La noche del jueves 5 de diciembre, tres faros hiperactivos apuntaban luz artificial al cielo de San Antonio de Belén. A un lado del Hotel Herradura, cientos se apersonaban en las instalaciones del primer restaurante Hard Rock Cafe que se construyó en Costa Rica, con motivo de participar en su fiesta de inauguración, celebrada dos meses después de que el recinto abriera puertas.
Cerca de las 8 p. m., el ambiente era uno de ficción. Entre cámaras de canales de televisión, mantas, barras y una alfombra roja, decenas de ciudadanos de un sueño llamado jet set pasearon por la entrada como si aquello fuese una gala de alguna premiación televisada.
Estaban las modelos disfrazadas de valla publicitaria, los empresarios y los dueños del país, los músicos participantes, periodistas, alguno que otro político, y una minoría de personas verdaderamente interesadas en el concierto que se llevaría a cabo horas luego.
A grandes rasgos, la demografía era clara: por cada fan del rock , había nueve personas que no acostumbran ir a conciertos. Antes, bailaban al ritmo de versiones electrónicas de We Will Rock You, de Queen, y Smells Like Teen Spirit, de Nirvana. Otros ojeaban por vez primera la colección de prendas e instrumentos de algunas leyendas del rock que el recinto alberga.
A las 9 p. m., el inmueble estaba a más no poder de lleno. Entre bebidas y bocadillos de cortesía, el público se acomodaba donde encontrara centímetros vacíos, pues la actividad estaba por comenzar.
Local. Luis Montalbert-Smith, cantante de Gandhi, fue el anfitrión de la velada. Contando la historia del Hard Rock Cafe, el músico dijo que se trataba del “museo más grande del mundo del rocanrol”.
Acto seguido, introdujo a Percance, el grupo más joven del concierto. Luego de superar inconvenientes con la amplificación de la guitarra, la banda interpretó Un solo sentimiento y ¿Dónde iré a parar?, antes de que el cantante Esteban Ramírez tomara el micrófono para sugerir algo: “Acá tiene que haber una estatua de José Capmany, un gorro de Balerom o alguna vara de Giovanny, de El Guato”.
La siguiente banda fue conformada por exintegrantes de Café con Leche y Pedro Capmany, hijo de su difunto líder. Tocando temas como Mamá y papá, y Mundos pequeños, Capmany fue recordado de la mano de Manuel Obregón –ministro de Cultura–, quien tocó piano y acordeón; el baterista Javier Chávez, el guitarrista Carlos Domínguez y el bajista Calilo Pardo.
Luego de una versión extendida del clásico La modelo, la música pasó a un segundo plano, pues los asistentes se trasladaron a una tarima externa, en la cual se realizó el guitar smash, que consistió en despedazar nueve guitarras nuevas.
Entre los destructores figuraba Obregón, además del alcalde de Belén, el futbolista Paulo César Wanchope y Eddy Vargas (de los Vargas Brothers). A algunos se les partió el corazón cuando esos instrumentos musicales se convirtieron en basura, pero la mayoría aplaudió duro.
De vuelta al concierto, tocaba el turno de El Parque, que ofreció un espectáculo cargado de éxitos: sonaron Juana Escobar (Juanita), Cuántas noches y El hombre azul.
Gandhi cerró el ciclo de músicos locales, con una lista de canciones que incluyó temas como Arigato, Estréllame, Lo que más dolió, El invisible y El otro gol. Resultó gracioso que Montalbert-Smith dijera “bienvenidos al Jazz Café” luego de la primera pieza, pero con tantos cafés cuesta no confundirse.
Entre grupos, el público se desgalillaba con obvias elecciones de música de ambiente, como Sweet Child O’ Mine, de Guns N’ Roses, o Losing My Religion, de REM. Tanto los músicos como el encargado de la música entre bandas tenían algo claro: había que complacer.
Pasada la medianoche, un gran porcentaje del público ya se había retirado, pese a que todavía faltaba por tocar la banda estadounidense Smash Mouth, anunciada como el plato fuerte de la inauguración.
Mala condición. Los invitados internacionales fueron los que peor sonaron durante el concierto. La acústica del lugar causó que todos los grupos sonaran reventados, y que no se diferenciaran ciertos instrumentos musicales.
Por ejemplo, la voz de Steve Harwell (cantante de Smash Mouth) parecía haberse quedado descansando en el estado de California, mientras que los coros que hacían el bajista Paul de Lisle y el guitarrista Sean Hurwitz sí se notaban.
Seis canciones tocó la agrupación, la cual realmente nunca se vio muy cómoda en el escenario. Tres fueron covers : Can't Get Enough of You, Baby; Girl, You Really Got Me Now; y I'm a Believer, además de sus tres éxitos originales: All Star, Walking on the Sun y Then the Morning Comes.
Durante All Star, quizá el tema más conocido de la banda, Gustavo Araya (dueño del restaurante) tomó el micrófono y cantó la mayoría de las vocales. Sinceramente, Araya sonó mejor que Harwell y, en su cara, se dibujaba una inmensa sonrisa de satisfacción empresarial.
Así se inauguró el primer Hard Rock Cafe a la tica: rompiendo todo tipo de protocolo existente.