Desde el lanzamiento de su disco debut (Luna Nueva , 2010 ), el contacto directo entre Debi Nova y la audiencia costarricense ha sido esporádico, pero además limitado, dados los contextos en los que la artista se ha presentado anteriormente en suelo nacional (festivales o showcases).
Si se hace el recuento de los conciertos previos de la cantautora, la lista es reducida y, se podría decir, hasta injusta tanto para la artista como para el público. Es casi increíble que la nacional no hubiera tenido ocasión previa para explayarse en tarima con su repertorio, no obstante enhorabuena esto ocurre con el álbum Gran Ciudad,todavía fresco.
Con tres discos a cuestas, la artista ha materializado un repertorio variopinto, que va desde temas de un pop festivo de carácter bailable a composiciones con ritmos latinoamericanos o baladas emotivas y otros temas que caben dentro del pop rock e inclusive el indie pop.
Con esa terna de lanzamientos se siente una constante búsqueda de un sonido propio o, si se quisiera, se podría decir más bien, que hay una falta de claridad en una identidad sonora, pero indiferentemente de cuál sea el motivo, Debi Nova ha conseguido un rico cúmulo de opciones con las cuales comunicarse.
Son rostros que retratan diferentes momentos y distintas motivaciones de la compositora, pero cada uno de ellos tiene la misma calidad.
El talento de la artista se hace tangible en la beta compositiva que le ha permitido escribir hermosas melodías así como frases musicales pegajosas, pero también destaca en la de faceta ejecutante, con gran dominio y confianza en la guitarra y el piano, y ni se diga de la vocal, en la que su destreza va brincando de una propuesta a otra.
Debi Nova también tiene gran capacidad como performer y, durante el concierto, esto se apreció no solo en los momentos en que hizo pequeñas coreografías con las coristas (Sharow Granera y Kumary Sawyers) sino también desde la banqueta del piano y el teclado.
Si bien explícitamente se sabe que el show gira en torno a la artista, en casi todo momento el rol de Debi sobre tarima es el de una integrante más de un grupo, pues la posición de su banda llega a tener la misma relevancia que ella.
Sobresalieron por igual Pepe Campos (teclado), Juan Manuel Ugalde (guitarra), Guido Fernández (bajo) y Juan Carlos Pardo (batería), quienes consiguieron, en conjunto con los matices vocales de Debi, darle una identidad específica a cada tema con gran maestría. Una artista de esta talla se merece, precisamente, una banda con esta solidez infalible.
Los arreglos instrumentales estuvieron perfectamente logrados, en muchas ocasiones calcados de las versiones en estudio, pero en otras también muy alejados de las originales, quizá la más evidente de estas en Drummer Boy (2009), interpretada en una adaptación acústica en formato reducido.
El sonido fue nítido de principio a fin y, sin duda, contribuyó con que la presentación alcanzara el sentimiento íntimo cuando así se requería o, también, una nota más entusiasta, con los temas que tienen un carácter más de himno colectivo.
La escenografía, con 13 pantallas LED, también le aportó mucho al dinamismo rítmico de la presentación. Los colores encendidos y las imágenes alusivas a esa ciudad imponente de la que se habla en el más reciente disco de la cantante fueron protagónicos en conjunto con un juego de luces altamente inquieto y bien trabajado.
Cada vez son más frecuentes los conciertos de alta producción a cargo de artistas nacionales. En lo que va del año al menos tres grupos de rock han estado sobre el escenario del Teatro Popular Melico Salazar (424, Cocofunka, Magpie Jay) y otro más (Malpaís) fue el primero en tener para sí solo el Anfiteatro Coca-Cola en Parque Viva.
Con estos esfuerzos, respaldados por producciones de alto nivel, se hacen más imperceptibles las diferencias que podría haber entre un espectáculo local y uno internacional.
En esa misma línea, el primer show extendido de Debi Nova en solitario, es uno de los mejores conciertos que se han visto en el país en los últimos años.