Una lluvia de música sinfónica refrescó la tarde de los josefinos

Las notas de la orquesta se esparcieron rápidamente por la plaza de la Cultura. Eran una fuente de paz y alegría, en medio del bochorno del mediodía y al final no importó la inoportuna lluvia, porque los josefinos que se dejaron refrescar el alma con la música, lo agradecieron con un largo y caluroso aplauso.

Los responsables de ese regalo musical fueron los 146 músicos de la Orquesta Sinfónica Manuel María Gutiérrez, del Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem).

Ellos ofrecieron en ese concurrido punto capitalino el primero de tres conciertos gratuitos, como parte de su temporada de presentaciones de este año.

Minutos antes del mediodía, el centenar de jóvenes estaban listos para su presentación. Bajo un enorme toldo afinaron, por última vez, sus instrumentos, antes de dar la bienvenida a su director titular, Rafael Antonio Rodríguez.

La famosa curiosidad del tico hizo que muchos que simplemente pasaban por ahí se detuvieran a ver qué era lo que todos miraban dentro del toldo. La sorpresa para muchos fue encontrarse con una orquesta de jóvenes.

No faltó quién preguntara detalles. Una joven le preguntó a su acompañante cuál era el nombre del enorme instrumento al fondo, a lo que alguien le aclaró que se trataba de un contrabajo.

Dos minutos antes de lo pactado, a las 11:58 a. m., el director Rodríguez apareció y, batuta en mano, marcó el comienzo del concierto. Lo primero que se escuchó fueron las notas del Himno nacional, del compositor Manuel María Gutiérrez. Algunos caminantes al escuchar las notas se detuvieron y entonaron las estrofas.

Acto seguido comenzó a sonar Preludio festival, una obra de Alfred Reed. Mientras el director establecía una intensa comunicación visual con cada sección de la orquesta, un puñado de niños jugaban entre las palomas que caracterizan la céntrica plaza.

Del calor a la lluvia. Granizados con una y dos leches, camisetas de tirantes, pantaloncillos cortos, botellas de agua y gorras. Todas las formas de evitar el Sol y sus efectos eran válidas. Además, libres de las formalidades de las salas de conciertos, todos comían sin preocuparse, mientras disfrutaba de la música.

El talento de los muchachos fue premiado desde el comienzo del recital, ya con Poema para orquesta, de John Tatgenhorst, los aplausos eran una constante al final de cada interpretación.

El director Rodríguez aprovechó la audiencia para explicarles que la Manuel María Gutiérrez lo integran músicos del Sinem de todo el país, y que ellos buscan algo muy simple: transformar la sociedad mediante la música.

Luego vinieron obras como la Obertura Rienzi, de Richard Wagner, arreglo de Sandra Dackow y las Variaciones sobre un tema de Haendel, de Maurice C. Whitney. Además, la orquesta presentó como director invitado a Ricardo Vargas, exdirector del Sinem.

Ver el despliegue musical de estos jóvenes hizo que muchos se vieran tentados a dejarse un recuerdo, una foto o un video capturados desde sus celulares.

Todo marchaba de maravilla, pero a las 12:48 p. m. la lluvia hizo su ingreso triunfal. Algunos corrieron a guarecerse a locales cercanos, pero otros como Ronald Leiva, decidieron quedarse hasta el final, sin importar si se mojaban un poco, porque una iniciativa musical como esa fue algo que les encantó.