En cada esquina del Coca-Cola Fest había una excusa para distraerse. Y sí, también música. El sábado 27 de agosto la primera edición de esta actividad tomó todo el Estadio Nacional.
Las grandes plazoletas al este y norte del recinto fueron aprovechadas para ofrecer distintas atracciones patrocinadas por diversas marcas.
En el extremo sureste estaba la Tarima Intolerancia Records, rodeada de distintas activaciones. Festivales extranjeros como Lollapalooza, en Chicago, y Corona Capital, en México, las utilizan para distribuir a los asistentes en distintas partes y darles otras actividades.
El Coca-Cola Fest supo diferenciarse de otros festivales haciendo gratuitas estas atracciones para quienes habían pagado su entrada.
Había de todo. A unos pasos de la tarima había un boliche inflable y la única forma de botar los bolos era entrando en una rueda transparente.
Al otro lado de la tarima (al norte del estadio) había un canopy , una cuerda de más de 20 metros de largo.
También había ingreso al museo de la Fedefutbol, una zona de videojuegos y de vez en cuando, una alarma sonaba para avisar que en un puesto de Coca-Cola quienes llegaran más rápido recibirían premios.
Cerca del canopy había dos castillos inflables. Desde ahí, se divisaba una rueda de Chicago que estuvo varada la mayor parte del tiempo por la lluvia.
La única que requería alguna especie de intercambio era un minigolf en el que había que llevar una botella para reciclar.
Música. A eso de las 2:30 p. m. el grupo de reggae Un Rojo subió al escenario. Se suponía que a esa hora estarían terminando su set, pero algunos cambios en el itinerario obligaron a reacomodarlos a esa posición.
Quienes se quedaron a ver los conciertos parecían no necesitar nada de ese descanso: saltaban, bailaban, cantaban y alzaban los brazos por orden de la vocalista Kumary Sawyers.
Después de Un Rojo vinieron Mentados, grupo que se reunió a finales de noviembre y que tomó el escenario con la misma energía.
Al extremo norte del estadio había una zona de descanso extensa, con espacio para comer. Allí intérpretes de covers, como el grupo Delirio y Santos&Zurdo, acompañaron a los que prefirieron sentarse por un rato. Esta zona fue un acierto: en muchos festivales no se toma en cuenta un espacio para descansar.
Cuando la lluvia se puso más intensa, este y otros espacios techados se llenaron de personas. Otros optaron por bailar bajo la lluvia mientras el grupo Ojo de Buey tocaba sus canciones de reggae con mensajes positivos.
La lluvia fue una invitada más al Coca-Cola Fest, pero entre tantas opciones para entretenerse, la diversión no se detuvo.