Ser fan de Ricardo Arjona paga: en concierto, el artista hace todo lo posible por hacer sentir al público en una situación de privilegio, al tiempo que entrega un repertorio en el que no falta nada, por medio de una puesta en escena que obliga a referirse a aquello como parque temático y no como recital. Es literalmente espectacular.
Durante la noche del viernes, en la primera de las dos fechas en Costa Rica que el guatemalteco incluyó en su gira Viaje Tour, en promoción del disco Viaje (2014), ningún fan en el estadio Saprissa, en Tibás, tuvo oportunidad para pensar que el costo de su boleto no mereció la pena. Fructificó.
Con numerosas referencias al nomadismo que se promueve en el concepto de ese álbum, Arjona repasó la carnita del disco y se las ingenió para recordar prácticamente todos sus clásicos. ¿Cuál es su canción favorita del músico? Probablemente la interpretó.
En punto a las 8 p. m., tras media hora de impaciencia de poco menos de 21.000 personas, el recinto repleto sintió el primer palpitar colectivo de la velada al son de A la luna en bicicleta, una de las canciones de Viaje.
Durante la primera mitad del tema, al chapín solo se le escuchaba, mas no se le podía ubicar en el escenario. Sus músicos fluían entre las notas y cada segundo los encontraba más felices, pero Ricardo nada que se dejaba ver.
Tras el primer coro, el cuerpo del cantante surgió desde abajo de uno de los niveles del entarimado, manejando una bicicleta de cuatro ruedas, la cual pedaleó sin dejar de cantar, y sin que ninguno de esos actos amenazara el otro.
Así arrancó un viaje musical, psicológico, físico, temporal y constructivo. Un viaje que confirmó que –a pesar de lo que digan las voces que quieren minimizar la huella de Arjona– las verdades no hay que buscarlas muy lejos, pues el impacto de sus canciones responde a algo sencillo: sus fans sienten que él los entiende, y eso es lo que importa.
Proximidad. ¿Será en serio que para Arjona Costa Rica es un segundo hogar, o les dirá eso a todas... las naciones? ¡Qué importa! Cuando lo dijo, anoche, el estruendo de gritos fue tal que ninguna duda fue válida. Ahora es verdad.
“De más está decir que sobra decir tantas cosas”, dijo al comienzo, con ese gran talento suyo de decir nada y mucho a la vez, dependiendo desde dónde se le vea.
“Decir que se les quiere y se les quiere mucho. Decir que los acepté como segunda patria desde hace mucho. Decir que espero algún día terminar en una playa de acá cantando. Decir además que esta noche lo poco que queda de mí es todo de ustedes. Vamos a intentar que cuando salgan por esa puerta, no quede nada pendiente”, afirmó.
Sus clásicos estuvieron presentes desde el segundo tema, El problema, que a más de 10 años de su publicación permanece como uno de los hitos de su carrera. Siguieron Acompáñame a estar solo, Dime que no, Cuándo, Desnuda, Historia de taxi, Señora de las cuatro décadas y Si el norte fuera el sur, entre muchas otras.
Las piezas más conocidas las mezcló con las más nuevas, como El amor, Invertebrado, Cavernícolas y Piel pecado. No obstante, la diferencia en los coros del aforo no era mucha; los presentes querían escucharlo todo, lo viejo y lo nuevo, porque las tres décadas de música de Arjona lo ameritan.
Él, sobre el escenario, estuvo en constante movimiento, viajando de abajo a arriba, paseándose por el par de escaleras que adornaban la tarima, la cual se complementó con músicos de tremenda calidad, un juego de luces impecable y un uso alucinante de las pantallas. Por ello, se habla de que el show de Viaje Tour es uno de los mejores de la música popular latinoamericana actual.
Íntimo. Eran miles, cierto, pero aún así el concierto nunca dejó de sentirse como una reunión de grandes amigos, a la cual no invitaron a amistades superfluas ni a quienes nunca quisieron entender los lazos que unieron a tan variadas almas.
Son quienes entienden cómo se siente escuchar Te conozco a la par de la pareja, o despechados, o entre amigos, con el coro de miles, bajo una fría y despejada noche tibaseña. Son quienes se debaten sobre el significado real de una canción como Apnea, pero coinciden sobre Tarde.
Aún así, cuando este periódico circule, o cuando este artículo se difunda en Internet, o cuando los fans lleguen a la casa o al trabajo, se encontrarán con otros miles que critican su aparente mal gusto y no entienden cómo alguien puede amar la música de Arjona.
¿Qué hay que entender? Cuando un estadio lleno no deja al músico tan siquiera escucharse por el tumulto de coros que lo rodean, la pregunta no es si su música es buena; la respuesta es que claramente es importante para los presentes.
No querer entender algo tan simple como eso es no querer ver; es escuchar Mujeres al final del concierto y no impresionarse con el hecho de que, tras más de 20 años de maduración, el tema sigue dando justo en el punto, porque si hay alguien que siempre da en el punto es Arjona, le duela a quien le duela.
Por eso, anoche enamoró a Tibás y hoy lo hará de nuevo. No es ciencia cuántica; es una cercanía que logran pocos.