Londres, AP
Yo estaba en un pub de Londres, relajándome y bebiendo una cerveza con un par de amigos, cuando vi a una joven flaca, vestida de negro y con un voluminoso cabello negro, entrando al bar.
Unos segundos después, ella se volteó y me miró directamente.
“¡Hola, Amy!”, le dije a Amy Winehouse, quien iba a subir las escaleras, hasta su salón especial en el Hawley Arms, ubicado en Camden.
“¿Estás bien?, me preguntó, como si fuéramos viejos amigos. Ella jamás me había visto.
Así era Amy, una estrella amigable, dispuesta a convivir con la gente común, y que pasaba buena parte de su tiempo bebiendo y socializando con los lugareños en Camden, la zona del norte de Londres donde residía.
La noche en que vi a Amy por vez primera, bajó las escaleras al área principal del bar. Una de mis colegas, quien visitaba Londres para una cobertura noticiosa, no podía creer que la hubiéramos visto, así que la presenté con Amy.
Después de estrecharle la mano, Amy se agachó para levantar la chaqueta de mi amiga, que se había caído, y la colocó gentilmente en el respaldo de la silla.
Mi colega estaba ansiosa por tomar el teléfono para contarle a todo el mundo mediante Twitter lo que había ocurrido recién.
Me topé de nuevo con ella unos cuantos meses después en el mismo pub , cuando unos colegas y yo andábamos de fiesta.
El bar estaba repleto. Amy llegó con una camiseta roja, y chocó con mi espalda. Me levanté y traté de conversar con ella, como la última vez. Le dije, “¡Hola!”, pero no reaccionó. Ni siquiera pareció enterarse de que alguien le hablaba.
Unos segundos después, una chica en el bar sujetó a Amy por el cuello, la llevó cerca de ella y luego comenzó a besarla en los labios. Se besaron durante unos segundos más, y luego Amy se alejó, como mareada.
El Hawley Arms sobrevivió a un incendio hace tiempo atrás y está ahí todavía, pero no será posible ver de nuevo a Amy por ahí.