Malpaís remueve recuerdos y se encuentra esta noche con siquirreños

Malpaís será hoy el plato principal en la tarima de conciertos del Festival Nacional de las Artes 2011, en Siquirres (FNA). Por eso, era justo una conversación con el grupo.

Jaime Gamboa, bajista y letrista mayoritario de Malpaís, explicó que la formación de Son Inú repasará esta noche sus dos producciones más recientes.

Esta presentación está enlazada con su primera visita a Limón y, por ende, el primer Festival de las Artes que Jaime Gamboa produjo, también en el Atlántico.

A esa zona, que hoy ve regresar a Malpaís y a Gamboa, le pertenece una parte de su historia.

¿Qué le entregará Malpaís a Siquirres?

Como hace rato que no vamos para allá, quizás unos dos años, creo que lo más correcto sería un recorrido por un poco de todo, pero especialmente por Un día lejano y por Hay niños aquí.

¿Y qué pasa entre el público de esa zona y Malpaís?

Es vacilón. Hay bastante público en la zona caribeña a pesar de que el grupo no tiene el perfil de la música que más se escucha por allá. Nos escribe mucha gente de esos lados.

Al saber que Malpaís va a tocar en el marco del FNA, y en Siquirres, es imposible no recordar que usted e Iván Rodríguez (violinista de Malpaís) fueron motores para que el Festival Nacional de las Artes se hiciera en Limón (2003).

¡Claro! Uy, eso fue una verdadera aventura. Fue el primer festival que hice yo como productor e Iván (Rodríguez) como director.

“Queríamos hacer un festival que tuviera más impacto entre la gente. El presupuesto era limitado y la empresa privada no confiaba en el equipo. El dinero se puso en contra e hicimos ese Festival de las Artes en Limón con las uñas.

“¿Qué fue lo que hicimos? Pusimos a la comunidad en el escenario; pusimos los square dance a las tradiciones populares, a sus expresiones en la tarima, y les dimos buenas luces y buen sonido. Las mismas condiciones que tenían los espectáculos que venían de San José”.

¿Y fue ese el mayor logro de aquel festival en Limón?

Sí, y que le dio un giro no esperado al festival. La afluencia fue masiva y eso fue una campanada que nos dijo: ‘Por aquí es que va lo cosa’. Y entonces, el festival se ganó el prestigio ante la comunidad y ante la empresa privada.

¿Valió la pena, entonces?

Sí. Fue pasar 15 días sudando, trabajando como un loco, con muy poca capacidad de movilización por las condiciones tan limitadas del presupuesto. Imaginate que las cosas había que sacarlas de los propios bolsillos; si hacía falta tape o clavos o cualquier cosa para resolver un problema en tarima, lo poníamos nosotros.

Entonces, ¿es diferente ir ahora como músico?

Sí, es diferente. Pero aquella vez me tocó producir el festival, dirigir Siquirres –que fue muy complicado– y también toqué. Solo me faltó recoger las limosnas y espantar las lechuzas como un cura de pueblo.

¿Y en aquellos años fue Malpaís bien recibido por la comunidad?

Tocamos en la (Universidad) Earth y creo que la gente todavía no nos conocía mucho en esas zonas; hasta tocamos ad honorem. Recuerdo que la gente se movilizó en bus desde Guápiles y otros lados...

Pero ¿por qué se movilizó la gente hasta la Earth si no los conocía?

Creo que por curiosidad. Hoy es diferente y hemos vuelto a Guápiles, Turrialba y Siquirres, y nos dimos cuenta de que había público en esa zona. Malpaís encontró, gracias a esas idas, una atracción por la música caribeña que hemos mostrado en algunos temas nuestros.

Eso quiere decir que el domingo (hoy para el lector) podría Siquirres esperar una sorpresa.

Pues sí, de repente y nos sacamos un calipso del sombrero.

O un conejo...

O un conejo y cualquier otra cosa por ahí.