En diez años Sonámbulo solo ha sacado dos discos; no obstante, siempre se ha mantenido como uno de los artistas predilectos en la escena local a lo largo de los últimos diez años.
Lo hace con su música. Lo consigue también con su sola presencia escénica y la conexión que logra con cada uno de los temas de su repertorio.
El poder de su obra y, principalmente, de sus presentaciones, no distingue entre clases sociales ni puntos geográficos. Es por ello que la gira de aniversario de sus diez años de vida le hace justicia a esa audiencia tan variopinta.
Son varias fechas que conforman esta seguidilla de conciertos que los ha llevado desde Jaulares hasta Jazz Café Escazú y próximamente los hará trasladarse a Limón, a tocar con una orquesta caribeña.
Cada show es diferente al anterior, tanto en su conceptualización como en su ejecución.
Su más reciente presentación, titulada Esponjósis: La unicidad del Absoluto, contó con la particularidad de que el grupo permaneció detrás de una "muralla" de mantas blancas durante todo el concierto. Sobre cada una de ellas se apreciaron proyecciones con videos y videocreaciones que le daban matices especiales según el tema.
La idea, si bien podía implicar una separación física entre público y artista, le aportó cierto misticismo que calzaba bien con el carácter ceremonioso de la ocasión. Además, el gran trabajo de iluminación logró hacer un balance entre las proyecciones y la banda en escena.
Con telas o sin telas de por medio, con Sonámbulo la audiencia se contagia del espíritu de fiesta que los caracteriza. Su obra, que tiene influencias de ritmos latinoamericanos y de la tradición afrodescendiente, garantiza noches movidas y extasiantes.
En su último concierto varias de las canciones que suelen ser de esas bombas rítmicas, bajaron las revoluciones y se convirtieron en baladas, tal es el caso de Agua, pieza con la que comenzó el concierto. Para comenzar la noche la pieza partió de una introducción lenta hasta un crescendo que reventó con la participación de toda la banda.
Con El baile del zopilote la historia fue similar, aunque en este caso contó exclusivamente con la guitarra y voz de David Cuenca quien, ante la ausencia de su hermano Daniel, ha asumido el papel de cantante principal.
En muchos otros temas, por supuesto, se mantuvo la consigna de hacer bailar a la audiencia que, de por sí, ya tiene integrados los ritmos movidos que le van a cada pieza, se sabe los coros e incluso la estructura de composiciones que a veces fluyen casi como un popurrí.
La agrupación, que actualmente cuenta con nueve miembros, tiene su lenguaje musical completamente dominado. La interacción entre los músicos va más allá de los compases; el espíritu de camaradería así se hace evidente hasta en los jams que son parte vital de sus presentaciones.
Esos diez años que celebra la banda se sienten también en la madurez del conjunto. En esa década Sonámbulo ha sabido montar espectáculos en cualquier rincón del país, desde fincas, chicharroneras o teatros. También lo ha hecho en montajes al estilo circense, en peñas culturales en coyunturas políticas, festivales internacionales en Europa y Estados Unidos, manifestaciones pro ambiente y en chivos que se transforman en celebraciones conforme transcurren sus conciertos.
La banda, más allá de llenar recintos, lo que consigue es encantar. Van diez años y Sonámbulo no pierde su energía tanto musical como humana, tampoco eso que ellos llaman descarga psicotropical. La fiesta está viva.
EL CONCIERTO
Artista: Sonámbulo
Lugar: Jazz Café Escazú
Fecha: 29 de setiembre