Este concierto venía precedido por un anhelo y una expectativa que sobrepasaban la cantidad de asientos disponibles en el Melico Salazar. Una vez visto el espectáculo no quedan dudas de que ese deseo desmedido del público por ver y escuchar en vivo a esta artista estaba bien justificado.
Antes de ella hablaremos de 424, el grupo nacional invitado, quien salió al escenario 20 minutos antes de la hora a la que se anunció que comenzaría el concierto.
No es la primera vez que el acto del telonero local es adelantado para cuando la mayor parte de los asistentes apenas busca su asiento. Esto es un irrespeto para el público, pues se está incumpliendo con la hora de inicio, pero también lo es para el músico nacional, cuya presentación es apresurada pues queda a expensas de los minutos que le sobren al artista extranjero. Además, su exposición se limita a quienes hayan llegado antes de tiempo.
Ignoro si la culpa de esto es por una disposición de la productora, del teatro o de alguien más, pero es importante que dejen de lanzar a los teloneros al agua cuando el tubo ni siquiera ha sido abierto.
Habiendo dicho esto, la participación de 424 fue sólida. El cuarteto está bien amarrado en la ejecución y tiene un sonido bien establecido que es constante en sus presentaciones. Lástima que su intervención fuera tan breve: un aperitivo que dejó con ganas de más.
La presentación de Natalia Lafourcade fue poderosa en la interpretación y en los sentimientos que evocó y provocó. Con los mismos estándares se puede medir su calidad compositiva y su capacidad como vocalista. Es una artista completa, cuya voz en el escenario no pierde la potencia que queda patente en estudio; además se desempeña con soltura en cualquier instrumento que pase por sus manos.
Lafourcade también es portadora de una simpatía particular y que se percibe natural de inicio a fin durante su presentación.
Resulta difícil hablar de puntos altos en un concierto que no se cae nunca, sino que es más bien estable en lo alto. El repertorio está tan bien acomodado y la cantidad de canciones empáticas es tan larga que no hay momento para la desazón. Adicionalmente, la calidad de los ejecutantes y la llenura de los arreglos impiden que se pierda la atención.
Los temas del último álbum, Hasta la Raíz, se mantienen prácticamente intactos en comparación con la grabación pero el grupo se da la licencia de hacer variaciones a su antojo para las canciones más antiguas, todas con muy buen suceso.
La trompeta, en manos del virtuoso cubano Alfredo Pino, es la principal inclusión adicional que se convierte en protagonista en diferentes momentos, a veces para hacerle una segunda voz a la cantante o para brillar en llamativos solos.
Los cinco músicos que acompañan a la mexicana son vitales en la fórmula de calidad. El respaldo es total en el plano interpretativo, en los coros y también en algunos momentos que incluyen un poco de teatralidad y baile, algo que nunca falla en un show para incrementar la euforia del público.
Todos los conciertos son únicos e irrepetibles pero este se merece un espacio especial en la memoria musical. Fue ocasión de un encanto y un gozo particular que debería poder ser preservado para siempre.
EL CONCIERTO
Artista: Natalia Lafourcade
Artista invitado: 424
Lugar: Teatro Popular Melico Salazar
Fecha: 30 de marzo