Anielka Barberena, de 10 años, es una inquieta y entusiasta niña de Limón, que estudia violín en la escuela de música del Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem) y el Colegio Universitario de Limón (CunLimón). Hace un año emprendió un doble reto: estudiar el banyo y aprender a tocar calipso.
Junto a ella, hay un grupo de estudiantes de esta escuela musical que están decididos a que el calipso no muera y, tomar en sus manos, la responsabilidad de que continúe por muchos años.
Por eso, estudian otros instrumentos, como el quijongo y el mismo banyo, y, desde luego, también aprenden a cantar.
Rita Díaz, directora de la escuela, explicó que estos talleres comenzaron hace más de un año, como un programa adicional para los estudiantes.
Para cumplir con este objetivo, contrataron al
Por tres meses, les transmite sus conocimientos y, luego, los aprendices ponen todo su empeño para emular sus pasos.
Díaz reconoce que tres meses son pocos para aprender un arte que a estos músicos les tomó años perfeccionar. Sin embargo, recientemente, contrataron a un profesor de calipso a tiempo completo.
“Estamos innovando con una propuesta de calipso sinfónico; gracias al taller, muchos se interesaron en el calipso; por eso, implementamos otros instrumentos como el clarinete, saxofón, percusión, bajo eléctrico”, explicó la directora.
Con un poco de timidez, algo inusual en ella, según sus profesores, Anielkaexplicó que le gusta el calipso porque las canciones son “bonitas”. Para ella, tocar el banyo como segundo instrumento es todo un reto, porque son de tamaños muy distintos, pero, poco a poco, va siguiendo los consejos de Shanty.
Con sus 18 años recién cumplidos, Woodie Andre es otro de los que trabaja para dar una bocanada de aire fresco a este ritmo musical.
Él llegó a la escuela para aprender a tocar la guitarra; no obstante, incorporó el banyo a sus estudios musicales. “Mis amigos me dicen que cómo paso tanto tiempo aquí (en la escuela de música), que mejor me traiga la ropa. Tocar banyo es un poco más sencillo que la guitarra, pero también Shanty fue un buen profesor”, dijo.
De los 500 estudiantes que recibe este centro de estudios, unos 20 alumnos son los que dan continuidad al taller de calipso y, cada día que transcurre, son más los estudiantes que quieren aprender.
La directora Díaz confía en que ese efecto multiplicador se mantendrá para que más niños se inscriban en el taller de calipso.
“Siento que se van a generar nuevas generaciones de