Uvita, Puntarenas.
Es complicado definir el Festival Envision como una sola cosa, como una actividad estática o como una idea concreta. La actividad se realizó el fin de semana, desde la tarde del jueves 23 y hasta la madrugada del lunes 27, en el Rancho La Merced, una finca en Uvita, Puntarenas, con acceso a la playa y varios escenarios.
Envision no es un festival de música, de yoga, de meditación o de búsqueda espiritual, sino que reúne todas esas expresiones y abre un espacio para que los asistentes las disfruten trazando su propio camino.
“Tratamos de que quienes vengan se lleven un bocado de muchas cosas. Usted puede tener esto a la mano en San José, pero en Envision es distinto porque hay una comunidad que lo acompaña”, explicó Stephen Brooks, uno de los organizadores del festival.
Este año, Envision convocó a unas 5.000 personas. En una pared cercana a la zona de comidas había un mapa en el que las personas podían marcar con un pin o chinche de dónde venían. Había puntos en Estados Unidos, toda la Europa continental, Rusia, China y Australia.
Espacio de aprendizaje
El Festival Envision tiene cuatro escenarios de música y varias tiendas o templos dedicados a charlas, meditaciones o la práctica de alguna disciplina que promueva el movimiento del cuerpo.
Cada una de ellas está construída con materiales que no afecten el ambiente, principalmente bambú, cuerdas y varillas. Aunque la disposición de estas tarimas pueda ser laberíntica –describir un mapa sería una tarea fútil– los espacios están separados, aislados entre sí por árboles y corredores.
Eso hace que una persona que quiera invertir todo su día meditando en el Templo La Unión o haciendo yoga en el Templo Auspicioso pueda hacerlo sin que le interrumpan las charlas en el escenario Village o los conciertos en los escenarios Sol o Luna. Cada asistente escoge su propia experiencia.
“Si generamos una plataforma en Costa Rica, el país se va a nutrir de toda esta información y la gente va a tener seguridad de que algo bueno está pasando aquí”, explicó Luigi Jiménez, organizador, en una entrevista previa al festival.
Jiménez cree que lo más importante de esta plataforma es la cocreación. Cada una de las personas en Envision tiene la capacidad de proponer una actividad, aunque esto no signifique “tomar un escenario”.
Por ejemplo, algunos asistentes ofrecieron conciertos impromptu con guitarras y percusió,n o instalaban bandas elásticas en los árboles para practicar equilibrio. Quien se acercara a ambas expresiones era recibido con buen tono e invitado a participar.
Además de los talleres de hula-hula, había personas que andaban su propio aro y lo usaban para bailar en los conciertos o enseñarle a desconocidos cómo practicar.
Eran gestos pequeños, pero “el aprendizaje por medio de la convivencia”, como lo llamó Stephen Brooks, estaba en los diferentes rincones de Envision.
El mensaje
Envision es un espacio participativo, pero no por eso descuida su oferta. Entre el viernes y el domingo –días en que se realizó el reporteo de este artículo– quedó claro que las presentaciones en el Envision están curadas y trabajadas.
“Es importante que cada una de las presentaciones que haya le de información valiosa a quienes lo ven, que se transmita el mensaje de transformación”, explicó Luigi Jiménez.
La música, las charlas y el resto del menú de Envision invitan a revisar las prácticas que tenemos día a día: evitar el plástico desechable, cuestionar la masculinidad y la feminidad, preguntarnos de dónde viene lo que comemos y encontrar balance, sea en una banda elástica o una extensa sesión de meditación.
Un simple viaje a la zona de comidas podía deparar en una conversación instructiva. En el puesto Ital Vital, por ejemplo, se podía encontrar fruta deshidratada elaborada con el vapor de aguas termales y cualquiera de quienes atendieran tenía la amabilidad de explicar cómo se hacía.
En la música también se encontraban estos mensajes; en actos tan diversos como Systema Solar, que mezclan la música autóctona de Colombia con hip-hop; en los temas electrónicos de Messenger of Secrets o en el folk del grupo norteamericano Rising Appalachia.
Todos se presentaban en escenarios grandes, con efectos de videomapping, fuego o shows de trapecistas como complemento.
El Envision propuso muchos espacios de consciencia, pero también de entretenimiento. Un festival en el que esta combinación es constante y contrasta tanto con “el mundo exterior” puede volverse una ventana de escapismo, una pequeña pausa o, peor aún, una excepción.
La organización cree que más allá de una pausa en la vida cotidiana, la estancia en el festival es suficiente para sembrar una semilla en cada asistente.
“Este sentimiento que usted encuentra aquí es muy especial y lo hace querer volver. Vivimos muy solos en nuestro día a día y esta es una comunidad que recibe a quien se acerque”, comentó Brooks.
Gestos y cambios
El mensaje de transformación de Envision se sentía en el Rancho La Merced. Niños, adultos, jóvenes y ancianos convivían en un mismo espacio tratando de respetar al otro.
Volver a ver a alguien más a los ojos generalmente significaba recibir una sonrisa; además, el festival tiene los oficiales de seguridad más amables de todo el país. Había presencia en cada escenario y área común, pero no se sentía necesaria.
En la presentación de Messenger of Secrets, un hombre decidió sentarse frente a los subwoofers que lanzaban poderosos bajos. En ningún momento fue pisoteado e, incluso, varias personas se le acercaron a preguntarle qué sentía; gestos así de genuinos y bien intencionados no faltaron.
En la masiva presentación de Rising Appalachia, quienes querían se acercaban lo más posible al escenario con cuidado de no pisotear o empujar, algo inédito en casi cualquier otro espectáculo masivo.
Durante ese concierto, la vocalista Leah Song abandonó por unos segundos el inglés y, en media canción, repitió dos veces: “No creo en el heroísmo”. Lo dijo en tono suave, pero el mensaje potente: para cambiar lo que fuera, los miles que estaban en frente suyo no tenían que confiar en algo más grande, sino en ellos mismos.
Ese fue el momento más revelador y subversivo de Envision. Leah Song declaró que cualquier transformación que necesitara una persona solo requeriría de voluntad profunda y disciplina inquebrantable, no de un héroe ni de un festival.