Los revendedores de entradas, al igual que vendedores de artículos como capas plásticas, tuvieron una buena jornada gracias a la visita de los mexicanos de Camila.
Gerardo Duarte, revendedor de entradas, aseguró a las 5:10 p. m., que llevaba vendidas unas 30 entradas a lo largo del día. Él explicó que según las localidades, le incrementaba entre ¢8.000 y ¢10.000 a cada boleto.
Para Duarte, la mejor hora es al filo del comienzo del concierto, cuando llegan personas presurosas y están dispuestas a pagar el precio que soliciten.
Un ejemplo de clientes para este negocio fueron Tatiana Arguedas y Ronald Vega, de Moravia. Ellos pagaron ¢10.000 extra por una entrada preferencial.
Gracias a una lluvia vespertina, los vendedores de capas plásticas incrementaron significativamente sus ingresos, porque el temor de los asistentes a llevarse un baldazo los llevó a tomar previsiones.
Quien no tenía tan buena suerte fue Johanna Ibarra, vendedora de afiches del grupo. Ella aseguró que al final del concierto es cuando esperaba “hacer la venta”.