Noche de ópera: agitación en el vestíbulo del Teatro Nacional, desfile de vestidos, trajes y el animado cuchicheo tradicional. Se hace pesado el aire de expectación en los camerinos, pero ya se sabe que en la ópera se pone en juego todo. El arte total exige un compromiso total.
La noche del jueves , pocos pero fieles ojos estaban fijos en el escenario del teatro. Cuando empezaron las primeras notas de Cavalleria Rusticana , de Pietro Mascagni, a las 7:40 p. m., una cuarta parte de los asientos parecía vacía aún. Se bajan las luces y los violines descorren, con sus primeras notas, el velo del drama.
Aire siciliano. Cavalleria Rusticana empieza con una escena de amor secreto y oculto. La detallada decoración y los fastuosos trajes se unieron con la evocadora música de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Enrique Patrón de Rueda.
Los primeros aplausos llegaron para el Dite, mamma Lucia... , con lo cual Belem Rodríguez se presentó al público de Costa Rica. Tras ella, sorprendió el enérgico Alfio de Fitzgerald Ramos y la brillante aparición del coro, también vitoreado en cada intervención.
Como toda ópera, este montaje trata, sobre todo, de establecer una atmósfera de tragedia y pasión amorosa –quizás son lo mismo en estas obras–, y el público se dejó llevar. Ante cada desaire de Turiddu a Santuzza, se escucharon comentarios y se vieron gestos de negación. “¡Qué machista! ¡Déjelo!”, trataba de decirle a Santuzza, en voz bajísima, una joven desde el palco.
Los sufrimientos de Santuzza conmovieron y la voz de Rodríguez encantó. “Me gustó muchísimo la ópera, sobre todo Belem: tiene una voz espectacular”, comentó Mayela Ramírez, quien considera que, este año, la Compañía Lírica Nacional (CLN) “se lució”. “Ese cierre que hace Santuzza le desgarra a uno el corazón”, compartió el historiador Alejandro Bonilla.
Risa contrariada. Tras el intermedio, Pagliacci arrancó con el prólogo de Tonio (Michael Corvino), simpático y envolvente.
“El artista es un hombre y, por tanto, para él debe escribir”, dice Tonio. Así, Pagliacci llevó sentimientos muy humanos a las tablas: risas, aplausos espontáneos y angustia en su desenlace.
Pagliacci divirtió con su narración, llena de bellas melodías, vibrantes colores pastel y las juguetonas intervenciones de los figurantes y coros. Tan humano fue el teatro que, en pleno dueto de Silvio (Fitzgerald Ramos) y Nedda (María Marta López), conforme aumentaban la pasión y el febril romance, todo se detuvo... Patrón de Rueda paró todo. Nada se movía por un ringtone indiscreto que se llevó un ratito para desaparecer.
Todos los ojos se dirigían a Galván, quien, originalmente, no iba a cantar los dos exigentes roles . Tras la descarnada Vesti la giubba de Canio (Galván), el drama se precipitó, arrancando aplausos y suspiros. Algunos no quedaron convencidos. “Me hizo mucha falta Ernesto Rodríguez”, confesó Olalla Vargas. La empresaria de modas Amanda Moncada quedó fascinada: “Esta noche es una muestra de que hay gente con el propósito de hacer las cosas bien”. Celebró la selección de las obras: “No es para expertos en ópera, sino para un público amplio. Es para gente que quiere aprender y pasar una buena noche”.
“El teatro y la vida no son la misma cosa”, pero al juzgar por los gestos del público, es difícil decidir.