La música de Pierre Boulez no era fácil de comprender y disfrutar; no obstante, sumergirse en ella es abrir la mente a un campo sonoro que el compositor y director francés ayudó a expandir a fronteras insospechadas durante medio siglo.
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Boulez, ganador de 26 Premios Grammy, falleció este martes a los 90 años en su casa de Baden-Baden, Alemania, según informó su familia. Nacido el 26 de marzo de 1925 en Mont-brison, fue una de las grandes figuras de la cultura europea desde los años 50.
“Audacidad, innovación, creatividad: eso es lo que Pierre Boulez fue para la música francesa, a la cual ayudó a brillar en todas partes del mundo”, recordó el primer ministro francés, Manuel Valls.
A mediados del siglo XX, en una época de turbulentos cambios en la forma de entender la música, Boulez siempre tuvo una respuesta categórica sobre qué debía ser el futuro.
Cuando agotaba aquella veta, abría otra. Flexible e impredecible, retomó lenguajes musicales como el serialismo, la atonalidad, la improvisación y los sonidos electrónicos para enriquecer una rabiosa necesidad de cambiar la música.
Boulez desarrolló una música a veces difícil, heredera del serialismo y de la segunda escuela de Viena, representada entre otros por Arnold Schönberg y Anton Webern. Entre sus obras destacan El martillo sin dueño (1955) o Répons (1981-1988), que juega con las posibilidades electrónicas para transformar el sonido.
Líder. Desde los años 70, sin embargo, empezó a escribir menos; se convirtió, poco a poco, en uno de los más destacados directores de orquesta (el compositor costarricense Benjamín Gutiérrez lo ha llamado “el más grande” de su época).
Al frente de la Filarmónica de Nueva York (1971-1977), la Orquesta de Cleveland (1967-1972) y la Orquesta Sinfónica de la BBC (1971-1975), expandió su repertorio, finalmente explorando la música del romanticismo y otros periodos que había rechazado anteriormente en obras y ensayos.
Su sensible oído y conocimiento profundo del material hacen destacar sus interpretaciones de Wagner, Debussy, Mahler y Stravinsky, muchas dichosamente registradas en álbumes históricos. Dirigía sin batuta; con sus manos, parecía manipular, muy delicadamente, composiciones cuyo entramado sonoro dominaba.
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Si bien gran parte de sus composiciones no son tan conocidas ni influyeron profundamente en músicos posteriores, su impulso a la experimentación a través de diversas iniciativas y agrupaciones trascienden hasta hoy.
Destacan el IRCAM , un centro de investigación en acústica y música, fundado en París en 1970, y el Ensemble InterContemporain (de 1972), agrupación que difunde música de cámara contemporánea.
“Este teórico y pedagogo de gran reputación ha defendido sin descanso el lugar de la nueva música en los programas de conciertos y ha animado una creación musical más exigente”, comentó en un podcast Ekaterina Chatski, coproductora del programa radial Descubriendo América .
Cambios. Un día de 1944, el célebre compositor francés Olivier Messiaen, reconocido por su ardiente experimentación, recibió la visita del muy joven Pierre. El maestro escribió en su diario: “Le gusta la música moderna”.
Messiaen jamás previó que su futuro pupilo luego desestimaría su música, ni que así haría con uno tras otro de sus maestros y antecesores. “Era un político brillante, igualmente hábil en la persuasión y el ataque”, escribe el crítico Alex Ross tras consignar esa anécdota.
En su libro El ruido eterno ( The Rest is Noise ), Ross detalla las brutales batallas teóricas que libró Boulez y, cómo, con el tiempo, se fue atemperando sin perder ni un ápice de su vigor de pensamiento y obra.
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Boulez era severo y contundente, muchas veces contradictorio y hasta cruel. Escribía con furia sobre lo que consideraba “anticuado”, “inútil” y “vano”. Componía también con violencia (como se escucha en Le Visage Nuptial y su Primera Sonata ).
El compositor y director costarricense Eddie Mora lo define como “músico total”, por sus cualidades excepcionales como compositor, director e investigador. Sus obras en sí no fueron populares, y requieren especialización de los intérpretes para poder tocarlas adecuadamente, debido a la complejidad de su escritura.
“Logró unir el agua y el aceite: unir el estructuralismo germánico de la Segunda Escuela Vienesa con la improvisación y el adorno de la música francesa. Su estilo es una combinación de esas dos tendencias”, describe Mora.
A la distancia, quizás la música de Boulez no haya sido el futuro; fue, sin embargo, un presente que forzó a docenas de compositores a atreverse a romper viejos papeles e inventarse nuevos.