Jairo Murillo y Kattia Argüello tienen varias cosas en común: tienen 18 años, estudian violín, viven en Ciudad Quesada y al escuchar los resultados de un concierto, luego de tantas horas de ensayo, se motivan a seguir con sus compañeros y amigos de la Camerata San Carlos.
La vida de estos jóvenes se reparte entre los estudios académicos y los musicales. Murillo, por ejemplo, pasa parte de su semana estudiando diseño publicitario, en San José y espera con ansias a que llegue el fin de semana para regresar a su tierra y ensayar junto a sus compañeros de la agrupación.
Él reconoce que comenzó tarde a estudiar violín –lo hizo a los 13 años–, cuando hay menores que comienzan a los 4 años. Su edad no lo detiene porque, a su juicio, nada se compara a la emoción de tener el violín en sus manos. Por eso, él practica el mayor tiempo posible.
A cambio de su esfuerzo, aseguró sentirse lleno de satisfacción cuando dan un concierto y ve al público aplaudir. Sus padres comparten su orgullo.
El caso de Kattia Argüello es similar: está en la recta final de la secundaria y libra una lucha diaria para dedicar tiempo suficiente al “cole” y al violín.
Para Argüello, los sacrificios que realiza para ser parte de la camerata valen la pena, en especial cuando experimenta los sentimientos que se transmiten desde las cuerdas de su instrumento.
“Al escuchar el aplauso siento emoción, porque dimos todo lo que podíamos”, finalizó la joven.