El Grammy al álbum del año –el más prestigioso de todos– por lo general es una decisión poco sorpresiva, acomodada, que apunta a artistas u obras tradicionales. Por eso, hace cuatro años, cuando la banda canadiense Arcade Fire se llevó el galardón por su disco The Suburbs, la reacción fue similar a la de cuando Prince presentó al ganador de este año: imprevista.
Incluso Beck pensaba que Beyoncé sería la elegida por su laureado álbum homónimo; por ello el momento en el que subió a recibir el premio fue incómodo. A eso se sumó la polémica y cortada aparición de Kanye West en el escenario, con el afán de protestar que Beyoncé no triunfó.
“No es posible complacer a todos”, manifestó en una entrevista posterior Bek David Campbell, quien con su alias Beck tiene tres décadas de romper límites con su música, creador de composiciones que lo han visto coquetear con la música folk, electrónica, psicodélica, hip-hop, funk, blues, soul, rock, country y latina.
No es el primer Grammy que el músico estadounidense gana (suma cinco), pero sí el más relevante. En 1997 se llevó dos (a mejor interpretación de rock y alternativo) por Odelay –su quinto disco– y perdió el del álbum del año, ya que fue para Celine Dion.
En el 2000, repitió el galardón a la interpretación alternativa por Mutations –su sexto disco–. Este 2015, además del trofeo a mejor álbum del año, se llevó el de disco de rock por Morning Phase, aclamado décimo segundo material.
¿Qué tiene Morning Phase, o el momento en el que salió, que no tuvieran otros hitos en la carrera de Beck? ¿Por qué recibió el Grammy más importante de su carrera más de 20 años después de que el planeta entero lo conociera gracias a su éxito Loser? ¿Es realmente mejor que Beyoncé?
Naturalmente, la escogencia de los ganadores de premios es subjetiva y ha de ser utilizada más como referencia que como verdad absoluta sobre “la buena música”, pues no hay tema más subjetivo que ese. Empero, hay algo especial en Morning Phase.
Sonido manso. Para muchos, el punto más alto en la carrera de Beck fue su octavo álbum, Sea Change (2002), el cual compuso después del ocaso de una relación. Su sonido remite y ejemplifica tan bien el desamor, que es considerado uno de los mejores discos para escuchar con el corazón hecho añicos.
Ahora, Beck está casado con la actriz Marissa Ribisi (la recordarán por la legendaria cinta Dazed and Confused) y todo parece estar bien en casa, pero Morning Phase irradia un penetrante sentimiento de soledad y pérdida que quizá no tiene mucho que ver con su estado civil.
En el 2009, el artista reveló que durante un tiempo sufrió una enfermedad en la espina dorsal que a veces lo mantuvo fuera de los escenarios y separado de la música. Reservado como es, no concedió más detalles, pero ofreció un contexto interesante a esta melancólica colección de canciones, las cuales tienen el objetivo de ser la continuación de Sea Change.
“Fui reticente acerca de hacer algo en esa vena de nuevo. ¿De cierta forma te pinta en una esquina?”, se preguntó en entrevista con la revista Billboard. “Porque hay muchas otras cosas que quiero hacer. Amo salir a tocar y tener canciones con las que todos se mueven, y este disco –al igual que Sea Change– es una cosa totalmente diferente; más íntima”.
Suave, lenta, a veces densa y en otras llevadera; Morning Phase es la música perfecta para un paseo matutino en el que las praderas pintadas con la luz del sol a ambos lados de la calle y los sonidos de Beck y sus músicos llevan a una tranquilidad sostenida sobre una tristeza indescriptible.
En su crítica, The Guardian dice: “Morning Phase es enfáticamente un disco no apto para personas que tienen prisa. Todo este amanecer se puede sentir un poco fuera de lugar si no se está en el ambiente adecuado para recibir la riqueza de su idea central: que las cargas probablemente serán más fáciles de soportar cuando haya algo de luz por delante”.
Se encuentra folk y rock, y tintes hasta de country. “Hay una razón por la que hice estas canciones y este disco: se sentía muy personal, directo y desinhibido”, comentó en una conversación con The Guardian.
“Estaba tratando de expresar cosas de forma que pudieran hablarle o resonar con alguien más, como hacen muchos compositores”. Más allá del Grammy, tan solo la respuesta del público confirma que lo logró.
Años de búsqueda. Los perdedores no se conforman. Hace poco más de 20 años, cuando el mundo conoció a Beck, las palabras que todos le coreaban hacían énfasis en cuán loser es el músico, pero el loser más cool.
Beck mantiene la cualidad de los grandes perdedores: el ímpetu por la insatisfacción. “Todo esfuerzo creativos es un compromiso al final. No son exactamente lo que uno quería; por eso es que uno hace otros”, le aseguró el cantante a Billboard.
“Siento que voy a hacer discos por siempre y aún así sentiré que no van a ser lo que quería que fueran”, agregó. “Dedico todo mi tiempo a esto y todavía siento que estoy tratando de entenderlo. Hay más cosas por hacer”.
Esas palabras las declaró días antes de la salida al mercado de Morning Phase, que obtuvo el beneplácito de gran parte de la crítica y del público. Sin embargo, las ventas y los elogios nunca han cambiado la constante insatisfacción que siente con su obra, y ese es uno de los motivos por los cuales se ha mantenido relevante durante tantos años, aunque los ocho previos a este disco no lo aparentaran.
Luego de Modern Guilt (2006), su undécimo álbum, se acabó su contrato no exclusivo con Geffen Records y comenzó una nueva era en su camino. Primero, se concentró en labores de producción de artistas como Thurston Moore y Charlotte Gainsbourg, en lo que –nuevamente– destacó.
En el 2009, fundó Record Club, un proyecto en el que grabó –junto a varios artistas amigos– homenajes a icónicos discos de Velvet Underground, INXS y Leonard Cohen, registrados todos en cosa de un día. También compuso la banda sonora de Scott Pilgrim vs. the World y colaboró con artistas como Jack White, Philip Glass y The Lonely Island.
A finales del 2012, volvió a sorprender cuando lanzó Song Reader, álbum de 20 canciones que no fue grabado, sino que publicó en formato de libro de partituras, como se solía difundir la música antes de que se empezara a grabar.
En el 2013, él y algunos colaboradores mencionan que Beck está trabajando en dos discos nuevos. En octubre de ese año firmó con Capitol Records y lanza Morning Phase en febrero del 2014.
Ese otro disco, que tendrá un sonido opuesto al de Morning Phase, es algo en lo que Beck trabaja con colaboradores como Pharrell Williams, quien el domingo lo abrazó con cariño cuando se encaminaba al escenario del Staples Center a recibir el Grammy al disco del año.
Destreza y legado. Una parte de sus estudiosos afirman que la música de Beck tiene influencia de artistas como LCD Soundsystem, Gorillaz y The Kooks, por mencionar algunos.
Su vasta obra lo ha encontrado tocando guitarra, teclados, batería, melódica, armónica, bajo, sitar y banyo, además de cantar y hacerle al beat box. Innegable es como se describe su talento.
A finales de la década de 1990, pocos después de darse a conocer, leyendas como Johnny Cash, Tom Waits y Bob Dylan lo tenían en alta estima. Escribió una canción para el disco Unchained , de Cash, y tocó junto a Dylan, quien lo consideraba un par creativo. Grabó con Willie Nelson, Cat Power y los White Stripes, entre otros artistas.
Mucha de la música que se escucha hoy en radio tiene elementos con los que él jugó hace décadas, cuando se sentía solo en el mundo alternativo y cuando hacía piezas con títulos como MTV Makes Me Want to Smoke Crack.
“Siento que me tiraron muchas botellas, en su momento, por intentar mezclar géneros en el pasado, por lo que es gratificante ver la realidad musical de ahora”, le comentó al diario The Guardian, antes de alabar el trabajo de Diplo, Kanye West y The Dirty Projectors.
“Comparado con cómo era hace 20 años, hay tanta música saliendo actualmente. Tal vez no todas son canciones memorables, pero en general encuentro interesantes la producción y las ideas actuales”, concluyó, sin decir en ningún momento que él fue pionero de esta situación, porque está bastante claro que lo fue.
El drama de Kanye West en los Grammy. Cuando Prince le dio el Grammy al álbum del año a Beck, el tiempo se paralizó. Mientras Beck subía incrédulo al escenario, Kanye West casi le quita el micrófono para reclamar porque Beyoncé no ganó. Aunque al final se retractó y todos pensaron que era una broma, fue inevitable recordar la escena similar que hizo en los VMA del 2009 cuando Taylor Swift ganó un premio por encima de Beyoncé.
Esta vez, luego de la premiación, el rapero dijo: “Beck necesita respetar la destreza y debió darle el premio a Beyoncé”, lo cual desató una ola de odio en su contra que aún no termina. El lunes, cuando se le preguntó sobre esa frase, West se echó para atrás e incluso dijo que amaba a Beck, quien, por su parte, había respondido a sus polémicos comentarios así: “Fue emocionante verlo subir al escenario. Lo merece tanto como los demás. Cuántos buenos discos ha sacado en los últimos años, ¿cierto?”.
Beck se había declarado fan de Kanye desde hace tiempo, pero el punto del rapero no es ese, sino que –desde su punto de vista– los Grammy no se toman en serio a cierto tipo de artistas. ¿Será así?