Yo misma me presenté y dije: ‘José Alfredo no vengo a ver si puedo; porque puedo vengo’. Y me dijo: ‘Así me gustan las mujeres, así’”, contestó firme y puntualizando con la cabeza Chavela Vargas. Sabina y ella conversaban sentados en una sala.
Fuerza y estrella eran obvias compañeras de Chavela Vargas. Tuvo una vida en la que coincidió con grandes figuras de las artes.
Alguna vez fue vecina del escritor mexicano Carlos Fuentes. Fue amiga y compañera de juerga de Lola Olmedo –filántropa, coleccionista de arte y musa de Diego Rivera– y mujer de la que confesó la Vargas haber estado enamorada.
Vivió con los artistas Diego Rivera y Frida Khalo. “Frida me amaba. ¡Lástima que quemé una carta que Frida me escribió! Decía: ‘Vivo para Diego y para ti, nada más’.
Chavela Vargas es hasta ahora la más grande artista que ha nacido en Costa Rica. Eso no le gustó a ella, pero a pesar de ella, y de quienes no perdonan su dolor, fue así.