Durante la primera mitad del siglo pasado, Europa descubre el jazz y todo el conjunto de formas musicales, ritmos y estilos relacionados. Este proceso, ligado a la creciente influencia económica y política de Estados Unidos en los acontecimientos de la época, tuvo, sin duda, como acicate la presencia de miles de soldados norteamericanos en el continente durante las dos guerras mundiales.
Especialmente fuerte en la capital francesa, la influencia del jazz cautiva a muchos de los compositores que vivían en París en esa época. Satie, Debussy, Milhaud, Ravel, así como los rusos Stravinsky y Prokófiev incorporan con fruición en sus composiciones elementos de esta música contagiosa e impactante.
Solista. Una de las partituras en la que, con gran acierto, el compositor fusiona el jazz con su propio estilo, es el concierto en sol mayor de Maurice Ravel para piano y orquesta de la cual Alain Lefèvre nos ofreció una versión brillante, así como generosa en texturas, contrastes y colores. Por otro lado, al obtener un sonido potente y de extraordinaria riqueza timbrística del Steinway del Teatro Nacional, el solista dejó claro que no hay piano malo para un intérprete de alto nivel.
Esta obra de Ravel no se trata simplemente de melodías y ritmos de jazz estructurados formalmente como un concierto para piano, sino de una pieza altamente elaborada y desarrollada en la que coexisten muchos estilos diferentes amalgamados magistralmente en una personalidad artística única.
Basten como ejemplos, por citar algunos, el primer motivo orquestal: una referencia al zortzico vasco y el inicio del primer solo del piano, claramente flamenco en su planteamiento modal. Muy preciso y creativo, el acompañamiento de St. Clair: mostró una orquesta capaz de superar los importantes retos de esta difícil partitura, tanto en las partes solistas de los instrumentos de viento como en las secciones de la cuerda.
Sin embargo, la labor de un director titular no se circunscribe a su trabajo sobre el podio, por bueno que este sea, sino que debe contribuir ampliamente al desarrollo artístico de su orquesta. De acuerdo a este enfoque, el aporte de Carl St. Clair durante este año ha dejado huella en Costa Rica no solamente por sus indudables capacidades interpretativas al frente de la Sinfónica, sino también al ayudar a traer al país distinguidos solistas de su entorno, como es el caso del brillante pianista Alain Lefèvre.
Sinfonía. Al gran público le puede parecer extraño que se diga que las sinfonías de Johannes Brahms responden al estilo clásico, lo cual es cierto en varios sentidos, a pesar de ser románticas en su lenguaje armónico y el timbre orquestal.
La tercera sinfonía de Brahms mantiene muchos de los patrones clásicos que en su época habían sido descartados por otros compositores como Liszt y Berlioz: estructura en cuatro movimientos, técnicas beethovenianas de desarrollo de los motivos, y el hecho no tener un programa y ser por lo tanto “música pura”.
Sin embargo, Brahms es ante todo Brahms, lo cual quedó demostrado con la convincente propuesta de St. Clair, que puso énfasis en la exuberante melodía que crece sobre sí misma de manera interminable a lo largo de esta composición.
Muy refinado también me pareció el tratamiento de los momentos de transición, en los que el desarrollo se detiene para dar lugar a una reflexión casi meditativa.
No obstante, al escuchar la 3. ª Sinfonía de Brahms con la Sinfónica Nacional, estoy seguro de que muchos de mis colegas, así como personas del público, debieron pensar en la figura de Irwin Hoffman, quien, inexplicablemente, ha sido el gran ausente de la temporada de conciertos de este año.
Este director, con su labor indiscutible, hizo que nuestra orquesta pasara de ser una agrupación de cuarta o quinta categoría, como lo era en los años 80, a asomarse en escenarios importantes de Europa y Norteamérica poco tiempo después. Una de las mayores contribuciones de Hoffman fue legarle a la orquesta un dominio pleno del repertorio sinfónico más importante del siglo XIX, del cual forma parte esta obra.
XII Concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica Nacional
Director: Carl St. Clair.
Programa: ‘Tercera sinfonía en Fa Mayor, Op. 90’, de Johannes Brahms; ‘Concierto en Sol Mayor para piano y orquesta’ y la ‘Suite del ballet Dafnis y Cloé’, de Maurice Ravel.
Solista: Alain Lefèvre, piano.
Lugar: Teatro Nacional.
Fechas: 28 y 30 de noviembre.