Decir que Julio Iglesias llenó a reventar anoche el Palacio de los Deportes sería una exageración del tamaño de Guanacaste; sin embargo, afirmar que el español demostró en suelo tico que aún tiene el combustible para poner a mil el corazón de maduras seguidoras eso sí que es una verdad sólida, como una roca.
Los momentos previos al concierto no resultaron alentadores. A las 7 p. m., el gimnasio ubicado en la provincia de Heredia tenía la gradería a medio llenar, mientras que, la zona baja del lugar, plagada de sillas apenas mostraba unos cuatro gatos.
A las 8:20 p. m., el sitio estaba casi lleno; eran pocos los claros y muchos los gritos.
Julio Iglesias se apareció en el escenario y fue, inmediatamente, envuelto en una nube de alaridos y aplausos que, en su mayoría, salieron de las gargantas y manos de mujeres de avanzada edad.
Si algo tuvo Julio Iglesias esa noche fue el darle su primera vez a alguien. Para María Teresa Cordero, viuda de González, el de anoche fue el primer concierto de su vida: tiene 88 años de edad.
Vestido de traje entero –¿de qué otra forma iba a ser?–, Julio Iglesias tuvo el buen detalle de conversar largo, tendido y frecuentemente con el público.
“Costa Rica ¿Cuántos años? Costa Rica, ¿cuántas palabras, cuántas canciones?”, dijo el artista y, con toda facilidad, se echó al público al bolsillo. No ocupaba esforzarse porque ellas y ellos –hombres que fueron por su propio gusto, o bien acompañando, especialmente, a sus madres– cantaban con él a todo pulmón y se ponían de pie para aplaudirle.
Temas como
Agradable resultó cuando, en aquel escenario montado con 1.800 kilos de carga, aparecieron Soledad y Hernán, dos bailarines de tango para temas como
Contó historias de su afecto por Costa Rica, contó de cuán feliz estaba de volver. Y gritos de “mi amor”, “te quiero, Julio Iglesias” y muchos piropos salían de las bocas femeninas.
“Vamos a dedicar estas canciones a quienes están sufriendo”, exclamó y, de ahí en adelante, no había nada más que aclarar: su concierto estaba siendo dedicado los damnificados por las furiosas lluvias en el país.
Se fueron desgranando sus clásicos. Hizo
“Estoy seguro que aquí hay muchos padres y madres”. Y seguido, hizo una reflexión sobre el afecto con el que escribió para su hija
Con el público en coros a su lado, cantó
Estaba Julio Iglesias a ojos cerrados dando sus toques melancólicos cuando desde el público se soltó un sonoro “rico” que lo dejó callado. Siguió y, estrofas más tarde, se oyó un alarido que lo volvió a dejar mudo y el público soltó la risa. Terminó
Cantó en inglés y hasta en francés al interpretar
Recordó que él y Pavarotti fueron muy buenos amigos. “Antes de morir me dejó un mensaje que decía: ‘Nos vemos en el cielo’”.
Entre el romance de las canciones iban colándose las bailarinas. Fueron presentadas como de Brasil y República Dominicana.
Se deshizo Julio Iglesias en palabras bellas para Costa Rica, dijo que este era un país privilegiado.“Se lo dije a (Óscar) Arias, Costa Rica es el futuro paraíso”. Con esto, el español se llevó una lluvia de aplausos.
Y al filo de las 10:08 p. m., se despidió Iglesias con