El Cuarteto de Arcos Costa Rica ofreció su primer recital público el domingo 27, en el marco acogedor de la galería de arte del edificio Lacasa, sito en Curridabat.
Quizá una explicación breve no sobre: cuarteto de arcos es sinónimo de cuarteto de cuerdas, es decir, un conjunto de cámara que reúne dos violines, viola y violonchelo. Las cuerdas de estos instrumentos vibran cuando se frotan con una varilla, llamada arco, en cuyas extremidades se engasta una mecha de crines de tensión variable.
También se nombran cuartetos de cuerdas las composiciones escritas para esa misma combinación instrumental, que reúne un extenso repertorio a partir de la época del clasicismo vienés, o sea, desde mediar el siglo XVIII.
Para su nueva encarnación como Cuarteto de Arcos Costa Rica, se unió la talentosa joven Diana Ramírez, en violín II. Por muchos años, Calvo fue asistente de concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), ahora actúa de concertino de la Orquesta de Cámara de la Universidad de Costa Rica, en la que la señora González es viola principal. Álvaro González toca violonchelo principal en la OSN, donde la señorita Ramírez es músico de fila en los primeros violines.
El concierto del Cuarteto de Arcos Costa Rica empezó con el
La obra es la última de la serie de cuartetos, publicada en 1801, con la que Beethoven empezó a extender el alcance técnico y emotivo del género del cuarteto de cuerdas, que los austriacos Haydn y Mozart habían llevado a su perfección clásica.
Los músicos brindaron una lectura ágil y acoplada, comunicaron la jovialidad del Alegro inicial; guardaron la serenidad lírica del Adagio; se oyeron retozones en las explosivas síncopas del
Siguió la interpretación concentrada y desenvuelta del
Compuesta en 1948 y estrenada el año siguiente en Buenos Aires, la obra se enmarca dentro de la segunda de las tres fases estilísticas cultivadas por Ginastera, que él mismo designó nacionalismo subjetivo, porque, a diferencia de la primera fase, el nacionalismo objetivo, el compositor abandonó el calco de motivos y ritmos autóctonos a favor de lo que llamó un “folklore imaginario”.
(Una posterior fase neoexpresionista se caracteriza por el empleo del serialismo, la politonalidad y prácticas aleatorias).
Los músicos se orientaron de modo certero por los ritmos agitados y la textura compleja del alegro inicial; asimismo, sortearon con aplomo los intrincados efectos tímbricos y las vertiginosas interacciones instrumentales del
Para terminar, el Cuarteto de Arcos Costa Rica, plasmó una versión diligente y risueña de